Italia gana su Copa y dos argentinos salvan el pellejo de sus compañeros
La primera Copa del Mundo en Europa se hizo en 1934. Los azzurri debía ganarla, por imposición de Benito Mussolini, y no ahorraron recursos lícitos e ilícitos para conseguirlo.
La intromisión del poder político en el peor de los sentidos tuvo su primera gran irrupción en la Copa del Mundo 1934. Italia, uno de los países europeos que boicotearon la cita uruguaya, fueron los más fervientes interesados en recibir al segundo Mundial.
Desde un primer momento la candidatura italiana dejó en claro que había detrás algo más que una pasión por el juego. El presidente de la Federación Italiana a de Gioco Calcio, general Vaccaro, era una prominente figura del régimen fascista.
"La principal meta de este acontecimiento será la de mostrar al universo lo que es el ideal fascista en el deporte" fue el eslogan de los italianos. El 8 de octubre de 1932, tras ganar en una puja con los suecos, la FIFA designó a Italia organizadora de la Copa del Mundo de 1934.
El primer campeón, Uruguay, decidió no asistir esgrimiendo un motivo elogiable (el rechazo al régimen fascista y la utilización política del evento), aunque siempre que sospechó que los uruguayos sólo devolvieron la moneda con que habían pagado los italianos por su deserción en Montevideo.
A diferencia de Uruguay, 32 selecciones se interesaron por viajar a Italia. El caso más curioso fue la eliminatoria centroamericana.
Se inscribieron México, Cuba, Estados Unidos y Haití, pero en razón de la distancia que separa a México de Nueva York se dispuso que el ganador del triangular entre los otros equipos jugara un partido con USA en Italia, días antes del comienzo de la Copa. En efecto, jugaron el 24 de mayo y fue victoria 4-2 de los estadounidenses.
La Argentina concurrió con un plantel amateur, dado que los clubes, agrupados en la Liga Profesional (la Asociación Amateur poseía la afiliación a la FIFA) negaron a los jugadores. No estaban dispuestas a someter a sus figuras a un viaje en barco de 13.000 kilómetros.
Como consecuencia, la selección sólo jugó un partido y cayó 3-2 en octavos de final ante el poderoso conjunto de Suecia, en el estadio Littorale de Bologna.
Con su selección "oficial", la Argentina hubiese sido gran candidato a estropear la fiesta fascista. No pudo ser la primera copa para las vitrinas de la AFA, sin embargo cuatro criollos iban a realizar una contribución esencial para la conquista italiana. Luis Monti, Raimundo Orsi, Atilio De María y Enrique Guaita fueron la impronta argentina en la squadra azzurra conducida por Vittorio Pozzo.
Italia 1934 se jugó entre el 27 de mayo y el 10 de junio, y a diferencia de Uruguay, el certamen se distribuyó en ocho sedes: Bolonia, Florencia, Génova, Milán, Nápoles, Trieste, Turín y Roma y fue la primera gran cita de las principales figuras del mundo futbolístico.
Austria presentó el fabuloso "Wunderteam", con el mítico arquero Rudi Hiden y Matías Sindelar, "el Mozar del fútbol"; por España acudieron el Vasco Lángara (años después, gloria de San Lorenzo) y el célebre golero Ricardo Zamora; Hungría (gran potencia mundial hasta mediados del siglo pasado) acudió con Sarosi, Toldi y Strenberg; Checoslovaquia con su gran portero Nejedly y Svoboda, e Italia con las apariciones estelares de Giusseppe Meazza, Ferrari, Schiavio y Combi.
Checoslovaquia, Alemania, Italia, España, Suiza, Suecia, Hungría y Austria superaron el filtro de los octavos de final. Italia pasó sin apremios, pero en cuartos de final se encontró con España, en una de las batallas más recordadas en la historia de los mundiales.
Estaba claro que Italia no podía perder su mundial, y mucho menos quedarse afuera tan temprano. Fue el 31 de mayo en el estadio "Berta", hoy el Communale de Florencia. Abrió el marcador Regueiro para España, empató Ferrari, aprovechando una carga ilegal de Schiavio sobre el arquero Zamora.
Italia, con el argentino Monti a la cabeza, no escatimó pierna fuerte en la búsqueda del triunfo. Pero no pudo inclinar el marcador para su lado en el tiempo regular, ni en la prórroga, y volvieron a jugar a las 24 horas.
El costo pagado por los españoles fue altísimo; la violencia esgrimida por los italianos sacó a más de medio equipo: Zamora, Ciriaco, Fede, Lafuente, Lángara, Gorostiza e Iraragorri. Más Bosch, lesionado en el inicio del segundo partido (no había cambios) por el argentino Monti, el mismo que debió "huir" literalmente del país, acusado de "no poner lo suficiente" en la final del 30 ante Uruguay.
El desempate se jugó en San Siro, de Milán, y lo ganó Italia con gol de Meazza, a la salida de un corner ejecutado por el argentino "Mumo" Orsi.
Los propios italianos reconocieron que no habían jugado limpio. "Menos mal que ganamos. Mejor dicho, ganó Monti. Les pegó a todos, creo que hasta al seleccionador español. El árbitro no vio nada en el gol de Meazza y los españoles le querían matar. Pero eligió: si lo anulaba lo mataban los italianos", contaría Orsi muchos años después.
En semifinales Italia volvió a ganar con lo justo, con gol del argentino Guaita, en este caso al fabuloso equipo austríaco, mientras Checoslovaquía imponía su jerarquía sobre la primera irrupción importante de los alemanes en un campeonato de la FIFA.
La final se jugó el 10 de junio de 1934, en el estadio de Partido Nacional Fascista, presenciado por 277 periodistas de 29 países, y 45 mil espectadores, la mayoría funcionarios del partido de Benito Mussolini.
El día antes de jugar la final, "Il Duce" juntó a los jugadores italiano en los vestuarios y los arengó: "Señores, si lo checos son correctos, seremos correctos. Eso ante todo. Pero si nos quieren ganar a prepotentes, el italiano debe de dar el golpe y el adversario caer. Buena suerte para mañana, y no se olviden de mi promesa". Al finalizar su discurso, se llevó las manos al cuello e hizo el clásico gesto de degüello.
Con esa presión salieron a jugar los italianos. El primer tiempo terminó 0-0 y Mussolini, fue a hablar directamente con el seleccionador, Vittorio Pozzo: "Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar".
Tras esto, Pozzo, preso de la desesperación, advirtió a sus jugadores lo que podría significar perder aquella final: "No me importa cómo, pero hoy deben ganar o destruir al adversario. Si perdemos, todos lo pasaremos muy mal".
Casi en el final, los jugadores italianos imaginaron lo peor: a los 70'' Puc puso en ventaja a los checoslovacos.
Entonces, cuanto todo era desesperación adentro y nerviosismo afuera, apareció una combinación argentina para salvar el pellejo de los jugadores italianos: pase de Guaita para el empate de "Mumo" Orsi, casi sobre la hora.
En la celebración del tanto, Orsi notó que Monti le estaba dando patadas como un loco y le dijo: "Quieto, Luis, no me pegues más, que no soy un rival. ¡Deja de darme patadas!". A lo que Monti le respondió: "Es que nos salvaste la vida". En la prórroga Schiavio anotó el gol que le dio a Italia una copa que nunca más pudo sacarse la mancha del fascismo.
Los italianos repetirían su logro en Francia 1938; pero esa historia pertenece a otro capítulo.