He soñado mucho, y mis sueños han sido heroicos, épicos, fanfarrones, desafiantes a más no poder, y varias veces en ellos he convertido el gol sobre la hora en la final. Nada de eso sucedió.

No soy bueno para los negocios, soy ingenuo, lento de entendimiento, al otro día siempre sé lo que tendría que haber contestado, soy brillante en la previa, mejorador de ideas ajenas, muchas veces culposo, aprendiz de indulgente, testarudo, de vocabulario apretado, padre de dos mujeres bellísimas, Emilia y Josefina, concubino feliz e hijo de padres inquietos. Soy buen compañero para hacer nada y para perder el tiempo. Me gusta cocinar y eso sí que es verdad.

Tengo un montón de vidas encima, todas me pertenecen, vidas contradictorias, impensadas, algunas me han ido alcanzando, otras se instalaron por un tiempo, vidas negadas, inapropiadas, y llenas de dicha también. A todas les di el permiso, a nadie debo culpar. Pero es verdad que a estas alturas vivo con la que tengo más a mano, la más sincera, con la que aprendí a querer, cuidar y construir.

Actuar es jugar.

Y me gusta jugar. Que soy otro, pero al final siempre soy el mismo.

Cada personaje soy yo, todos tienen mi ADN, todos gozan esa fatalidad. Cuando no soy yo, soy más yo que nunca, y ese es el juego.

Una mañana soleada de noviembre le tuve miedo a la muerte, pero solo ese día, de eso no me olvido, en cambio otras cosas las fui olvidando.

He renunciado un par de veces, me he ido y me han echado.

Me mudé unas cuantas veces, así fui aligerando mi equipaje.

La vida me fue poniendo en este lugar, pero eso no es verdad.

Puedo ver que me ha salido barba blanca, a esta edad, en la que hace rato ya me tratan de usted, veo que tengo pocos kilos para llevar pero aún así me canso. No tengo tantas arrugas dentro de todo y tengo una cabellera más que digna a estas alturas.

Quise ser músico, futbolista, cantante, electricista, carpintero, ingeniero, jardinero, cocinero, poeta, actor, soldador, pintor, dibujante. Me parece que es mucho, pero algunas cosas son ciertas.

Sin pudor digo que estoy en mis zapatos, con mis luchas, mis afectos y con el amor de Nathalie.

Tengo un riñón de mi hermano y esa es una verdad grande como una casa.

Y ante esa verdad, cuento este cuento.

Producción periodística: Guillermo Del Zotto