Silvana Melo

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Hace dos años, ese amargo 16 de agosto de 2013, Liliana Marina de Block llegaba con el pecho congelado al sector de la autovía, en la ruta nacional 226, donde su hijo había dejado su vida como una silueta en el pavimento. Lo que vio no era Guillermo. Era medio cuerpo ya sin fuego, que se sospechaba bajo una sábana. Después la vida se partió en dos. Se desangeló. Había que tratar de rearmarse y de encontrar combustible en la posibilidad de hacer justicia. Una docena de años atrás le había dado su riñón a Alejandro, quien a los 17 años entró en diálisis. Y con la otra mitad de su vida sostenía a Marcelo, hipoacúsico desde los 2 años "por una droga mal prescripta" y "discriminado por la escuela".

Liliana tiene una voz arenada y ojos que se pasean entre el verde y el azul. Después de tanta vida intensa -siete hijos, siete nietos, un marido con una empresa en el Parque Industrial, ella con un negocio de decoración que abrió después de la muerte de Guillermo, un solo riñón-, una inmensa desilusión la mueve a salir otra vez a hablar públicamente. Once años después de que detallara -ante esta periodista- la historia entre mágica y escarpada del órgano que le transmitió a Ale para la vida. Esta vez, siente que "nadie cumple con su responsabilidad, nadie está donde tiene que estar y en el momento preciso". La gota que pudo rebasarla fue la postergación del juicio por la muerte de Guillermo, previsto para el 20 de agosto pasado. Y suspendido por "la licencia por enfermedad del fiscal" Martín Pizzolo.

Mientras "Ale está muy bien", Marcelo no. Tiene un implante coclear desde los 25 años. Y un "pequeño retraso cerebral producto de su pérdida de audición". Hoy tiene 33 años y "sufrió una regresión espantosa" a los pocos meses de la muerte de su hermano. "Todo lo que logré en años se perdió en un minuto. Había logrado que leyera y escribiera, que se comunicara, que fuera independiente".

Todos los obstáculos

Liliana comienza a enumerar, desde el accidente hasta la postergación del juicio, una serie de escollos que "demuestran qué mal estamos como sociedad". Cuando "logramos juntarlo de la ruta, lo enterramos a Guille el 17 de agosto a las 17. El martes (después del fin de semana largo) fuimos con mi esposo a un abogado con el que había una relación, porque queríamos que se hiciera justicia". La camioneta contra la que se esfumó la vida de Guillermo salía de un campo cercano a la Volkswagen por la autovía. "Dobló en U y lo chocó de frente. Lo enganchó del brazo y murió desangrado". Además de que "le robaron objetos que llevaba", era fin de semana largo "y no había nadie. No se lograba que fuera nadie. A las 11 de la noche recién se pudieron comunicar con el fiscal. No había nadie que hiciera la autopsia. Policía Científica estaba haciendo una autopsia en Pergamino, quisimos llevarlo a Azul y tampoco había nadie. Queríamos acortar los tiempos de todo. No se pudo".

A la vez, recurrente, vuelve a esa tarde en la entrada al Parque Industrial. "Yo iba para el Parque y me pasó una ambulancia. Cuando llego a la puerta de la empresa, mi hijo Germán bajó corriendo y habló de que alguien de apellido Block había tenido un accidente. Pregunté si Guille había salido con la moto... Yo voy, ¿quién viene conmigo? Fui sola, nadie vino. Llegué, era un despelote... Guillermo estaba a 50 metros y la camioneta en el medio de la autovía. Escuché que alguien dijo ''ahí vino la mamá''. ''¿Es Guille?'', pregunté. Lo vi con medio cuerpo cubierto por una sábana. Fue un segundo. Y dije ya está".

Se le vino toda su historia encima. Su padre y su hermano muertos por un ACV con ocho meses de diferencia. Y se preguntaba cómo hizo su madre para remontar. Ahora era ella. "Me acordé de todo lo vivido y dije algo de Guille tengo que donar".

Repite con recurrencia: "Era fin de semana largo". Quiso comunicarse con el Incucai, con el encargado de armar el operativo. "No lo encontraban, no estaba, me dieron el celular, me atendió, estaba llegando a Capital, estaba lloviendo. ''Pero yo no me puedo volver'', me dijo. ''Hace mucho que no veo a mi familia''. Yo sólo le pido un llamado telefónico para organizar". No hubo llamado. "Dentro del Hospital se me cruza un neurocirujano, y le dije ''por favor llamá a alguien, sé que podemos donar algo''... la respuesta fue que estaba con un paciente grave en terapia y se tenía que ocupar de él. ''Yo tengo un hijo que me acaban de matar como un perro y quiero hacer algo''. Siguió pasando el tiempo. ''No hay un fiscal que firme una autorización'', me dijeron". No hubo donación. Liliana se derrumbó cuando se dio cuenta de que "hay un montón de gente que no asume sus responsabilidades ni ocupa su lugar cuando corresponde. Y cobran sueldos. Esto que quise hacer con la donación se quiso usar en las elecciones, contra Eseverri. Y yo dije que mi hijo no iba a entrar en ningún juego político".

El abogado hace bien las cosas

Al otro día estaban citados a las 9 de la mañana en la morgue para concretar la autopsia. "A las 10.30 recién se pudo abrir. La persona que tenía que ir con la llave de la morgue era una puntera política y no aparecía, entonces rompieron el candado para entrar. A mí nada me va a cambiar nada. Yo no voy a recuperar a Guille. Pero nadie es responsable del lugar donde está. Ese abogado con el que nos sentamos al quinto día para ver qué hacíamos para que se hiciera justicia, aun sabiendo que las leyes no nos acompañan. Matás un perro o una persona y es lo mismo. El 22 de agosto nos pidió dinero para empezar. Todas las semanas iba, hasta diciembre. No están hechas las pericias, decía. Y yo confiaba".

Llegó la feria en enero y el 24 de febrero Liliana entró en un estado de ánimo explosivo que repercutió en el ámbito familiar. "Quedate tranquila porque el abogado está haciendo bien las cosas, me decían. Pero no era así". En los papeles "la documentación de ese hombre no estaba bien. Le había entregado la camioneta en diciembre. La moto estaba tirada en el depósito. Y ahí me entero de que las pericias estaban hechas. Y el abogado decía que no. Nos mintió todas las semanas". Fue Elda Donatelli la que tomó el caso desde ese momento. "Estaba con ella, puso el teléfono en alta voz, llamó por teléfono a Carlos Sotuyo, que es el jefe de Policía Científica y le preguntó si se acordaba del accidente. Le dijo que sí y que le quedó grabado el tatuaje que él tenía, que era un implante coclear. Porque Guille tiene un hijo de 6 años sordo".

Otra fecha

Las pericias habían estado "en 20 días" y "el abogado atrasó todo nueve meses". En marzo de 2014 "la causa recién se empezó a mover. No había testigos, no había nada, se vencían los plazos". Hace un año "se puso la fecha de juicio para el 20 (de agosto). 48 horas antes, (el fiscal Martín) Pizzolo pide licencia. Tiene todo su derecho de pedir licencia si está enfermo. Pero el 24 ya estaba en el primer juicio por jurados... Yo pienso que si la Justicia es lenta no es Justicia. Hago una nota en el Canal y la Fiscalía General publica en el Diario que no había nadie para reemplazarlo. Yo había hablado de un sistema roto, en crisis, donde nadie asume sus responsabilidades. Cómo una simple ciudadana iba a salir a decir semejante cosa. Pero yo perdí a mi hijo en un accidente terrible, que se podría haber evitado. Y pueda ser que la Justicia, porque hay jurisprudencia, decida otorgar prisión efectiva".

La nueva fecha del juicio apareció esta semana. Aunque le habían advertido que podía estirarse a 2016 y hasta a 2017, se fijó para el 27 de noviembre. "El 28 es el cumpleaños de Guille. Cumpliría 35 años", dice Liliana, que desde el 12 de agosto vive sus 61.

Con la justicia que espera o sin ella, sabe que su hijo se convirtió en un emblema. Germán presentó el proyecto para que la más amarga de las fechas, 16 de agosto, fuera más allá de la memoria en los calendarios de la familia. El Día de los Caídos en Moto fue instituido por la Municipalidad ese día.

El menor de sus hijos, el séptimo, recuerda, no pudo ser ahijado de Raúl Alfonsín a partir de una montaña de trabas burocráticas.

Para Liliana, la vida ha sido escalar un cerro empinado y pedregoso.