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"Desde que existe la ciudad existen los templos en su seno", dice el español Rafael García Lozano en su trabajo "Templo y ciudad, la misión de la arquitectura religiosa contemporánea".

"La ciudad clásica como la medieval -e incluso concepciones posteriores de la ciudad- han crecido en torno del elemento religioso. De forma especial, la ciudad medieval creció alrededor de la catedral e incluso en torno de monasterios, que acabaron por convertirse en su referencia fundamental, pero la ciudad contemporánea también se ha configurado en alguna ocasión en torno a la plaza pública y a la catedral" apunta en un trabajo de 8 carillas.

Aún, como dice Rafael García Lozano, a tono con un fenómeno de la secularización y desacralización de la ciudad contemporánea occidental, iglesias y templos siguen siendo un elemento identitario insoslayable en los barrios y pueblos del Partido.

Este trabajo (que contó con el aporte imprescindible de los arquitectos José Luis Arguiñena y Mario Arabito) pretende sumergirse en los orígenes y los estilos arquitectónicos de los templos que forman parte del patrimonio olavarriense (ocho) y de otros que sin serlo han constituido un vínculo muy fuerte con cada una de sus comunidades.

Arabito es integrante del PAO (Patrimonio Arquitectónico Olavarría), mientras Arguiñena tiene una profusa vida pública: ex presidente del colegio de arquitectos distrito VIII y ex concejal (los dos mandatos finalizados en diciembre del 2019), actual integrante del tribunal de disciplina del Consejo Superior del Colegio de Arquitectos de la provincia de Buenos Aires.

Según ordenanza 2316 del año 1998 fue declarada patrimonio arquitectónico de la Ciudad la iglesia Monte Viggiano.

Varios años más tarde, por Ordenanza 3934/16 se agregaron los templos San Francisco de Asís, San José, Cristo Rey de Sierras Bayas, Nuestra Señora de la Asunción de Hinojo, San Lucía de Sierra Chica, la capilla Santa Elena de Loma Negra y la iglesia San Miguel Arcángel de Colonia Nievas.

Presencia habitual en las postales que ofrecían los kioscos ubicados frente a la Terminal de Omnibus, e ícono de la ciudad, la Iglesia San José muestra esta especie de sincretismo arquitectónico que encuadra a muchos de los templos olavarrienses.

Desde afuera se parece a lo que era, lo de adentro no tiene nada que ver con su diseño original pues lo único que subsistió a los avatares del tiempo y las fallas estructurales fue su fachada.

Fue inaugurada el 8 de julio de 1898.

En 1882 se convirtió en parroquia y en 1896, con proyecto del arquitecto Terrachini, se licitaron las obras para la construcción del templo.

Contaba con una nave central y dos laterales de menor dimensión, que se trazaban a partir de dos torres campanario de importante altura, que le conferían la imagen edilicia más importante de la Ciudad, posible de ser divisada desde los lugares más distantes.

Así se mantuvo hasta 1983, fecha de su reinauguración después de la modificación realizada por la empresa constructora Di Giácomo y Consalvo SA, a proyecto del arquitecto Luis María Vivanco.

Su fachada simétrica presenta el acceso enmarcado por un pórtico Vitruviano del orden Toscano, coronado con un frontis, como antesala del importante hall que se descubre al atravesar dos preponderantes y bien conservadas puertas de madera.

Sobre éste, un friso intermedio incorpora una ventana de media cimbra, para rematar en un coronamiento que enmarca una estatua de San José.

Esa fachada conservada casi en sus formas originales no permite sospechar que una vez atravesado el pórtico aparezca una iglesia de "estilo moderno".

En la "nueva" Iglesia San José se reemplazaron las naves por tres bóvedas de cañón corrido de secciones asimétricas, materializadas en hormigón y ladrillo a la vista, pero mantuvo las dos torres originales, e imitando el tratamiento de fachada sobre la calle Vicente López, con la intención de no desvirtuar su expresividad original.

Lo más imponente en su interior es el enorme vitral al fondo del altar mayor, de 106 metros cuadrados, donado por Amalia Lacroze de Fortabat, confeccionado con vidrios franceses y diseñado por el artista plástico Carlos Uría.

Durante décadas dos fueron las iglesias en la Ciudad: San José y La iglesia Monte Viggiano.

Esta última responde a la corriente estilística "Ecléctica", nació del proyecto del ingeniero Arístides Améndola y fue inaugurada casi 40 años después de la Iglesia San José, en 1936.

Su anterior emplazamiento era donde hoy se encuentra cáritas Monte Viggiano. El día 2 de mayo de 1932 -por licitación- se adjudicó la obra al constructor Vicente Améndola y fue concluida el 6 de setiembre de 1936.

Aquel proyecto original dispuso una capilla con tres altares, alojando en el nicho central la imagen de la Virgen. Además, dos repisas con imágenes, dos confesionarios, cuarenta bancos y una torre con tres campanas para llamar a las celebraciones.

El templo, emplazado a mitad de cuadra en vez de la esquina (como se construían la mayoría de las iglesias), presenta un ligero retiro de la línea municipal, con una agradable fachada ladrillera particularmente trabajada.

Una caja muraria portante conforma un paralelepípedo con una cubierta de chapa a dos aguas y los extremos rematan al fondo en un ábside con forma de media cúpula, una tapa frontal plana y cuadrada donde una puerta de doble hoja de madera flanquea el ingreso.

La portada de acceso posee un tratamiento en ojiva compuesto por un moldurado ladrillero, que repite en dos pequeñas ventanas que se alojan simétricamente a los laterales y las cuatro que componen la torre del campanario.

Una reducida claraboya se ubica por encima y al centro del acceso, para rematar con un bocel que le precede.

Vecina a ella se encuentra la iglesia San Francisco de Asís, una de las más modernas de Olavarría, en pleno corazón de Pueblo Nuevo.

Es una de las iglesias más pintorescas y llamativas de la ciudad.

El estilo de construcción es de "Arquitectura Moderna", y dentro de este el "Brutalismo", puesto que todo el conjunto deja a la vista el hormigón armado con el que fue diseñado como material principal.

Pertenece a la orden de los Hermanos Menores Conventuales Franciscanos y fue construida con diseño de planta única, cubierta por un gran techo de cascara de hormigón armado conformado por dos partes unidas por una entrada de luz.

A los laterales se levantan paredes de ladrillo color marrón, transparente, que sirven para la entrada de luz al templo y para separar las paredes de mampostería del gran techo, dando la sensación de que este flotara sobre la planta general.

Es la única iglesia de la ciudad que posee una capilla diaria en su diseño original detrás del altar principal.

A uno de sus lados, y manteniendo el mismo estilo constructivo, se encuentran la sacristía y los dormitorios, baños, cocina, comedor y salas de oración de los sacerdotes que forman parte de la comunidad.

En cada pueblo, una iglesia y una historia

No es la iglesia San José el templo religioso más antiguo del partido de Olavarría, sino la iglesia "San Miguel Arcángel" de la localidad de Colonia Nievas, construida en el último cuarto del siglo XIX por inmigrantes alemanes del Volga.

Circunstancias fortuitas, víctima de algunos temporales que afectaron a la zona con deterioro del conjunto edilicio, pusieron al descubierto parte de los cielorrasos originales de chapa estampada moldurada y el candelabro (oculto por el cielorraso actual) donde se colocaban las velas, que subían y bajaban por medio de una roldana para poder tener iluminación en el interior.

En Colonia Hinojo se levanta la iglesia "Natividad de la Santísima Virgen" y en Colina San Miguel el templo "San Miguel Arcángel", de similares estilos constructivos y levantadas al mismo tiempo por inmigrantes de la colectividad alemana.

En la Villa Fortabat la piedra fundamental de la capilla "Santa Elena" fue colocada en julio de 1942, en el marco de los festejos por la fiesta patria.

Durante una misa de campaña, Alfredo Fortabat explicó que su nombre iba a ser en memoria a su madre, Elena Pourtalé.

Recién en mayo del 1961 se formó una comisión pro-templo y un año después Fortabat donó los fondos para su construcción.

El lugar elegido en el año ‘42 fue una colina pegada a la Villa, rodeada por un gran parque arbolado, que se mantiene sin edificaciones aledañas, lo que jerarquiza la capilla respecto al barrio.

Esto se acentúa con la incorporación de una amplia plaza de forma circular.

Consta de tres prismas: dos de ellos forman la capilla en sí, de base rectangular e interceptados, y el tercero (esbelto y de base cuadrada), adosado al cuerpo principal por intermedio de un conector (antiguo baptisterio) conforma el campanario.

A estos se suma un volumen de menor jerarquía perteneciente a la vivienda.

Años posteriores se construyó el salón parroquial y, finalmente, la cripta donde descansan los restos de Alfredo Fortabat, siempre con diseño de los mismos arquitectos.

La planta de la iglesia es simétrica y de una extrema sencillez, rota en el conjunto con la presencia del campanario, la casa parroquial y la sala de reuniones.

El templo consta de una sola nave de forma rectangular en cuyos extremos se encuentran el acceso y por encima de éste el coro que "cuelga" de la losa inclinada del techo.

El altar tiene en su fondo un muro curvo recubierto con laminillas de papel oro sobre las que se pintaron figuras sagradas.

En la intersección de la nave y el transepto se destaca la cúpula, proyectada con un revestimiento veneciano celeste hasta la lucarna ventilada.

Paños de ónix con marcos de madera permiten el paso de la luz natural al interior, generando una atmósfera muy agradable e íntima.

Varios fueron los aportes de artistas importantes que enriquecieron la obra, por ejemplo el "Vía Crucis" de figuras cerámicas y la estatua exterior de Santa Elena realizadas por Ernesto de la Cárcova.

De la Cárcova fue el primer director de la Academia de Bellas Artes de la Nación y fundador de la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación.

Otra villa industrial, Sierras Bayas, tiene su iglesia "Cristo Rey".

Con respecto a su lenguaje se la podría emparentar al grupo denominado "casas blancas", en cuyos postulados conviven valores regionales con principios del Movimiento Moderno: imagen sobria, líneas simples, tecnología del lugar, volúmenes puros.

Ante la iniciativa de feligreses que proyectaban la construcción de una nueva iglesia, en 1937 la Compañía Argentina de Cemento Portland (propietaria de los terrenos) decidió la construcción totalmente a su costa y el 25 de setiembre de 1938 fue habilitada la obra.

El proyecto surgió del seno de la compañía, tal vez de su oficina técnica, y la construcción estuvo a cargo de la empresa azuleña "Toscano - Latanzi - Barbetti", que también ejecutó el Seminario Diocesano de Azul.

El piso y el altar de granítico reconstituido fueron realizados por Boschi.

La torre central en su fachada conforma el atrio, coro y alberga el campanario. La nave es de planta rectangular, con cubierta a dos aguas de madera y chapa acanalada.

El altar sobre-elevado tiene planta semicircular unido a la nave con un pequeño crucero que produce salidas auxiliares a los altares secundarios.

En Sierra Chica, la capilla "San Lucía" fue inaugurada en 1932, responde a la corriente estilística "Italianizante" y dentro de esta al estilo arquitectónico "neobarroco - colonial".

Aún sigue siendo propiedad de la familia Gregorini, que la constituye en único templo religioso de capitales privados, que no pertenecen a la Iglesia Católica.

Construida por la iniciativa de María Zampatti de Gregorini, este edificio siguió a una primera capilla construida totalmente en piedra.

Su sitio, "al pie de la sierra", respondía a los deseos de retribuir al "Supremo" las mercedes recibidas y dedicarla a Santa Lucía.

La tradición católica dice que la Santa imponía la protección de la vista a los trabajadores de las canteras, cuyos ojos estaban continuamente amenazados por las esquirlas que saltaban al golpear la piedra.

Los planos fueron de Edmundo Galbiatti y la construcción de Juan Zicchieri destaca, sobre el fondo pintoresco de sierra y cielo, su puro estilo colonial español.

El edificio tiene 9 metros de frente por 26 metros de fondo y 6 metros en la parte trasera, y ostenta cuatro ventanales del mismo estilo de hierro forjado.

Hay treinta bancos, y seis escalones llevan a la portada que da una sensación de gran solidez.

El cielorraso es metálico, el altar mayor de mármol de Carrara y otro altar de mármol común.

La fachada principal, tratada como retablo al exterior, con la imagen de la santa, enfatiza todo este lenguaje de referencias estilísticas inspiradas en edificios barrocos latinoamericanos, fundamentalmente de las más importantes ciudades coloniales como Lima y Quito.

Columnas salomónicas, gran espadaña superior, y cornisamento de desarrollo curvo hacen referencia a los antecedentes barrocos mencionados.

En Hinojo, frente a la principal plaza y cercana a la Delegación Municipal, se levanta la iglesia "Nuestra Señora de la Asunción", que responde a la corriente estilística "Basilical".

En los primeros años los oficios religiosos se realizaban en casas de familia o galpones cedidos a tal efecto.

La vivienda de la familia Elisagoyen fue uno de los primeros lugares en donde funcionó la capilla, luego pasó al galpón de Piaggio y más tarde "a lo de Cattáneo".

Esto perduró hasta la muerte del presbítero que estaba a cargo del oficio religioso y enseñanza de los principios cristianos, el reverendo Cristian Uber, ocurrida en el año 1931.

En agosto de 1931 se formó una comisión popular (presidida por el padre Santiago Keiner), cuya labor era la de reunir fondos para la construcción de un edificio donde se impartiera el oficio religioso católico.

El proyecto fue del Padre Juan Scarle. Construida por los hermanos Giantomassi, la inauguración parcial data de 1933.

La bendición del edificio, no terminado (paredes sin revocar, techo a la vista), correspondió al entonces Obispo de La Plata, monseñor Chimento, el 24 de septiembre de 1933, en coincidencia de una nueva celebración del día de la patrona del pueblo.

A medida que avanzaba la obra cada parte recibía su bendición: en mayo del ‘37 las campanas de bronce; pisos en el ‘45 y el reloj en el año ‘52.

Espacios de fe en los barrios

La Ciudad tiene también un buen número de iglesias barriales.

Entre ellas, el arquitecto Arguiñena ofreció algunas características de tres de las más emblemáticas: San Vicente de Paul, Fátima y San Cayetano del Barrio CECO.

En el caso de la iglesia San Vicente, su creación contó con el impulso de uno de los sacerdotes más carismáticos que han pasado por la ciudad: el emprendedor azuleño Alfredo Vicente Adducci, que también promovió las iglesias de Luján y Fátima.

Adducci llegó a Olavarría desde Bolívar en 1952, para hacerse cargo de la iglesia San José, y desde allí desarrolló una labor pastoral sin precedentes en una Ciudad que, hasta su arribo, sólo tenía dos templos: San José y Monte Viggiano.

Partió en 1960, designado Auxiliar de Mercedes.

Al poco tiempo Monseñor Adducci enfermó de cáncer y falleció el 3 de mayo de 1962.

Sus restos descansan en la nave de la iglesia San Vicente, el templo que había prometido a su patrono y ayudó a levantar con tanto ahínco, mezclándose entre los vecinos pala en mano.

La iglesia (construida sobre una quinta que pertenecía a la Cooperativa Agraria) fue devastada principios de la década del 70 por la furia de un temporal que se abatió sobre Olavarría, que arrancó su techo y causó importantes daños en su interior.

Pero de inmediato fue reconstruida con el espíritu del padre Adducci como sostén.

San Cayetano, en el corazón del Barrio CECO, pertenece a un barrio que se hizo todo desde cero y al mismo tiempo.

Cuando se habilitaron las viviendas quedó el lugar para la futura construcción del templo.

Fue diseñada respetando las características arquitectónicas de la barriada: como sus casas tienen techo de tejas, la iglesia San Cayetano siguió esa línea.

Fátima nació de un galpón, más tarde un arquitecto olavarriense diseñó el atrio y a cargo de Arguiñena estuvo el diseño de la capilla diaria y su característico campanario, que tiene 18 metros de altura.

Una de las razones por las cuales estas iglesias no forman parte del patrimonio de Olavarría es que ninguna de las tres responde a un estilo arquitectónico definido.

"Son iglesias que se fueron haciendo a pulmón, por los fieles del lugar, a medida que se conseguían los recursos" explicó Arguiñena.

Entre las capillas más nuevas de la Ciudad aparece Nuestra Señora del Perpetuo Socorro del Barrio Educadores.

Se construyó bajo la dirección del arquitecto Rubén Placenti, la coordinación de Alicia Tabarés de González Hueso, el asesoramiento litúrgico de Gerardo Di Fazio Lorenzo y el aporte de donaciones empresariales, particulares y del Municipio.

El Vaticano donó la piedra basal, el Cristo en madera y una imagen de La Madonnina, además de ornamentos y atuendos sacerdotales. Los Padres Redentoristas de Roma aportaron una réplica del ícono original de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, del cual son custodios.

La forma y construcción de la capilla es muy sencilla y sobria, contextualizando con el tipo de construcción linderas de similares características, pero acentuando sus proporciones y elementos simbólicos.

El santuario está ornamentado por un vitraux de cinco paños realizado por la artista visual Viviana Andrea Spierer, que tanto desde los colores básicos primarios como desde la imagen transita un camino desde elementos simbólicos fundacionales del cristianismo a otros más actuales, incluyendo también alegorías a nuestra Patria.

El altar, por su parte, cuenta con un bajorrelieve realizado por la escultora local Virginia Herbón, que representa la escena bíblica de La Ultima Cena.

Se trata de una pieza de cerámica con una pátina en tonalidades de marfil, ocre y oro viejo que armoniza con la calidez de la madera, el luminoso espacio y los suaves rayos de colores que atraviesan los vitrales.