Gustavo Sánchez nació en el barrio capitalino de Floresta. Allí pasó su infancia y siendo un pibe un día se acercó y se integró al fútbol menor del Club Argentinos Juniors. Formó parte de un equipo que dejó linda historia. "Los Cebollitas" (era mediocampista) y compañero y amigo de todos y particularmente de Diego Armando Maradona, un muchacho que llegaba desde Villa Fiorito.

Pero había una pasión en su alma: ser médico. Dejó el fútbol, se puso a trabajar para no pesar en el presupuesto familiar, y de allí corría a la Facultad de Medicina de la UBA, donde cursó su carrera.

Ya con el título en la mano, tenía que hacer la residencia hospitalaria y supo de un muy buen hospital, y así llegó un día a Olavarría a la residencia de Medicina General.

Y aquí conoció a una profesora de Educación Física: Mónica Ducuing. Se enamoraron y se casaron. Y médico con todo cumplido, eligió, junto con su esposa, aceptar su incorporación al sistema de salud de la provincia de Neuquén. Lejos fue designado, en un hospitalito de un lejano y pequeño pueblo, El Cholar, ubicado en el nivel primario del sistema, que se hacía más complejo a medida que se convergía en la ciudad capital.

En El Cholar atendió a la comunidad de araucanos que a lo largo de la historia fueron corridos de las pampas y apretados contra la cordillera de los Andes, a un paso de la frontera con Chile.

El médico atendía el hospital de 8 camas y también acudía con el equipo sanitario y un asistente de esa comunidad que les facilitaba la relación. Casillas de madera, precarias, perdidas en el bosque montañoso, y cuando no había posibilidad de llegar con vehículos a lugares más lejanos, el médico de Floresta montaba un caballo, y con un compañero en otro, allí curaban, donde los crianceros tenían los rebaños de chivos de los que vivían.

Un día supo que en Olavarría se creaba la Dirección de Atención Primaria, y así volvieron de las lejanías sureñas.

Y el médico fue a la Unidad Periférica de Barrio Obrero y pasó más tarde a la de la calle San Martín en Pueblo Nuevo, trasladada posteriormente a la gran sede donde se encuentra actualmente el Servicio Territorial N° 2.

En alguna oportunidad pasó a trabajar en tareas de dirección administrativa, destacado por el intendente Eseverri, pero al poco tiempo fue y le pidió que lo volviera a la atención que cumplió hasta el último día de noviembre.

Fue cuando, como todos los días, pasado el mediodía, salió del consultorio en uno de los extremos del edificio, y al abrir la puerta que comunica con la sala de recepción, se encontró con sus familiares, con amigos que pudieron enterarse, con pacientes del barrio, que contaron anécdotas y lo despidieron con mucho agradecimiento, y con el grupo de empleados municipales, que en distintas áreas allí trabajan, que sirvieron un lunch. Y estaba la Dra. Sonia Cortés, quien fue una de las médicas que lo recibió como residente allá por el año 1985 y recuerda clarito al Dr. Sánchez y su jardinero de jean.

Fue todo grato y cálido. Gustavo Sánchez pretendió hablar. La emoción sólo le permitió decir "gracias…" y algunas frases.

El doctor ya jubilado en esa área municipal, seguirá en la docencia universitaria como lo viene haciendo desde hace varios años.