Daniel Puertas

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En inglés, idioma en el que fue acuñado el término, se dice post-truth y es materia de discusión desde hace pocos años, aunque para algunos es una nueva forma de llamar al mismo perro.

Probablemente "posverdad" sea una forma de llamar a la vieja mentira para disimularla un poco. Se la define como una forma de manipular a la opinión pública apelando a las emociones y a las creencias personales, es decir, a lo que se denomina el marco previo de referencia, prescindiendo de los hechos objetivos, o sea, de la verdad.

Esta metodología, tan utilizada en la política, se sostiene en la idea de que la apariencia de verdad es más importante que la verdad misma.

Por ejemplo, la propaganda del gobierno de George W. Bush pregonando que se invadía Irak para destruir el arsenal de armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, el que no existía y probablemente no existió nunca. Donald Trump fue señalado como el hombre que llegó a la presidencia de los Estados Unidos haciendo uso como nunca antes de la posverdad.

Kellyanne Conway, la jefa de prensa de Trump, justificó las restricciones al ingreso de ciudadanos árabes argumentando que dos refugiados iraquíes habían estado involucrados en la masacre de Bowling Green, un motivo ciertamente atendible si no fuera porque esa matanza nunca ocurrió. Esto es también lo que ahora se denomina "hechos alternativos", aunque se les podría aplicar el coloquialismo criollo de "bolazo".

En la Argentina, ciertamente, abundan los ejemplos del manejo de la posverdad, no sólo utilizada por políticos, sino también por jueces como los que mantienen presa a Milagro Sala.

Siempre los políticos han formulado falsas promesas para seducir a los votantes, pero ahora se ha creado toda una metodología para su utilización, la que incluye la elaboración de discursos para cada tipo de votantes y la colaboración indispensable de los medios de comunicación para que repitan innumerables veces una mentira hasta que alcance el rango de verdad, o, mejor dicho, de posverdad.

Está tan extendido en el mundo este método que ya se habla de países que tienen una "política de la posverdad" en ejercicio. Según Wikipedia, se verificó el ejercicio de esta política de la posverdad en Austria, Alemania, Corea del Norte, Polonia, Rusia, Turquía, el Reino Unido y los Estados Unidos.

Aunque en esa breve lista no aparece nuestro país, es evidente que aquí también se cuecen habas y en cantidad. Por caso, en las elecciones anteriores dirigentes de la entonces oposición atacó a Aníbal Fernández atribuyéndole ser la "Morsa", un delincuente mencionado en el expediente judicial por un triple crimen.

No había razones objetivas que avalaran esa peregrina hipótesis, pero no sólo la creyeron millones de votantes, sino que después ninguno de los que la difundieron, incluyendo a Jorge Lanata y Elisa Carrió se desdijeron de sus afirmaciones, a pesar de que nadie, ni siquiera los magistrados más furiosamente anti-K, hallaron un argumento mínimamente sólido que hiciera creer que podía haber algo de cierto en las acusaciones contra el frustrado ex candidato a gobernador.

Hace un par de años, el analista de medios y política Jayson Harsin ideó la definición de "régimen de posverdad" y afirmó que el desarrollo de la comunicación política profesional informada por la ciencia cognitiva, que tiene como objetivo manejar la percepción y la creencia de las poblaciones segmentadas a través de técnicas como la "microtargeting" (microcentralización de receptores de determinados mensajes, incluyendo el uso estratégico de rumores y calumnias).

En la campaña electoral de 2015, Cambiemos utilizo esta técnica para difundir mensajes apelando a reclamos de distintos sectores sociales y acuñó eslóganes como la pobreza cero, narcotráfico cero y ningún impuesto a las ganancias.

Como fueron los que ganaron, no puede saberse cuánto del uso de la posverdad hicieron los otros candidatos, ya que no tuvieron la oportunidad de cumplir sus promesas. En realidad, desde 1983 hasta ahora los equipos profesionales tuvieron mucho que ver con los discursos políticos, ya que se hacían estudios con grupos de individuos antes de elaborar los discursos de los gobernantes. La pretensión es siempre decirle a la gente lo que quiere o necesita escuchar.

Sin embargo, en los tiempos que corren parecen haber desaparecido todos los escrúpulos respecto de la utilización de la mentira como herramienta de acción política, O, mejor, dicho, se ha hecho desaparecer la mentira y se la ha vestido con el ropaje de la posverdad.

Claro que hasta ahora esto se ha mostrado eficaz sólo a la hora de ganar elecciones. No parece ayudar mucho a gestionar, a juzgar por los resultados.