El Arzobispo de Buenos Aires celebro una homilía de alto voltaje político frente al presidente Javier Milei, su gabinete, gobernadores y representantes diplomáticos, advirtió sobre el avance del odio y la desinformación, apuntando especialmente al rol de las redes sociales y el empobrecimiento simbólico y material de la sociedad.

“Estamos empachados de panes sin sabor, fruto de la intolerancia, y del pan agrietado por el odio y la descalificación”, sentenció el líder eclesiástico, al trazar un paralelismo entre el hambre real que atraviesan los sectores más vulnerables y el deterioro del debate público. No fue una misa más: sus palabras resonaron como un llamado urgente a recuperar la empatía, la solidaridad y el respeto en una Argentina partida por las grietas y la pobreza.

Uno de los pasajes más filosos del discurso fue cuando citó al papa Francisco para hablar del “terrorismo de las redes”. A su entender, esas plataformas que deberían funcionar como puentes “se convirtieron en un campo de batalla, un lugar de linchamiento simbólico del que piensa distinto” y agrego “La descalificación, el destrato y la difamación parecen moneda corriente. Hemos pasado todos los límites”.

Desde el entorno presidencial se filtró cierto malestar por el tono y el contenido del mensaje. Voceros extraoficiales deslizaron que “no era el lugar para hacer política” y consideraron el sermón “parcial y oportunista