El eterno debate: ¿es posible separar a un artista de su obra?
Claudia Rafael
El avance del feminismo -que aprendió a colarse por las ventanas y por recovecos inverosímiles- generó que muchos terminaran arrinconando el debate sobre hasta dónde un artista es reivindicable si sus posturas ante la vida no lo son, a ese universo. Aunque la cosa sea bastante más amplia. Cada uno tiene sus propios inconfesables. En lo personal, debo reconocer que me costó horrores decidir que ya no podía escuchar al Pelado Cordera. El mismo que me cantó mil noches que tu cabeza está llena de ratas, te compraste las acciones de esta farsa y el tiempo no para, yo veo el futuro repetir el pasado, me recordaba con su voz impecable que apenas ayer dijo que "hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo porque son histéricas y sienten culpa por no poder tener sexo libremente". El Pela de Avellaneda, ése que escribió que oficinas alistando predadores en las radios incitando al festival, que recuerda por primera vez a un hombre que la gente hoy está queriendo más... Pero en el corazoncito uno guarda hijos dilectos y personajes a los que no hay problema en detestar. De última, en el mismo territorio personal, Cacho Castaña es y ha sido siempre un personaje despreciable. Como escribió en las redes el gran periodista Sebastián Lacunza (entre otras cosas, ex director del Buenos Aires Herald): "No hay que ser injustos. Este porteñazo no sólo justifica violaciones y pregona matar mujeres. También es racista, ama el gatillo fácil, pide no joder más con los desaparecidos y musicalizó para la dictadura". Y que haya escrito genialidades como Café la Humedad o Garganta con arena, no lo transforma en un artista. Así que allí no hay conflicto. O, en todo caso, cada uno tiene los propios.
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