No se sabe con certeza quién descubrió la primera piedra de oro. Los historiadores dicen que fue algún día entre 1693 y 1698, probablemente una expedición comandada por Duarte Lopes, al frente de aquellos bandeirantes que serpenteaban las montañas de Minas Gerais en busca de la legendaria Serra de Sabarabuçu que relataban las leyendas de los indígenas del lugar.

Los bandeirantes eran hombres rudos, porque las adversidades de la naturaleza así lo exigían, pero no perdían la sensibilidad para reconocer el esplendor de las riquezas que guardaban las entrañas de este lugar, convertido varios siglos después en Ouro Preto. Una ciudad salida como de un cuento de hadas ambientado en tiempos coloniales, y declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1980.

El 18 de julio, Ouro Preto cumplirá 316 años, que la convierten en la segunda ciudad más antigua de Minas Gerais. La llegada de los portugueses a la región fue en 1711 y en 1789 nació en esta ciudad el movimiento político de los "Inconfidentes", personas ligadas a la colonia portuguesa, con su líder Tiradentes, considerado patrono cívico de la nación brasileña.

El oro de Vila Rica (como se conocía al lugar) hacía la ruta Río de Janeiro - Portugal y luego Lisboa - Inglaterra. Los historiadores dicen que todo el oro que los colonizadores saquearon de estas minas se puede descubrir en el lujo de la capital portuguesa, y fue el metal que financió un momento de la historia que, desde Inglaterra, cambió para siempre la vida de la humanidad: la Revolución Industrial.

Las personas que extraían el oro de Minas Gerais tenían que pagar un quinto a la corona portuguesa. De ese tiempo quedó un refrán muy común en Brasil que dice "Quinto de los infiernos", que son los impuestos que se pagan y nadie quiere pagar.

Ouro Preto está a 97 kilómetros de Belo Horizonte, una distancia que en micro necesita de dos horas de viaje por lo complicado de una geografía de montaña y selva casi virgen. Al llegar a la terminal de ómnibus, del otro lado del paredón, a unos 150 metros aparece el testimonio inicial de un lugar que no se puede describir, apenas esbozar con palabras.

Como vigilando desde las alturas todo el casco colonial, el primer vestigio de aquel esplendor es la iglesia Nossa Senhora do Carmo; desde allí (escaleras abajo), empieza un asombroso trayecto por callecitas empedradas, flanqueadas por casas coloniales, donde con fortuna apenas puede transitar un automóvil mediano.

La recorrida pasa por la Casa dos Contos (hoy Museo), que nació como residencia particular de João Rodrigues de Macedo, recaudador de impuestos; en 1779 fue prisión noble de los "Inconfidentes", quienes por estar ligados a la corona portuguesa y formados en Coimbra no podían ser recluidos en una prisión común.

Uno de los puntos más atrapantes de la recorrida es la iglesia Nuestra Señora de Pilar, la segunda más rica en oro de Brasil, tras la iglesia San Francisco de Asís en Salvador. Tiene 434 kilos de oro y plata, data de 1733 y era frecuentada por la nobleza portuguesa. Diecisiete piezas, entre ellas una corona de 17 kilos de oro, fueron robadas y fundidas en la década del 70.

La iglesia San Francisco de Asís da testimonio de la genialidad de Aleijadinho, uno de los mayores artistas de los tiempos coloniales. Hijo de esclava y de un arquitecto portugués que compró su libertad a los 12 años, decoró este monumento de estilo militar tanto en su interior como en el exterior.

El final de la recorrida es una plaza llena de simbología: Tiradentes en lo alto de un monumento, de frente al Museo de la Inconfidencia y de espaldas a la casa donde se concentraba el poder colonial.