Dejar huellas detrás del cóndor
Asisten a los cóndores desde que llega un huevo hasta que cumplen un año. Y son parte de la cría, cuidado, alimentación y observación. Vinieron a Olavarría en busca de Amulén, la última pichona nacida en La Máxima. Una de ellas, Lorena Nicodemes, es olavarriense. Las tres están dispuestas a seguir como voluntarias en la Fundación Biondina. Y dejar sus marcas en este proyecto.
"Tenemos al hermanito de Amulén en Buenos Aires, lo criamos allá y este es un momento muy lindo", cuenta Lorena, dispuesta a compartir la bendición de las alas que le prodiga la comunidad mapuche local.
"Conocíamos el proyecto y sabíamos de donde venían los pichones por Lore, al ser de acá", interviene Florencia Veron, tras explicar que "a dos hembras que vinieron el año pasado a Olavarría, Tota y Palca, las tuvimos en el zoológico en el área de rescate, rehabilitándolas".
Las tres asisten en el cuidado de los ejemplares de Cóndor Andino desde la llegada del huevo hasta que cumplen un año. Luego las aves se llevan a su ambiente natural para ser liberados. Mientras tanto, comparten tareas de mantenimiento del Centro de Incubación, la incubación de huevos de cóndor andino y de su cría durante los primeros 25 días de vida, además de confeccionar planillas y análisis de la información recolectada; participar del mantenimiento de los recintos de cría, cuidado, alimentación y observación de los cóndores juveniles y adultos del proyecto.
"Allá está todo lo que es rescate e incubación y participamos de todo por igual, desde que llega un huevo y se hace la incubación hasta cuando nace el pichón se participa", plantea con entusiasmo Lorena Nicodemes. Aun no pudo experimentar una liberación y tiene enormes expectativas con esos dos pichones salidos de La Máxima, y poner verlos volar el 9 de septiembre. Sí tuvo la suerte de "ayudar" a nacer a más de un cóndor que no podía salir del cascarón solo. O de convertirse en títere para proteger esos animales y hacer que tengan el menor contacto posible con los humanos para acceder sin escalas a una buena liberación.
Tampoco les resultan ajenos los "tratamientos necesarios y la alimentación, participamos de todo en el voluntariado", observa la joven de Olavarría.
Aprendizajes
No es necesario ser estudiante o egresado de Biología para acceder al voluntariado de la Fundación Bioandina. Solo es necesario tener el interés y el compromiso de integrar los proyectos que la institución asiste, colaborando en las distintas actividades que cada área tiene programadas. Si es necesario ser mayor de 18 años y disponer de un mínimo de 8 horas semanales.
Cada área de trabajo dispone de un cupo limitado de vacantes y cuando éstas se liberan, los coordinadores se reúnen con los aspirantes inscriptos, combinan horarios y disponibilidad, y el voluntario ingresa a la fundación. Todos los conocimientos, talentos, capacidades, son valoradas y contribuyen a los objetivos de cada proyecto de conservación. Biólogos, veterinarios, naturalistas, estudiantes universitarios, artistas plásticos, administrativos, técnicos, programadores, diseñadores web y documentalistas han dejado su contribución y han permitido construir cada proyecto a lo largo del tiempo.
La Fundación Bioandina también tiene una Base de Campo en Sierra Pailemán, Río Negro, con tareas de conservación in-situ durante todo el año, al pie de la sierra ubicada a 100 kilómetros del poblado más próximo. Se hace un seguimiento con radio telemetría y relevamientos con GPS, cuidado de los cóndores liberados (durante su primer año libre) y de los que están en proceso de adaptación en los recintos, confección de planillas y análisis de la información recolectada mantenimiento de la base asistiendo al personal estable en las actividades cotidianas.
El Proyecto de Conservación Cóndor Andino (PCCA) es una de las áreas de voluntariado. También están el Proyecto Conservación y Rescate de Aves Rapaces (PCRAR), Proyecto Asistencia a la Conservación y Reproducción Animal (ARCA), Enriquecimiento Ambiental. (EA) y Fundación. Es decir que además de cóndores, se contempla el cuidado y la alimentación de guacamayos, cigüeñas, muflones y otros animales que forman parte de los programas de Bioandina.
Las voluntarias que acompañan a Luis Jácome se prometen "en septiembre ir a la liberación en la Patagonia, ya estamos anotadas y haremos lo posible por viajar", asegura Rocío Araouz. Es de Capital Federal y ya "estuve en una campaña educativa y estuve en una liberación" donde rescató al "cóndor como un ave sagrada. Se genera una conexión total con la naturaleza y los pueblos originarios. Es como acá: el parque es muy lindo lugar y se entiende la tasa de reproducción al llegar".
El voluntariado "es por 3 años pero si estás trabajando bien y cómodo no hay un límite. Lo importante es participar y funciona solo con conciencia y queda un aprendizaje para uno y además tu marca en el proyecto", enfatiza Lorena Nicodemes que hoy vuelve a conectarse con su ciudad a través de un proyecto de alto vuelo en el que está dispuesta a dejar sus huellas.