También hay pastas enriquecidas a las que se les ha añadido algún ingrediente como gluten, soja, huevos, leche o verduras para aumentar su valor nutritivo. Algunos ingredientes proporcionan color, como el huevo (amarillo brillante), tomate o morrón (rojo) o espinacas (verde).

Además, podemos encontrar pasta rellena, a la que se le ha añadido un relleno o farsa que puede estar formado por carne, pescado, verduras, pan rallado, huevos o grasas. Entre los tipos de pasta rellena más conocidos se encuentran los ravioles, canelones, tortellini o sorrentinos.

La pasta también se puede clasificar en función de la forma, donde encontramos pastas enrolladas en madejas o nidos, pastas largas (espaguetis, macarrones o tallarines), o pastas laminadas (lasaña, canelones). Además, existe un gran número de pastas cortadas en diferentes formatos: largas o cortas, con formas distintas (como los ñoquis o gnochis), tubulares o que se pueden rellenar.

Las pastas secas que se comercializan masivamente vienen en formatos guiseros y soperos. En este último caso, se presentan en tamaños menores, por lo que se llaman colectivamente pastina o "pasta pequeña". Se reservan para caldo casero de carne o pescado y son un plato de fácil digestión y muy reconfortante. Las formas parecen granos de arroz, granos de trigo, estrellas y se han creado otras variantes para divertir a los niños y para lucir atractivas, más que para lograr diferencias de sabor y textura.

Hay otras clases de productos de pastas: los fabricantes inventan pastas de colores y sabores diversos; desde azafrán, remolacha, albahaca, champiñón..., hasta pastas de color negro por la tinta de calamar utilizada en la mezcla. En algunos restaurantes, los tallarines negros constituyen el plato más elaborado en el rubro pastas; se los suele combinar con langostinos.