La psicología, más allá del consultorio
Le gusta indagar en los nuevos campos de la disciplina. Y es allí donde se abrió camino desde 1998. Divide su profesión entre entrevistas a internos del penal de máxima seguridad y exámenes psicotécnicos que realiza para empresas.
Juliana Osinaga es psicóloga recibida de la Universidad de Buenos Aires (UBA), pero su tarea escapa a lo tradicional de la disciplina. Trabaja en la Unidad 2 de Sierra Chica desde hace once años, como jefa del Servicio de Psicología. Desde allí entrevista a internos, prepara informes y los eleva a la Justicia. También en el campo de lo laboral ha hecho sus primeros pasos desde fines de la década del 90. Tiene a cargo los exámenes psicotécnicos para incorporación de personal en determinadas empresas o la evaluación de perfiles psicológicos para trabajos que se desarrollan en ámbitos de tensión. Y además se desempeña como perito de oficio, volcando sus conocimientos en la resolución de conflictos laborales.
Juliana se muestra apasionada por lo que hace. Asume que trabajar en el Penal no es fácil y que ha pensado en más de una oportunidad salirse de aquella realidad tan lejana "pero tan cercana al mismo tiempo", como define. Sin embargo, habla con entusiasmo de lo que ha ido logrando desde su labor cotidiana en un ambiente de violencia, historias crudas y mucha deshumanización.
Asegura que lo laboral es lo suyo, mientras explica en qué consiste esa tarea que implica trasladar la psicología dentro de las empresas. Rodeada de carpetas, papeles y cuadernos, Juliana cuenta cómo es trabajar más allá de un consultorio.
-¿Cómo es la tarea dentro del Penal?
-Damos respuesta a requerimientos judiciales. Es decir, cuando los internos están en proceso por un cambio de régimen, una libertad asistida o una salida transitoria. Los entrevistamos, hacemos un informe y lo elevamos a Jefatura. Y de ahí se envía al Juzgado que tiene la causa de ese interno, donde se resuelve si se le da o no determinado beneficio. Un trabajo bastante feo por cierto, porque hoy en día con todo el peso que tienen los recursos humanos, la cuestión es muy institucional: si tienen buena conducta, si estudian, si trabajan, si tienen un proyecto laboral... Y es más que nada en eso que se basan las actas favorables o desfavorables. Una persona que haya tenido un buen desempeño institucional tiene muchas posibilidades de salir.
-¿Más allá del delito que hayan cometido?
-Sí. Aunque hay ciertos delitos que no gozarían de determinados beneficios por la magnitud que tienen.
-¿Cuáles por ejemplo?
-Hace poco, por ejemplo, tuve que elaborar un informe para el Juzgado de Ejecución de Quilmes por un interno que hace 21 años que está detenido. Hoy tiene 56 años y estaría a término para las salidas transitorias, pero el interno tiene un doble homicidio y una violación. Si vos vas a su desempeño institucional, la persona con 20 años de encierro está más que sobreadaptada al régimen, tiene perfecta conducta, estudia, trabaja, no ha tenido sanciones. En ese sentido, él no tendría ninguna limitación para salir a la calle, pero bueno... hay otros condicionamientos que es necesario evaluar.
-Entonces, ¿tiene más peso el comportamiento en la cárcel?
-Puede ser. De todas formas, el juez es el único que tiene la última palabra. Más allá de que los informes sean favorables, si él considera que no por determinadas reservas, es el que puede resolver en última instancia. El informe no es determinante, es simplemente una herramienta más que tiene como para resolver el beneficio. Ellos piden un informe donde se evalúa desde una mirada institucional del interno. Y hoy en día también exigen que, al menos, tengan un proyecto lo más concreto posible para cuando salgan, porque suponen que el hecho de que tenga más estabilidad lleva a que haya menos probabilidades de que vuelvan a delinquir.
Detrás de las rejas
-¿Por qué decidió ingresar a trabajar al Penal?
-Creo que nuestra generación es la generación de buscar el trabajo seguro. Nosotros crecimos con ese concepto de tener un ingreso fijo cada mes. Yo tenía esa concepción también, entonces fui al trabajo seguro. Creo que nunca me imaginé que el Penal iba a cambiarme tanto. Creo que uno, en el afán de trabajar, siendo joven no toma demasiada conciencia. Pero hasta que no estás delante de la situación o metido en la escena, no te das cuenta de lo que es realmente. Muchas cosas no las habría escuchado nunca, no las habría vivido nunca, ésa es otra realidad. Si ahora me voy nada cambiaría, porque lo que escuché ya lo escuché y lo que viví ya lo viví. De todas formas, a mí el penal me atrapa mucho. Intentar humanizar a los internos es una desafío, con todas las historias que tuvieron, la detención y el estar privados de la libertad, que es lo peor que le puede pasar a alguien...
-¿Conoce a Robledo Puch por ejemplo? ¿Lo ha entrevistado alguna vez?
-Sí. Viste el último libro que le hicieron. El menciona a la psicóloga. Lo entrevistamos Martín -que es el psicólogo- y yo. Le hicimos varios informes. Es más, tengo una carta de él que me escribió en 2008.
-¿Cómo plantarse desde el lugar de psicóloga ante un personaje como éste?
-Robledo Puch es muy instruido, ha leído mucho. Es interesante. Cuando lo entrevistamos para elaborar los informes sabíamos que iba a ser una conmoción, porque además están todos pendientes de eso, más que nada los medios de comunicación y la Justicia, por supuesto. Su historia es de tal magnitud, su vida es tan fuerte... Hoy en día, penas como las de él no existen. Un homicidio agravado por el vínculo por ejemplo, no supera la pena de 12 ó 14 años. Pero si te ponés a quejar de cómo está el sistema, te quedás quieto, y yo creo que siempre algo se puede hacer, aunque sea ínfimo.
-¿A eso se refiere cuando habla de humanizar?
-Sin querer, con los internos quedé en una situación de intentar humanizarlos. En el Penal, por ejemplo, hay muchos animales y saben que yo soy amante de los animales, saben que soy proteccionista. Un día fui, vi una perrita de un interno y le ofrecí llevarla a castrar. Ahí arrancó todo. Ahora van a la oficina todos los días a buscar cuándo me puedo traer una perra para castrar, cuándo le puedo llevar una vacuna, cuándo se los puedo desparasitar... Y pienso muchas veces que una persona que pudo haber asesinado a otra en una salidera por ejemplo, que me diga que me lleve al perro porque lo ve sufrir, o porque no se animan a sacrificarlo... eso es contactarnos con otra realidad, con otras cuestiones. Porque la cárcel es pura violencia, es el discurso violento constantemente. Muchas veces han salido en libertad y han vuelto a buscar a su perro. Intentar humanizar a alguien que vivió otra realidad es interesante.