En sus inicios, el PRO se presentó como una expresión de lo nuevo que venía a dejar atrás a la política tradicional. Convocó a sus filas a muchas personas que no habían tenido participación política previa, pero que se sentían atraídas por un mensaje diferente.

Hoy, el PRO ha perdido ese perfil frente a la sociedad y ya es una expresión más de la política argentina tal cual se la conocía hasta ahora. En 2023, el electorado le dio la espalda y, por lo tanto, deberá redefinir su papel en el escenario político a partir de ese dato.

El lugar que ocupaba el PRO fue en gran medida absorbido por Javier Milei. Al igual que el resto de los partidos, ahora se enfrenta al desafío de definir una posición frente a la disruptiva experiencia de Milei.

El dilema que enfrenta el PRO si se identifica completamente con el oficialismo es claro: si Milei tiene una gestión exitosa se quedará con el grueso de la base electoral del macrismo, y si su gobierno constituye una nueva frustración, arrastrará al partido amarillo.

En este escenario se perfilan tres líneas claras en el PRO:

  1. Integración con LLA: Liderados por Bullrich, creen que el PRO ya no puede desligar su suerte de LLA y que, por lo tanto, hay que ir hacia un proceso de integración creciente entre ambos partidos. Este grupo es minoritario entre los dirigentes, pero expresa al sector mayoritario de la base electoral del PRO.
  2. Apoyo con identidad propia: El macrismo puro apoya la gestión de Milei, como se comprueba con el respaldo legislativo a las iniciativas del Gobierno, pero considera que el PRO debe mantener su identidad. Luego de la aprobación de la Ley Bases, procurará mostrar un perfil propio. Este sector reúne a la mayoría de los dirigentes del PRO, pero es minoritario entre su electorado que se siente convocado, sin matices, por Milei, a quien consideran el líder del cambio que el país necesita en este momento.
  3. Diferenciación desde ahora: Un tercer sector, mucho más reducido, considera que deben plantearse desde ahora las diferencias con algunas iniciativas del gobierno. Allí pueden ubicarse al gobernador Torres y a la senadora Tagliaferri.

Fue el propio Macri el que, en la misma noche de las primarias, instaló la idea de que habían ganado quienes proponían el cambio, forzando una virtual indiferenciación entre el PRO y LLA. Además, en sus presentaciones en los medios, es imposible diferenciar el discurso de algunos diputados como Diego Santilli y Cristian Ritondo del de sus colegas libertarios. Por eso, la estrategia de sostener un perfil propio no será fácil de concretar.

Lo que enfrenta el PRO en este momento no difiere de lo que ocurre en el resto del sistema político que años atrás aspiraba a transformar.