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Cada contexto social construye su propia moral sobre las bases de su tiempo. Amores y desamores tamizados por la mirada de la política serán despreciados, aplaudidos o vividos -como se pueda- entre las sombras. ¿Cuál sería la mirada social actual sobre un presidente que tuviera relaciones amorosas con una o un adolescente? Y si así fuera, ¿podrían ser vividas abiertamente o debería recurrir a miles de artilugios para ocultarlas?

Aunque, en este tiempo los ejércitos trolls harían imposible los secretos.

¿Qué hubiera ocurrido con Cristina Fernández de Kirchner si a los 57 años, cuando enviudó de Néstor, se hubiera refugiado en los brazos de un chico o una chica de 14, 15 ó 17 años? Incluso de 22 ó 25. Y se los hubiese llevado a vivir con ella en la Residencia de Olivos. No es demasiado alocado imaginar los grandes titulares de Clarín o La Nación (sí... incluso este último, diario de una seriedad indiscutible, se acuerde o no), fustigando una relación -al menos en las primeras tres edades- pedófila. ¿Y qué hubiera sido de Néstor en una historia de ese tenor? Ni siquiera el cerco mediático a su alrededor, podría proteger -en tiempos de #niunamenos, de conciencia de géneros y de luchas antipederastía y antipedofilia- a Mauricio Macri de una relación con una chica o un chico 9 ó 10 años más grande que Antonia. De hecho, en tiempos de campaña, se desató un escándalo tras una propaganda de Macri en que hablaba con tono seductor a una nena.

¿Qué pasaría con Perón si sus primeras dos presidencias hubieran ocurrido en tiempo presente y no a mediados del siglo pasado? No hay dudas. La maduración adolescente de aquellos años 40 y 50 no era la misma que la actual. No eran lo mismo los 17 ó 14 de 74 ó de 64 años atrás. Tampoco hubiera sido la misma la historia si Juan Domingo Perón, el padre de la patria peronista de derecha y de izquierda, se hubiera casado con María Cecilia Yurbel o con Nelly Rivas. Y hubiera permanecido junto a ellas por años, por décadas. Ahí hubiera prescripto la delictuosidad moral. Pero no sólo no lo hizo. Sino que a una la presentaba en público como "mi sobrina" y a la otra como "mi hija". Ni siquiera tal vez radique ahí la historia -que obviamente tomaron como servida en bandeja los detractores por motivos políticos del general-, sino que, encima de todos los males, Nelly Rivas terminó un tiempo encerrada en un reformatorio por esa relación en la que, a ella, le iba la vida.

La historiadora peronista (y ex funcionaria K) Araceli Bellota escribe en "Las mujeres de Perón" que fue en Mendoza, cuando el Ejército lo trasladó como instructor de la Escuela de Montaña, "donde conoció a María Cecilia Yurbel, una chica de diecisiete, a quien apodó ‘Piraña’ por su buen apetito. Cuando regresó a Buenos Aires la trajo con él. Solía presentarla en sociedad como su hija o su sobrina, sin importarle demasiado los comentarios que provocaba". Y luego continúa "lo mismo sucedió con Nélida Rivas, una adolescente de catorce años, integrante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) con quien vivió en la residencia presidencial desde 1953 hasta su caída del gobierno. A Perón le valió un juicio por estupro, del que fue sobreseído en vísperas de su regreso al país en la década del setenta. A Nelly Rivas le costó la cárcel".

Como perlita insoslayable, Bellota reconstruye que fue la tristeza infinita del entonces presidente tras la muerte de la inigualable Eva la que llevó al ministro de Educación, Armando Méndez San Martín, a proponer "inventar la UES. Tenía la esperanza de que el General se entusiasmara con la idea y de que los jóvenes le contagiaran un poco de alegría".

Obviamente, la historia se encargó de adosarle otros aditamentos. Que si Nelly era o no militante real de la UES, si se había prostituido entregada por sus propios padres que sólo querían salir de la pobreza, si el general cometió o no estupro.

Nada de eso importa a los ojos de esta nota. La gran pregunta, una vez más, es qué hubiera pasado en estos tiempos de mareas de conciencias feministas ante una clara relación de desigualdad de poder entre un hombre de casi 60 -que encima de todo era presidente y no un presidente pelele y manipulado, por cierto- y una nena de 14. En aquel tiempo, la balanza dictatorial que derrocó a Perón, con su falsa moralina victoriana intentó juzgarlo por violación pero como siempre en estos casos, la que pagó todos los platos rotos fue la mujer. O, más bien, la niña.

Una de las defensas discursivas del general que también escandalizan en tiempo de legislaciones igualitarias (sancionadas, justamente, durante otro gobierno peronista) fue decir desde el exilio que "yo nunca he pensado que un hombre que busca una mujer comete delito, solamente a un gobierno de maricones se le puede ocurrir que un hombre que busca una mujer comete delito. A mí nadie me va a convencer de que a un hombre que le gustan las mujeres es un inmoral... ¡inmoral es que le gusten los hombres!". (ver www.elortiba.org).

Apenas algo más de tres décadas atrás, la moral imperante y el peso eclesiástico en las decisiones llevó a Raúl Alfonsín a mantener en las sombras la separación de su esposa, María Lorenza Barreneche, en un país en el que no existía el divorcio. Y, al menos en aquellos tiempos, se hablaba entre pasillos del rol real en su vida de la secretaria, Margarita Ronco. Un año después de la muerte del primer presidente tras el horror del 1976 - 1983, una ex cantante de Las Primas dijo al funesto periodista amarillo Jorge Rial que a sus 18 años había tenido una relación con Alfonsín.

Menem no tuvo ese problema: él vivió abiertamente cuanta relación buscó. Vedettes. Actrices de poca monta. Voluptuosas amantes que compartieron actos, cama y comida y se subieron a la Ferrari que era suya y nada más que suya. Yuyito González, Alejandra Pradón, Graciela Alfano, Noemí Alan, Cristina Lemercier, Moria Casán, Luisa Albinoni y la infortunada Thelma Stefani, entre tantas otras. Eso sí. Todas eran mayorcitas. Una amante, una privatización. Otra amante, otra privatización. Y así, sucesivamente.

La psicoanalista Ana Santillán escribió que "cada tiempo inventa sus silencios. Funda sus escándalos y sus vergüenzas, su hipocresía, su crueldad, sus tonterías y sus ofensas. Digamos, entonces, que la moral es lo que rige los modos en que la sexualidad puede subir a la escena del mundo". En un territorio en el que la concepción de "lo natural" es absolutamente ajena. Porque la moral es hija dilecta de la cultura reinante que se va construyendo desde las nociones de mercado, de religión, de legislación. Y en donde los pactos sociales son los que reinan y fabrican creencias.

El tiempo pasado es eso. Pasado. Base para lo que llegó después pero inmodificable. Perón fue lo que fue en su tiempo. Y no es traspolable a este otro, tan cargado de luchas y empoderamientos feministas. Nelly Rivas tenía 14 años y Perón, 58. Hoy Nelly (que murió hace apenas cuatro años) sería vista claramente como bandera, víctima de la explotación en manos de un poderoso. En aquel tiempo, la dictadura que derrocó al general simplemente la recluyó en el encierro para que, sobre ella, tronara el escarmiento. Y el peronismo la ocultó y protegió al líder del movimiento político más importante de todos los tiempos.