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Cuando el jueves 21 José Eseverri se reunió con Carlos Zannini (secretario Legal y Técnico de la Presidencia de la Nación) se corrieron todos los velos. El Intendente iniciaba una de sus ya típicas migraciones que comienzan cuando cae el invierno sobre la fuerza política que lo incluye. Como las golondrinas, Eseverri levanta el vuelo y, con la bandada, se va en busca de primaveras. Que en la política suelen ser tan efímeras como las banderas ideológicas de José. Si es verdad que una golondrina no hace verano, claramente, un José no implica un ramillete de principios irrompibles. Que lo digan los radicales, donde empezó su carrera rupturista y migrante.

Apenas 15 días atrás (16 de mayo) el Intendente respondió a esta periodista con un -aparente- massismo sólido, un antimacrismo marcado y una preocupación relativa por la sangría que ya era catastrófica. Cinco días después se encerraba en el despacho de la Legal y Técnica nacional y acordaba con Zannini su regreso pero por la puerta del randazzismo. De hecho, el funcionario clave del cristinismo estuvo, en los últimos diez días, llamando a los teléfonos de intendentes propios y ajenos para buscar engordar el perfil del Flaco. Es decir, de Randazzo. Hoy Scioli está pasando por otra de las cíclicas etapas de aversión desde el entorno presidencial. Y en esos ciclos se beneficia el hombre de los trenes.

Ese mismo día el randazzismo local (es decir, Gonzalo Bagú y su gente) supieron lo que se venía. Y comenzaron a sentir que en ese nuevo escenario no habría mucha oportunidad de protagonizar la obra. Que habían ido a buscar un actor afuera y que el galán de la telenovela no tendría competencia.

Días y flores

El Intendente parece aceptar entrar por la florería y no por la ola naranja. Dice que su límite es Scioli. "Realmente, ¿tiene límite José?", se pregunta un kirchnerista puro, uno de los que en este momento est�� intentando comenzar a tragar el enorme sapo que implica la caída de Eseverri sobre las humildes expectativas del Frente para la Victoria olavarriense.

Seis días después del acuerdo con Zannini, Olavarría inauguraba La Nación Ganadera con un palco cubierto de actores y actrices que provocarían una gastritis intolerable en cualquier kirchnerista genuino. Sergio Massa, Felipe Solá, José Ignacio De Mendiguren, Liliana Schwindt, Francisco De Narváez, el presidente de la Sociedad Rural de Olavarría (José María Ortiz) y uno de los directores de La Nación, José Claudio Escribano. El mismo que le puso condiciones a Néstor Kirchner, desde el diario, para que su gobierno pudiera durar un poco más que un año. José compartió con todos, se comprometió con las críticas del campo, almorzó con Sergio (que en cualquier momento se va a transformar en Massa) y se fotografió leal e involucrado con el proyecto que cofundó.

Mientras tanto, el Frente Renovador perdía -oficialmente- el séptimo intendente. Que significa que una mesa pierda sus patas. O un colectivo sus ruedas. Claro que esta vez fue Raúl Othacehé y es verdad que a ciertos dirigentes es mejor perderlos que encontrarlos. De todas maneras, el intendente de Merlo se fue porque olió final. Y no porque no coincida con la propuesta. No existen hoy en la Argentina renuncias a los honores pero no a la lucha. No existen hoy bajas por convicciones, nadie se va a su casa después de renunciar por diferencias ideológicas.

Othacehé se sacudió los restos de massismo de su ropa y entró a la Casa Rosada para sacarse una foto con el secretario general de la Presidencia, Eduardo "Wado" de Pedro, y con Julio De Vido. A Othacehé le tocó el Ministro de Planificación, por lo que puede pensarse que como premio al regreso pueden ofrecerle unos pesos o unas obras. A José Eseverri le tocó Zannini (al menos en el encuentro semisecreto) porque "Cristina dijo que si quiere volver que sume, pero no hay un mango", según los que están del lado de la vereda que resiste la llegada de Eseverri.

El intendente de Merlo y el de Pilar, Humberto Zúccaro, le cerraron la puerta en la nariz a Massa y se fueron a trabajar con Scioli. Habrá que ver cuál será el último, para encargarle que apague la luz.

Los que siguen, aparentemente, serán Eseverri, Katopodis (San Martín), Selva (Mercedes) y Meoni (Junín). Para una fuerza donde los intendentes fueron materia constitutiva es desaparecer como espacio.

El plan sería que Massa se baje a principios de junio (el 6 dicen los cercanos) y que luego todos se desbanden definitivamente.

No voy en tren

El 28 de mayo (un día después de la foto con Massa y siete días después del encuentro con Zannini) regresó el tren a Olavarría con la alegría del retorno en la gente y un día político tortuoso y definitorio: Randazzo no llegó a la hora en que el tren llegaba, victorioso, a la estación. Voló a Olavarría tarde, cuando ya se desmontaba el acto, los referentes seccionales se iban y Gonzalo Bagú se preguntaba qué capítulo seguía. El llamado fue: "El Flaco está volando para allá y quiere una conferencia de prensa en la Municipalidad". Bagú decidió que él no formaría parte de esa escena. Y que no compartiría una foto con Eseverri en su despacho.

Cuando Randazzo ya se iba se encontraron en el aeropuerto. "Qué querés... no me quedó otra. Perdoname. Pero tengo orden de abrochar con este tipo", le dijo a Bagú. Que fue su referencia en Olavarría desde cuando el funcionario no se atrevía a mencionar su apetencia electoral. Pero cuando las posibilidades se vuelven más ciertas y la competencia ya pisa las grandes ligas, hay que sumar desde afuera. No importa desde dónde. Pero que tenga para aportar.

José lo llenó de elogios, le dijo hacedor y lo llamó Florencio.

Al otro día, se fue a Mar del Plata a sacarse foto con Massa (que todavía es Sergio) en la presentación del Código Penal renovador. Habría que ver cómo redondeará José su conceptualidad como para relativizar su convocatoria a la marcha por la muerte de Alberto Nisman, el 18F. Donde el antikirchnerismo era casi venenoso.

Vecinal

Desde el kirchnerismo olavarriense más acendrado aseguran que "a nuestra fuerza le sirve mostrar que vuelven". Y observan el escenario de La Nación Ganadera como un intento de "retenerlo y pegarlo en una foto con la oposición". Otros dicen que con una movida semejante, Eseverri "pierde los aliados seccionales, se tiene que refugiar en la ciudad y dar explicaciones".

"Le vendió a la ciudad que estaba jugando con un estadista, con el futuro presidente", se indignan.

En los sectores más cercanos al randazzismo local, sintieron el golpe profundamente. "Es muy duro. Es tu referente que viene a tu ciudad y se junta con otro". Pero a la vez, sostienen que "habrá que ir a la PASO contra él". No está muy claro todavía si José Eseverri se convertirá nuevamente en el referente del Frente para la Victoria en Olavarría. Si entrará en las PASO o utilizará un vecinalismo para competir en octubre.

Después de todo, en 2003 el eseverrismo se embarcó con la candidatura de Ricardo López Murphy y creó una agrupación vecinalista, Acción Local, como virtual herramienta electoral. Tal vez conserve todavía ese sello para utilizarlo en momentos de necesidad.

La gente de Gonzalo Bagú especula. "Tal vez nos llamen a negociar. Cosa que no aceptaremos". Creen que Bagú es un dirigente de importancia, que no por casualidad Randazzo le dio para gestionar un símbolo como es el Sarmiento (donde tiene que lidiar con figuras como el Pollo Sobrero), y que seguramente buscarán para él una salida política interesante. Tal vez la puerta sea la legislativa. Pero César Valicenti intentará mantener su banca en la Legislatura y no tiene intenciones de ceder espacios.

Es la política

La idea K en esta pesca de dirigentes que se caen del palo enjabonado en el que se convirtió Massa, es aprovechar el amesetamiento macrista, que ya chupó toda la sangre anti-K del Frente Renovador. Al resto, los ven potables para el rescate. Entonces se quitaron los prejuicios, se taparon la nariz, y decidieron salir a buscar viejos conversos.

En esa practicidad política, más pedestre que el pragmatismo, vuelven desde Othacehé hasta José Eseverri. Y mientras todas las críticas por veletismo agudo le caen al Intendente, su retorno es posible por la ausencia de escrúpulos y de reparos desde quienes lo reciben.

Es la estructura política argentina, sin partidos, con liderazgos personales efímeros, ausente de programas e ideologías, la que permite un fenómeno inédito como el de Sergio Massa que en un par de años nació, creció, ganó una elección, llegó a la cúspide y se despeñó inexplicablemente.

Y cuyos dirigentes se van y vuelven según desde dónde soplen los caprichosos vientos del poder.