Los Sikuris realizan hoy el Carnaval Abajeño
Desde las 20.30 en la mutual sikureña de Mendoza 1932 se llevará a cabo la tradicional celebración, con la presencia de cuatro grupos musicales.
Tanto en el noroeste argentino como en Bolivia y Perú esta fiesta, introducida por los españoles, se fusionó con rituales nativos destinados a celebrar la fecundidad de la Madre Tierra. El festejo se inicia en cada comunidad con el desentierro del diablo carnavalero, llamado Coludo o Pujllay, representado por un muñeco de trapo que fue enterrano en el final del último carnaval en una apacheta o mojón (altar comunitario realizado con piedras). Para algunas comunidades andinas, el Pujllay simboliza al Sol, que es el encargado de fecundar a la Pachamama para que dé buenos y abundantes frutos.
También se dice que el término "diablo" fue impuesto por los españoles, ya que la figura de este representante del mal para los cristianos no existía en el mundo andino. En Potosí, en la época de la conquista, los habitantes de las comunidades originarias eran obligados a trabajar en las minas de oro y plata, donde murieron miles de ellos. Se dice que encomendaban su penosa vida a los dioses del inframundo y salían "endiablados" a festejar, en los únicos días que se les permitía abandonar los socavones: durante el carnaval. Parece ser que éste es el origen del término "diablada".
Pero hay una característica que iguala a todas las comunidades en su concepción del Pujllay: es el símbolo de la alegría, el espíritu de la fiesta, cuando anda suelto contagia diversión y libertad. Durante el carnaval los deseos reprimidos se liberan y los preceptos morales son dejados de lado porque quien manda es el Pujllay; manda la alegría, la música, el baile, las ganas de disfrutar la vida.
En ese fiesta es fundamental la participación de las diabladas, que son las comparsas que están integradas por bastoneros que encarnan al diablo, con sus másaras y coloridos trajes con cuernos, espejos, cascabeles y una larga cola que usan para castigar a los "tristes". Estas agrupaciones, acompañadas por una banda de músicos, también concurren a las invitaciones bailando carnavalitos por las calles. Los diablos invitan a bailar y a divertirse a toda la concurrencia y si alguien se niega a bailar o está invadido por la tristeza recibe un colazo del diablo por el trasero.
Después de varios días de festejos, risas, bailes y olvido del mundo, el carnaval termina con el entierro de ofrendas de coca, serpentinas, frutas y chica. Entre música, danza y lamentos se reza para que no se pierda la alegría y haya nuevamente diversión al año siguiente. Todo deberá volver a su cauce normal. Todo tiene su fin y la alegría también.
En el Carnaval Abajeño (término que se usa en Jujuy para denominar a los sureños) se comenzará con la chapa del mojón donde está enterrado el Pujllay: tanto la diablada como todos los participantes de la fiesta le avisarán al diablo carnavalero que se tiene que despertar ofrendándole harina, serpentina, papel picado, albahaca, música y baile, ingredientes fundamentales de la alegría. El momento del desentierro es muy especial, ya que al toque de las anatas (flautas de madera) los integrantes de la diablada retirarán las piedras de la apacheta y soltarán al Pujllay, que reinirá hasta que se vuelva a enterrar.
No debe faltar la ramita de albahaca en la oreja, símbolo de la libertad y la soltería para algunos, escudo contra los males para otros. Tampoco debe faltar la harina para embadurnar los rostros, ya sea para igualar a todos (es que todos somos iguales en carnaval) o para engañar al diablo para que no los reconozca y los lleve con él al inframundo...
En definitiva, esta es la propuesta del Carnaval Abajeño de la Mutual Los Sikuris: compartir la alegría, olvidarse por un rato de las penas, soltar las ganas de cantar, de bailar y de divertirse.