Un oficio que pasa de padres a hijos
El oficio de joyero y relojero requiere de muchos años de aprendizaje y luego de una actualización permanente. Es de esos oficios que se aprenden en familia. Los Luna son uno de los mejores ejemplos.
En 1955, Lucio Omar Luna, con apenas 22 años -eran tiempos en los que se maduraba más rápido- tomó la decisión de independizarse y abrió su propio local en Belgrano 1609, en el corazón de Pueblo Nuevo. Cinco años antes, cuando era un adolescente de 17 años, había comenzado a trabajar en la antigua firma Amoroso & Llera, donde se realizaban trabajos para toda la provincia de Buenos Aires y que fue la escuela de muchos joyeros olavarrienses, los que luego, al igual que Lucio Luna, abrieron sus propios negocios.
Más de cincuenta años después del comienzo de esa aventura, Omar Luna, uno de los hijos de Lucio, reflexiona sobre el carácter eminentemente familiar del oficio de joyero y relojero. "Este oficio se aprende en familia, lleva años aprenderlo", señala, aunque él prefiere que sus hijos sigan estudiando y después, si alguien decide que los logros académicos no son lo suyo, "entonces tendrán su empresita para trabajar y desarrollarse".
En 1986, cuando Omar ya estaba bien preparado, la familia Luna abrió una sucursal en la avenida Urquiza entre Hipólito Yrigoyen y José Luis Torres. Tres años después, cuando el país temblaba ante el rugido temible de la hiperinflación, los dos locales se fusionaron nuevamente y se trasladaron a la calle Necochea al 2700, donde hoy sigue estando, aunque Jorge Luna, el orfebre, otro de los hermanos está ahora al frente de un segundo local, en Rivadavia al 3000, aunque ambos negocios están íntimamente vinculados.
Lucio Luna se jubiló tres años atrás y dejó todo en manos de sus hijos, aunque "todavía sigue trabajando en los relojes de cuerda y los automáticos", cuenta Omar.
Los antiguos relojes de cuerda "han reaparecido desde hace algún tiempo. Es por la cuestión de la ecología. El 5 por ciento de la producción de las fábricas debe ser de relojes ecológicos. Son los eco drive, que cuentan con un capacitor eléctrico que los recarga de forma automático y los que se cargan con el uso. Esto viene desde alrededor del 2000".
Omar Luna cuenta que actualmente la crisis afecta las ventas y que esto comenzó "en marzo del año pasado, cuando comenzó el conflicto con el campo", aunque en este rubro "cuando caen las ventas aumentan las reparaciones".
El joyero indica que "como trabajamos con materiales nobles todo siempre tiene reparación. Y ahora la gente está acostumbrada a reparar alhajas, si es una cadena se suelda, todo se puede restaurar, hay joyas que van pasando a través de las generaciones y se deterioran, por lo que se deben restaurar".
A veces se producen situaciones curiosas: "Hay veces que los clientes no reconocen la pieza que trajeron y nos dicen ''pero eso no es lo que yo traje''. Pasa mucho con las bombillas de oro y plata, que por ahí están negras desde hace muchísimos años, como nosotros le hacemos una limpieza completa, cuando el cliente la ve blanca, brillante, no la reconoce".
Cuando hay un cliente que quiere una alhaja especial, el joyero tiene que poner en juego su arte. Uno de los trabajos que más recuerda Omar Luna es el regalo que un hombre decidió hacerle a su esposa: un conjunto de ropa interior femenina con ornamentos de metales nobles y con una piedra.
Para el diseño trajo una fotografía para tomar como modelo, pero seguramente el joyero debió extremar su habilidad para conformar al cliente.
El orfebre es Jorge Luna, quien se ocupa de cincelados, cuchillos y rastras. Hay diferencias de calidad y de precio entre "los cuchillos de fabricación industrial y los artesanales. Los industriales son todos iguales, cada uno de los realizados por un orfebre es único. Por eso la diferencia de precios es de cinco a uno".
En cuanto al futuro, Omar Luna sabe que puede ser difícil, pero "trabajamos todos los días con empeño y con la esperanza de que todo va a mejorar".