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Llegó el día. A siete años y dos semanas de aquel ataque feroz que deparó la muerte de su madre, Juan Bernardo "Cebolla" Scheinsohn fue extraditado. El jueves, Letty Massolo levantó el teléfono y del otro lado, asomó la voz de Viviana Beytía, fiscal de la causa, que finalmente le anunciaba: "lo logramos. Lo traen al `Cebolla`". Ayer, con el hijo de su primo dilecto ya detenido e indagado por la fiscal, todo era un extraño terremoto en el que se entremezclaron llantos y esperanzas, agradecimientos y recuerdos demasiado dolorosos. Y ahora, ella misma deberá hacer las cuentas con sus propias sensaciones. En la primera entrevista concedida a un medio (y única hasta hoy), publicada por EL POPULAR el 26 de octubre de 2008, reconocía que "nunca lo voy a perdonar" aunque -agregaba- "sé que no son cosas de cristianos y de católicos".

"Cuando Viviana me lo dijo, fríamente pensé que era una etapa más pero no consideraba que se hubiera finalizado todo. Después no sé... al día siguiente empezaron a jugar una serie de sentimientos encontrados porque pensá que no es cualquier persona. Es alguien con un vínculo familiar y todo me vino a la cabeza. Aparecieron los recuerdos y también el deseo de justicia, que es lo único que me queda y es lo que dicen todos los que sufrieron... Pero lamentablemente para que haya justicia tiene que pasar antes lo peor".

Aquel 20 de octubre de 2004, Leticia Massolo sobrevivió como pudo y fue testigo de cómo su madre se desangraba hasta morir. Miles de cicatrices quedaron en su cuerpo y en el alma y de eso no se vuelve. Hay todo un territorio de muerte y de dolor que la acompañará por siempre. Más allá de que ese muchacho que fue el hijo de su primo dilecto, al que prácticamente vio nacer, esté preso y vaya a ser sometido a un juicio penal que seguramente le deparará muchos años de encierro.

Ayer habló e hizo catarsis en una historia que le deparó -luego del horror- mucho acompañamiento y afecto pero también una vida de custodia policial permanente e infinitos miedos que parecía nunca iban a encontrar final.

-¿Llegó a perder la esperanza de que lo extraditaran?

-No sé si perdía la esperanza. Siempre tuve mucha fuerza de voluntad y de lucha. Pero le pedí a Dios fuerza y vida para lograr que esto que pasará ahora, finalmente llegara. El camino de mi vida es éste. No hay otro camino. Ya no hay otro. Vivir normalmente... puede ser... pero si uno tiene deseos y objetivos en la vida, después, cuando se cumplen, parece que no hubiera nada más.

-Sin embargo, ahora llegó el momento. ¿Qué viene después?

-Siempre me preocupó eso. Hablando con gente de La Plata, de la policía, lo he planteado. Nunca fui a un psicólogo o psiquiatra, no hice terapia. Pero te hacían entrevistas psicólogos que mandaban desde La Plata y a una que vino a casa, le dije que me preocupaba mucho el después de esta lucha. Y me dijo que después empieza o continúa la otra vida, la que dejaste antes en el camino. Cuando se cumpla ese objetivo, me dijo, "vas a estar en paz. Y esa paz te va a permitir recomenzar la vida que antes tuviste". Eso hizo que de alguna manera yo no me afloje, que no crea que todo está hecho, que diga "ya está". Y ahora pienso que voy a encontrar paz para poder reiniciar mi vida.

-¿Alguna vez pensó en la posibilidad de tenerlo delante de sí y preguntarle por qué?

-No hay un porqué. No existe. Si lo dice, lo inventa. No existe. Su necesidad estaba pero no el por qué nos pasó a nosotros. Es la necesidad de dinero, sí. Pero un porqué acá no existe. Fue una cosa hecha al azar. No existe un porqué aunque sí un para qué. El obtener dinero para los desastres en que estaba metido. Lo otro, no.

-Cuando Viviana Beytía la llamó para decirle que lo estaban por traer ¿cuál fue su primer pensamiento?

-Primero pedirle a Dios que me diera fuerza y, además, el agradecimiento de que hubiera pasado. Fue pensar en lo terrible, en el vínculo, que afecta todo mucho más y además... pensaba mucho en mi primo, en el padre. Hubiera cumplido años el 3 de noviembre, el mismo día en que me dieron la noticia. Pensaba mucho en que ojalá no esté viendo todo esto. Era una buena persona y deseaba que no estuviera viendo esto. No tiene que enterarse. Quer��a eso. Y también quería que mi mamá se entere de que yo estoy bien, eso quiero.

-¿Cómo fue apoyar la cabeza en la almohada e intentar dormir con la certeza de que ya lo estaban trayendo?

-Me tranquilicé y me dormí. Fue hablar por teléfono muchas veces con Viviana (Beytía)... Es tan bravo esto. Puedo dar gracias a todos. No sólo a mis amigos... a toda la gente. Ha pasado tanto tiempo y te lo juro que con todos los que me cruzan -algunos no los conozco- me preguntan "¿cómo estás?". Es una constante. Eso es algo... es permanente. Son caricias para el alma. Te mantiene. Eso es leña que van poniendo para que tu llama no se apague. Me deja pensando y me pregunto si yo haré lo mismo con gente que pasó cosas así, situaciones especiales como ésta. Porque es lo que te da energía para no caerte. Es lo que te acompaña, lo que te levanta, siempre pensás en estas cosas y te aferrás a esas señales de afecto para no decaer. Y pensé mucho principalmente en Viviana (Beytía) que fue mi compañera en este largo camino.

-¿Cuáles son las imágenes que le vienen a la cabeza cuando piensa en Juan Bernardo de chico?

-Me vienen flashes de imágenes de cuando él era chico y lo veía. En las fiestas de Navidad o de Año Nuevo, en los acontecimientos familiares, en los encuentros que organizaba mi tía. Es absolutamente contradictoria toda esa sensación de afecto con todo lo que ocurrió después y creo que también por eso está agravado. Cuando en la Justicia dicen "agravado por el vínculo" lo interpreto mucho más allá de la pena. Lo interpreto en relación a lo que le ocurre a uno. A los propios sentimientos. A lo duro y contradictorio de esto que siento. No sé cómo explicarlo pero no se trata sólo de algo jurídico que establece penas mayores que se agravan porque existe un vínculo familiar. Es tremendo. Porque esto es profundamente agravado por el dolor.