Tomás Tomizzi tiene 49 años y estuvo en la cárcel durante 13 años, 3 meses y 14 días. Con esa precisión puede detallar –en diálogo con EL POPULAR- su largo paso por la experiencia del encierro. Desde 2002 observa la cárcel desde otro lugar: el de docente de informática y además, como preceptor. Su historia es una entre miles y miles. "Siempre me había gustado mucho estudiar. Pero la realidad de la vida me lo impidió. Sólo había hecho hasta cuarto año de secundario. A los 19, empecé de vuelta. Pero dentro de la cárcel. Eramos 30 locos que empezamos juntos y nos recibimos 8", relató a este diario. "Los tiempos adentro son otros. Y a pesar de todo lo que significa la vida en la cárcel, a pesar de las dificultades, me hice ese espacio. Porque tuve que hacer todo el secundario completo. Cuando tenés ganas, podés. A pesar de la marginación, de los garrotazos…".

El día en que le entregaron el título "sentí una emoción muy fuerte. Me hubiera gustado compartirlo con mi viejo pero no fue posible. De todas maneras, yo sentí que era como una ventana. Como una brisa de libertad".

Pilar González, trabajadora social, advierte que los instrumentos y relaciones que van apareciendo de la mano de la formación educativa en la cárcel "abren el abanico de oportunidades para poder elegir entre delinquir y no delinquir al momento de la situación de vulnerabilidad al delito". Y opinó también que "es bueno que en las cárceles, las universidades dicten otras carreras diferentes a Derecho. Como sucede en Unidad 38 y ahora en la 2 de Sierra Chica que incluyen carreras como Antropología y Comunicación. El estudio no debe ser un instrumento sólo para saber más sobre la causa penal que atraviesa a los estudiantes. Tiene que ser un instrumento para abrir otras y nuevas oportunidades a lo ya conocido".

Tomizzi, una vez que concluyó sus estudios secundarios, inició el estudio de Administración de Empresas en la cárcel de Mercedes, a través de la Universidad de Luján. "No pude terminar por las cuestiones internas de la cárcel. Después, en Olmos, y con una beca del gobierno provincial por tener el mejor promedio en la secundaria, pude empezar Derecho, a través de la Universidad de Morón. Aprobé 21 materias pero no pude continuar por las mismas cosas. Y, finalmente, en Sierra Chica empecé y terminé Analista de sistemas, que dictaba el Instituto de Formación Docente 22", detalló. Ya en libertad, tras capacitaciones y después de un profesorado en tecnología, intentó retomar la carrera de Derecho pero ya las asignaturas estaban vencidas.

Desde 2002, por decisión propia volvió a la cárcel. Pero en el rol de docente. "Hay algo que me juega a favor. Yo conozco las miserias, que fueron mis mismas miserias. Conozco la realidad. Habiendo estado adentro, tenés una yapa. Pero además, cuando estudiaba Derecho aprendí algo que me marcó y me sirvió para siempre. Había un profesor que contaba que estando en un pueblito de Israel, vio cómo muchísimos peces se golpeaban contra un acantilado y morían al quedar fuera del agua. Y que él corría y los tiraba de vuelta al agua. La gente le decía para qué, si se mueren de a cientos. Y el tipo contestaba que si al menos podía salvar a uno, ya estaba hecho. Yo hoy, adentro de la cárcel siento lo mismo".