La política en una semana verde, de Gloria y derrumbe
Nada va a ser como era, después de esta semana. La desnudez del financiamiento de la política (Gloria y aportantes trucho incluidos), como génesis de la mayor parte de las corrupciones. La votación en el Senado y una interpelación a las estructuras viejas. Que resisten los cambios en la sociedad. La Justicia como protagonista y también parte de un sistema atravesado por el descrédito.
Es el fin de una semana revolucionada, histórica, agitada, con consecuencias que teñirán de otros colores a todo aquello que venga. El escándalo del financiamiento de la política por primera vez toca a los intocables: empresarios que trabajan para cualquiera que los beneficie en ese espejismo de poder que es convertirse en gobernante elegido. Más allá de que las caras más desacreditadas de la justicia sean –¿casualmente?- las que tienen a cargo la investigación. En paralelo, la discusión sobre la legalización del aborto y el rechazo del Senado dejó en claro que los cambios culturales y las necesidades que las nuevas generaciones plantaron en la calle –y seguirán haciéndolo- no están pasando por una estructura anquilosada que atrasa años. Y que se mueve por reflejos partidarios y por presiones de poder y no a partir de la evolución de aquella sociedad a la que supuestamente representan.
Si una evidencia asoma en medio del quiebre de gran parte de las certezas, es que después de esta semana nada volverá a ser igual.
El manejo espurio de los fondos que financian la política –y que después condicionan gran parte de las decisiones de los gobiernos- no es sólo una granada cloacal que estalla en la mismísima cara del kirchnerismo. Leerla con esa liviandad puede tener réditos inmediatos y de cortísimo plazo para Cambiemos y sus coreutas mediáticos. Porque vienen del escándalo de los aportantes truchos, otro matiz de la misma maniobra, pero con mimosa cobertura en los medios.
Todos saben que esa metodología de hacer campañas no tiene credos ni utopías: es dogmática en su origen corrupto. Y acaso en ella esté una de las génesis del desastre cíclico en el que hunde el país cada diez o quince años. Justamente, nadie puede llevar adelante programas de gobiernos medianamente independientes, transparentes y que apunten a beneficiar a los sectores más vulnerados (que crecen sin sosiego administración tras administración). Por que todos –todos- tienen compromisos de negocios e intereses con el ultrapoder. El verdadero. El que maneja los dineros globales. El que decide qué país puede asomar y cuál jamás verá la luz solar del desarrollo.
Gloria y Justicia
Que los cuadernos Gloria –cepillados definitivamente de aquel halo tierno de infancia- estén revelando con escasa piedad los secretos de empresarios y políticos y las campañas financiadas en negro para que después los condicionamientos y la obra pública seudolicitada también queden oscuros, es un detonador del sistema.
El problema más candente es que la misma justicia que tiene que llevar a los estrados esta corrupción enquistada en el sistema, es parte activa de ese sistema. La foto de Bonadío y de Oyarbide es brutalmente gráfica: dos jueces federales que forman parte del mismo descrédito judicial y que aparecen en veredas opuestas pour la gallerie. O para la gilada, en buen romance.
Por eso la Cámara Federal –que no llega de Marte- tendrá que resolver por qué la causa de los cuadernos fue a parar a manos de Claudio Bonadío y Carlos Stornelli. Empresarios y otros implicados acusan a la maniobra de un forum shopping (juez de conveniencia) para que la causa hiciera una cabriola y quedara en manos de tan ilustres juristas.
Nadie parece estar a la altura de tiempos de transformaciones que nacen desde abajo hacia arriba y circulan transversalmente como pacmen, devorándose lo instituido por historia y también por inercia sistémica. Un ex vicepresidente está preso en la Argentina. Fruto de sus propias miserias y de una justicia de ribetes vengativos en una alquimia insoportable para sostener estructuras medianamente confiables. Un sistema consolidado de financiación está a punto de estallar por los aires y llevarse puestas a la política y alrededores. Mientras tanto, las casas donde vive la gente están plagadas de sinsabores y de escaseces: la economía vuelve a jugarle a traición a un país en la vanguardia de la generación de derechos. Pero con una desigualdad infame. A un porcentaje enorme de la ciudadanía no le alcanza para alimentos y tarifas. Una vida tan acotada, cuando el mercado ofrece todo aquello que difícilmente se alcance. Argumentos para la rabia y el desencanto.
Quiebres profundos
La mitad de la semana también marcó otro quiebre, una ruptura muy diferente de la supuesta grieta inventada por dos veredas más mediáticas que reales. No se termina el país entre el macrismo y el kirchnerismo. Si fueran ésas las alternativas de vida y futuro, habría que estar cerrando la Argentina y mudándose a Marte, si es que quedan parcelas para alquilar. El miércoles (y jueves, porque la vigilia duró hasta entrada la madrugada) algo cambió en la historia y esa flecha atravesó transversal a los partidos políticos, que quedaron quebrados por un debate que dividió intensamente.
"Que implementemos una política de educación sexual, de prevención y de protección, de ninguna manera puede justificar que el Estado les siga cerrando las puertas del sistema de salud a las mujeres que están tomando la difícil decisión de avanzar o no con un embarazo no deseado. Todos queremos salvar las dos vidas y no estamos salvando ninguna. El aborto es un drama, nadie quiere el aborto. Pero el aborto clandestino es una tragedia social". El párrafo es de la senadora Gladys González (la bolivarense que ahora representa a la Tercera Sección), compañera de Esteban Bullrich en la lista con la que Cambiemos le ganó a Cristina Kirchner en 2017. Mientras Bullrich insiste con un embrión que le recita poemas a su madre, González se planta ante Vidal, Stanley, Michetti (según Andrés Malamud condujo la sesión con una empatía y un profesionalismo dignos de un establo) y un coequiper al que tuvo que reemplazar en el último tramo de campaña porque abría la boca y caía en los sondeos.
González en el Senado y Lospenatto y Lipovetzky en Diputados fueron las voces de Cambiemos que iluminaron un terreno oscuro y medieval. Y no puede ser gratuito para el futuro de la fuerza que el llanto de González haya sido coronado con el festejo futbolero de Michetti al final de la votación. Habrá internas y definiciones revulsivas en Cambiemos. Y tal vez se pueda aceptar que, más allá de las posturas ortodoxas y conservadoras en lo que hace a lo económico y lo social, puede haber un espacio para los derechos urgentes que las generaciones nuevas impulsan en estos tiempos. En un cambio cultural sin mucho precedente y cuya amplificación es absolutamente imprevisible. Pero con la certeza de que no tiene retorno.
Un siglo después
El Senado actuó como era esperable: con las telarañas de otros tiempos sin sacudirse, la impronta de provincias sojuzgadas por esos mismos líderes y atrasadas por ellos en décadas, especulando con reelecciones y candidaturas y apuntados por dedos eclesiásticos. No sólo católicos; las iglesias evangélicas han sido cruciales en la dogmatización de miles de familias.
En el Poder Ejecutivo, el ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, dijo estar "frustrado" por el resultado de la votación. Y confesó, como si fuera ingenuo, su "sorpresa" porque "la mayoría de votos en contra fuera de Cambiemos". María Eugenia Vidal respiró aliviada. Tanto ella como la vicepresidente, no aceptan ni siquiera el protocolo nacido a partir del fallo F.A.L de la Corte Suprema, que no hace más que interpretar y ratificar el Código Penal de 1921… casi cien años de antigüedad. Cambió el mundo en ese siglo. Pasaron dos guerras mundiales, cayó el Muro, demolieron las Torres Gemelas, se fueron todos, volvieron y… en la Provincia de Buenos Aires se tuvo que ir Zulma Ortiz, la ministra de Salud que alegremente puso en marcha el protocolo. Que habilita el aborto en casos de violación o peligro de vida. Y que hace cien años que está vigente.
Ese es el cambio que todavía no leen. Y sí huele un sector de Cambiemos que decidió bajar a la calle y escuchar. Será a ese sector al que regresará Martín Lousteau (viajante político ya de parentesco metodológico con Patricia Bullrich) con una fórmula para la CABA que integre a Lospenatto.
Pero el cismo se siente en los pies de la política. En general. Porque es la calle la que mueve cimientos y deja devastadas las imposturas. La estructura sistémica que se mueve corre peligro de derrumbe y no hay reemplazo a la vista. Por eso, acaso, el mismísimo diario La Nación publica una nota donde comienza a especularse con un "outsider" para el año que viene, que llegue para reponer los liderazgos que caigan.
Mientras tanto, los dinosaurios del tiempo viejo dejan marcas indelebles en los discursos y en las decisiones. A muchos les juega en contra una vida personal con un sesgo moral reñido con el que imponen al resto de los mortales. A otros, la impunidad de ganar 180 mil pesos mensuales y declarar que vota en contra porque no tuvo tiempo de leer el proyecto de interrupción voluntaria del embarazo. (Senadora López Valverde, PJ sanjuanino).
Alguna vez la historia les pasará la factura.