Matías Lupardo es un trotamundos de las carreras de caballos. Desde muy chico estuvo vinculado al mundo hípico y hoy sigue despuntando el vicio. Días pasados corrió una carrera muy importante en la provincia de Neuquén y ganó, pero más allá de los elogios que pueda cosechar él insiste que "entre el caballo y el jockey debe haber una comunión, las carreras se ganan conociéndolo".

Con 18 años se fue a vivir a La Plata a intentar suerte y no la pasó bien. Volvió a su lugar en el mundo y comenzó a forjar una carrera que lo ha llevado a ser uno de los jockeys más reconocidos de la región.

"Hay que hacer mucho sacrificio", subraya. "Acá se hace difícil porque no hay una cancha, entonces me fui a correr a distintas ciudades: Olavarría, Benito Juárez, Coronel Suárez, Recalde, San Jorge... me costó horrores. Estuve dos años corriendo el mismo caballo, así fui creciendo y pude correr con animales importantes. Después me fui al campo a trabajar y dejé; a los dos meses me convencieron para volver. Me fui a Miramar a trabajar en un campo y volvía a dejar, pero nos volvimos a La Madrid y otra vez Matías arriba de los caballos", repasa.

Los golpes de la vida -también los de las carreras- los fueron moldeando para convertirse en un referente regional. Tuvo buenas personas a su lado que le permitieron crecer y a ellos les agradece por las oportunidades que se le presentaron.

El avezado jockey visitó las pistas de los distintos puntos del país y aquella vieja cancha en La Madrid -hoy un lindo recuerdo para los viejos burreros- sirvió de inspiración para que se apasione por los caballos. "Desde muy chico anduve arriba de los matungos, es lo que me gusta hacer", dice con franqueza.

"El trabajo no sólo es correr. También tenés que conocer a los potrillos, para eso tenés que variarlos constantemente", detalla sobre su labor.

"Hay algunos caballos que ya están enseñados y saben qué tienen que hacer en la carrera. Otros tenés que ir corriéndolos para que te conozcan, que sepan cómo salir, conocer las mañas... el cuidador te puede decir cómo es, pero cuando se larga la carrera se termina todo y sos vos arriba de un animal de media tonelada que hace los 500 metros en 26 segundos", cuenta, y se entusiasma.

"Todos los caballos son distintos. Hay que planificar una carrera, no es lo mismo correr 400 que 1.000 metros. El caballo es como el humano, tiene que cambiar el aire y ahí está el conocimiento del jockey", indica.

"El caballo que sirve te hace así (realiza un movimiento de brazos) y te trae él. Cuando encontrás uno así, te divertís en la carrera", remarca.

"Para mí todas las carreras son iguales, en ningún lado hay margen de error. Siempre es bueno darse hasta dónde puede dar y cuánto puede correr. Cuando conocés al animal, lo has variado, sabés hasta dónde va a llegar. Entre el caballo y el jockey debe haber una comunión, las carreras se ganan conociéndolo", apunta, y asegura que en las carreras "también hay un poco de ligue, porque si en la gatera suelta mal tu caballo u otro y te lo agarra, te arruina la carrera".

"La carrera dura unos segundos, por eso tenés que estar concentrado y no cometer errores. En la semana por ahí lo varias o estás con él, pero el domingo sos vos y el caballo, andás en el aire, pero es la adrenalina que necesitás para estar vivo", concluyó.