falvarez@elpopular.com.ar

"El primer síntoma que tiene el broncémico es que comienza a perder la capacidad de sonreír", dice el Dr. Francisco Occhiuzzi. Y claro, se cree tan importante el broncémico, tan intocable y superior, que no necesita de una mano amiga, ni se contagia de la sonrisa ajena. El médico santiagueño radicado en Córdoba que estuvo en Olavarría el viernes dejó a los asistentes a su charla con la boca abierta. Llegó invitado por el ateneo que organiza en forma anual la Dirección de Atención Primaria de la Salud para disertar sobre "broncemia", una "patología" que padecen muchos médicos y que crece en el mundo.

Didáctico, claro, irónico, autocrítico y a la vez afectuoso. Así se dirigió a sus colegas el cirujano que estuvo al frente del Hospital de Jesús María durante treinta largos años. Solo dos o tres profesionales de la salud levantaron la mano cuando les preguntó, casi al final de su disertación, quién era broncémico. No es para menos: no es sencillo admitir -menos públicamente- un alto nivel de egocentrismo. Pero es necesario para lograr un tratamiento adecuado a esta enfermedad de la época, que alcanza a todas las profesiones.

La broncemia es una "enfermedad fantástica", ya que no existe tal término para la ciencia. "Y se trata del nivel de bronce en sangre. Dicen que los médicos que la padecen, a medida que pasan los años, comienzan a invadirse con bronce, creen que son próceres y sueñan con que su estatua de bronce esté alguna vez en el patio del hospital donde trabajan", define el Dr. Occiuzzi.

El término no es propio pero lo adoptó de un colega cordobés que, paradójicamente, se llama Narciso Hernández. El definía dos etapas de la enfermedad: "importantitis, se cree tan importante que nadie es mejor que él. E inmortalitis, que es cuando el bronce invade todo su cuerpo, y ahí se cree una estatua olímpica e inmortal".

Si el lector llegó a esta altura de la nota y cree que esto le afecta solo a los médicos, está equivocado. Muy equivocado. La broncemia afecta a intelectuales, empresarios, políticos, abogados. Y, por supuesto, a los periodistas.

Síntomas y tratamientos

-¿Cuándo y dónde podría decirse que comienza a desarrollarse esta enfermedad?

-Se presume que hay un alto nivel de bronce en sangre entre los intelectuales, los que salen de la Universidad. Pero también se han descripto casos severos en tribunales, grandes sanatorios, sociedades científicas, empresas, instituciones deportivas de renombre y en la clase política, donde aparece de manera espontánea. La edad la definiríamos entre los 45 y 55 años, pero los casos más severos se presentan entre 55 y 65 años. Ha habido casos de broncemia en las mujeres, con la aparición del feminismo, de extrema gravedad.

-¿Cuáles son sus síntomas?

-El broncémico presenta diarrea mental, hipoacusia interlocutoria y reflejo cefalocaudal. La diarrea mental se caracteriza por la verborragia exagerada. El broncémico habla y habla. Lo hace erguido y como si estuviera desde un púlpito o atrio. La sordera interlocutora acompaña cuando éste habla y habla y sus oídos no escuchan nada. El reflejo cefalocaudal lo da la forma característica de caminar: cabeza elevada, cola parada por la impregnación de bronce y algunos autores dicen que se deposita en los pies, después sube hasta llegar al cerebro y si esto fuera cierto posiblemente se justifique el hecho de que llega un momento en que ya no caminan sino que se desplazan majestuosamente.

-Usted habla especialmente de la broncemia en los médicos, un profesional que ha ocupado el lugar del saber sobre lo más importante de las personas, la salud. Pero esta visión ha cambiado en los últimos años.

-Si uno mira en la Antigua Grecia o la Antigua Roma, los broncémicos estuvieron siempre y en todos los niveles socioculturales. Pero el problema es que ahora hay cada vez más jóvenes. Yo tengo 51 años de médico y no recuerdo la broncemia entre mis compañeros. Hoy se ve ya en los residentes, los de tercero contra el de primero. Un día escuche decir a un joven "los médicos que salvamos vida no deberíamos morirnos nunca". Y pensé que este era uno de esos que desayunan con Dios y después bajan a atender a sus pacientes.

-¿Cómo se diagnostica una persona broncémica?

-El diagnóstico lo podemos hacer cuando se advierte que a esta persona no le importa el otro. Les importa la egolatría, se aman a sí mismos, ellos son lo importante, los otros no. No escuchan lo que el otro dice, solo hablan ellos.

-En realidad el broncémico ni siquiera es consciente de su enfermedad.

-Muchos lo saben, pero que lo hayan admitido... es otra cosa. Un amigo me dijo un día "soy broncémico y creo que necesito tener como tiene mi padre un busto en la entrada porque he dejado mucho en el hospital". Pero sí, es difícil que lo reconozcan. Por el contrario, muchos se creen humildes, como una anécdota que recuerdo de uno de los viejos profes que se definía como tal. Decía "soy tan humilde que no me molestan esas cosas desagradables que hablan de mí. Yo los perdono, porque estoy por encima de todo eso..." (risas)

-No hay medicina ni curación posible sin diagnóstico previo. ¿Siente que este diagnóstico que usted hace puede ser un llamado de atención y lograr humanizar la medicina que ha estado tan especializada?

-Creo que sí. El tratamiento de la broncemia es difícil, hasta dicen que es incurable. Pero poder darte cuenta ya es un paso. Que los aplausos no te sumen gramos de bronce adentro, que no te envanezcas ni te vuelvas narcisista porque te aplaudan. Se puede lograr con gente joven. Es necesario estar con el paciente, escucharlo, saber que piensa, qué cree, estar cuando se duerme y cuando se despierta. Para él eso es importante.

-Esta cercanía con el paciente, involucrarse con él, ¿le trae satisfacciones y también dolores?

-Satisfacciones sí, más dolor no. Que a uno le digan qué suerte que estás a mi lado... eso es lo importante para la persona. Estar como cirujano cuando el paciente se duerme y cuando se despierta tiene un valor enorme para el enfermo.

-¿Qué se puede hacer para no contagiarse o adquirir esta enfermedad?

-A los jóvenes imbuirles el deseo de ayudar a sus colegas, colaboradores, pacientes. No puedo hacerlo por decreto sino con el accionar cotidiano de nosotros los más grandes, quienes debemos sembrar para lograr el espíritu de servicio. Y quiero distinguir entre servicio y espíritu de servicio. Cuando hacía mi tesis vi un conejo que le sacaba a otro conejo los hilos de sutura del lomo. Esto no es extraño, lo que hacia era un servicio. Porque es un acto. El espíritu de servicio es el profundo deseo de satisfacer a aquellos que necesitan de nosotros, no es un acto, es una actitud de vida. Si los médicos jóvenes no se preparan para nutrirse del espíritu de servicio están preparándose para contagiarse de broncemia.

Broncémico recuperado

No se define a sí mismo de esta forma pero la charla del profesional sobre su propia historia refleja que esto es el Dr. Occhiuzzi. ¿Por qué? El lo explica perfectamente:

"Todos los médicos tenemos diplomas en nuestros consultorios. Muchos diplomas, yo llegué a tener el consultorio tapizado de diplomas. Estaba orgulloso de que mis pacientes miraran eso. Hasta que un día me pregunté para qué sirven. Un día saqué todos, hasta los que no tenía encuadrados, los cargué en el auto y los tiré en un container. No digo que sentí satisfacción pero sí un gran alivio, porque saqué eso que era parte de mi ego".

Total, el paciente vería con su accionar qué tanto sabía sobre cirugías sin necesidad de observar sus diplomas. Pero lo que marcó un punto de inflexión en su carrera fue una fuerte experiencia. El Dr. Occhiuzzi recuerda que, cerca de sus 40 años y 15 de ejercicio médico, lo llamaron desde el Hospital porque había sucedido un grave accidente.

"Llegué, entré a la guardia y vi una nena en la camilla. Tendría 3 años, era rubia, tenía los ojitos abiertos, celestes. Estaba muerta. Habían fallecido también su papá y un tío. La vi tan parecida a mi hija... Me apoyé en la pared y empecé a llorar como nunca. Fue la primera vez que sentí que yo podía ser su padre, que podía ser un paciente, ahí me salí del lugar de cirujano y entendí cuando las enfermeras lloraban cuando se iba un paciente. Porque ellas estaban siempre cerca, y yo no".

La anécdota dejó en silencio a los más de cien médicos que estuvieron en la charla. Y a él lo marcaron tanto que inició un cambio en su forma de concebir a medicina. Y, en definitiva, la vida.

Quién es

El Dr. Francisco Occhiuzzi es médico cirujano. Hace 51 años que se dedica a la medicina. Nació en Santiago del Estero pero su profesión la desarrolló en la provincia de Córdoba, adonde hoy vive. Trabaja en dos institutos de Medicina estética de la ciudad de Córdoba.

Si bien ejerció la medicina durante muchos años y fue director del Hospital de Jesús María hasta hace 4 años, el médico se hizo conocido gracias a una de las charlas TED que ofreció hace 3 años. En noviembre saldrá a la venta su primer libro sobre "Broncemia".

"Fui un médico del montón dentro de Jesús María, que es una ciudad chica. Ser el director de la clínica más grande durante 30 años implica que iba al supermercado y me conocían todos, pero en una ciudad grande no. Pero ahora existe Youtube. Y un día fui a dar una charla de Ted pero nunca imagine que se iba a viralizar de semejante forma. De pronto se convierte en la charla más vista en español y yo termino dando disertaciones en muchos lugares más sobre este tema. Y automáticamente pensé ¡pero la pucha! Cincuenta años de médico y nunca me han conocido tanto como ahora que me dicen ´Ah...usted el Occhiuzzi que habla de la broncemia’", dice riendo. Y celebrando que se hable del tema.

Homenaje

Una vez concluida la charla del médico invitado, se llevó a cabo un pequeño homenaje a la Dra. Mirta Murrillo, recientemente fallecida.

Sus colegas cerraron con un fuerte aplauso las palabras de quienes la recordaron como una "médica amiga, presente y cercana entre sus pacientes, buena compañera, excelente profesional". La emoción embargó a muchos de los presentes, que quisieron recordarla tras su paso por nuestra ciudad.

La Dra. Murillo estuvo al frente del Hospital de Sierras Bayas, donde gozó de un muy merecido aprecio en la localidad. Incluso fue reconocida su actividad social con una distinción en el Día de la Mujer y recibió otra distinción de la Cámara de Diputados. Fue una persona muy querida, por eso los organizadores del Ateneo, desde APS, la homenajearon el jueves.