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El último descanso de Popa Paramio es donde él lo pidió. Sus cenizas fueron esparcidas ayer al mediodía en Racing, su gran amor, y en el campo de juego del estadio "José Buglione Martinese" en una ceremonia que contó con la presencia de familiares, amigos y dirigentes chairas.

Su esposa Susana, sus hijos Juan Manuel y Mónica, su gran amigo "Carozo" Izaguirre con su esposa y sus pequeños hijitos; Carlos Orifici y César Spitale en representación de Racing; los ex futbolistas Pablo Ponce y Carlos Crispín; amigos de la vida y de su paso por el periodismo asistieron al último adiós a un dirigente que dejó una huella indeleble en su paso por el fútbol olavarriense.

En un instante muy emotivo, Juan Manuel fue el encargado de esparcir sus cenizas en el centro del campo de juego y como fondo la frase que se hizo inmortal -como el recuerdo de Popa- que pronunció Carlos Ranalli hace 7 años tras un inolvidable partido con Rivadavia de Lincoln.

Las cenizas de Popa Paramio descansan desde este sábado, y para siempre allí, donde depositó todos los sueños futboleros de toda su vida y, a pedido de la familia, el cofre donde fueron trasladadas hasta Racing permanecerá por siempre en el Parque Olavarría.

¿Qué cuestiones del cualquier epílogo elegido no ingresarían en el terreno de las redundancias?

Su incomparable paso por el periodismo: la riqueza de su escritura, la seducción de su verborragia, la soltura con que se movió frente a las cámaras. Fue el primer periodista de Olavarría en cubrir una Copa de Mundo, nada más ni menos que la del ‘78 y su imagen se escapó del "Abrazo del alma" sólo por el recorte arbitrario de algún editor.

Le faltaron los medios electrónicos -esos que tanto rechazaba porque no concebía leer noticias frente a un teléfono o una compu-, pero sólo porque no pertenecieron a su época. Sino, los hubiese cumplido con la mismo brillantez.

Lo más cercano fue su impronta en la dirigencia deportiva. Tuvo un primer intento frustrante en 1994 y después de un paréntesis de 7 años decidió volver. No podía permitirse que su paso no dejara una huella profunda. Pensó en Racing y en el fútbol de Olavarría jugando ligas mayores. Lo subestimaron, se burlaron de sus sueños, pero no le importó.

Un día trajo a Federico Nieto y Sergio Escudero y no pudo ser. Un par de años más tarde lo fue a buscar a Hugo Tenaglia, se puso al frente del armado de un gran equipo y lo condujo al puerto que había prometido en el invierno de 2002: el Argentino "A".

Con "Popa" como principal referente, hubo un descenso, enseguida otra final, un alto en el camino, harto del desprecio del poder político, y un regreso con otro campañón y otro ascenso.

Por 2012 le fallaron feo desde las más altas esferas y dio un paso al costado, pero siempre estuvo volviendo a su Racing. Primero para recibir el justo reconcimiento en la platea techada que hoy lleva su nombre, después para embarcarse otra ilusión, que en diciembre pasado llegó hasta los penales en la cancha de Ferro.

Se fue Popa hace un instante nomás, pero su duende vivirá por siempre en el "José Buglione Martinese" y será inmortal. Como su legado y su recuerdo.