La vida en el campo también tiene aroma de mujer
Las hermanas Lucrecia y Carolina Sabbatini son dos productoras olavarrienses que comenzaron a amar el campo gracias al abuelo Atilio y a su papá Atilio Antonio Sabbatini. Hoy trabajan juntas y en el día a día deben tomar decisiones, afrontando los riesgos naturales que propone la ganadería. Contaron su historia, cómo comenzó todo y cómo hacen para salir adelante y trabajar en un sector en el que predominan los hombres, inclusive aprendiendo permanentemente algunos secretos para continuar con el legado familiar.
Lucrecia y Carolina aman el campo. Hoy son productoras y están en todos los detalles de lo que hay que hacer en ese día a día que requiere esfuerzo, dedicación, responsabilidad, claridad para tomar decisiones y jugarse, donde equivocarse puede significar perder mucho dinero. Pero no les tiembla el pulso y van para adelante. Por ellas, por la historia de esas hectáreas que fueron del abuelo Atilio, luego de papá Atilio y que ellas, con mucha dedicación pero también con el amor que les fue despertando andar desde chicas entre las vacas y los caballos, fueron incorporando.
De las dos, Lucrecia fue la que empezó a quererlo desde más chicas. Tenía 15 años y sus padres (Atilio y , odontóloga) le compraron un Citroen Mehari para que se fuera sola, desde el centro hasta el campo. Prefería irse los fines de semana y pasarlo con los puesteros (Marcos y Rosa) que salir con las amigas. Carolina (profesora de equitación -que estudió en la Escuela Militar, en Campo de Mayo- y también de yoga) aprendió a quererlo de más grande, lo descubrió de la mano de su papá. Pero ambas, sin dudas, recibieron cierto legado de parte de la abuela Yiya ("se llamaba Edda Italia Antonelli" cuentan) y de ese abuelo que fue marcando el camino, casi sin darse cuenta, a esas dos nietas que hoy andan codo a codo en los remates, arreglando alambrados, haciendo la recorrida por el campo, vacunando, y todo lo que hay que hacer desde bien temprano hasta que las tareas se terminen.
Pero es mejor que ellas cuenten un poco la historia. "El abuelo comenzó desde la nada, porque vendía botellas de vino en una bicicleta cuando vivía en Mendoza. Siendo joven se vino a Olavarría con su mamá e inclusive seguía vendiendo acá productos mendocinos. La abuela Yiya nos contó que andaba en una bicicleta con el canasto. Sabemos que fue creciendo poco a poco, tenía apenas escuela primaria pero con visión de negocios. Comenzó después con la venta de autos y llegó a tener concesionaria, la representación de la IES Citroen, y luego compró los campos" contó Lucrecia quien, como Carolina, nació en Buenos Aires.
"En el 90 la situación del país era medio complicada. Papá era arquitecto y mamá odontóloga, y mi papá se dedicaba en ese momento mucho más a su profesión y también tenía una agencia de autos. Acá se dedicaba más el tío Raúl. Era la época en la que la gente comenzó a irse a España, e inclusive estuvieron un mes allá averiguando para irnos. Según siempre nos contaron -nosotras éramos chicas-, tenían todo armado para irse pero nosotras les planteamos que no queríamos estar lejos de la familia, de la abuela, los primos y los tíos, así que ese planteo los hizo cambiar de idea y se vinieron a vivir a Olavarría. Gracias a Dios", cuenta Carolina.
"Nos vinimos y después de unos años entre los tres hermanos dividieron las cosas, para que cada uno administre lo suyo. Entonces papá continuó con su trabajo y el campo, dedicándose a la cría que es nuestro fuerte en realidad. El campo se llama Don Atilio, se encuentra por el paraje "La Pepa", y también está "La María", en la zona de Las Piedritas, cerca de Blanca Chica" agregó Lucrecia, también licenciada en administración de empresas y contadora pública nacional, y fue empleada en Buenos Aires en la empresa de cosechadoras y tractores New Holland, durante ocho años.
"¿Las vacaciones?, hacíamos un mes con la familia de papá acá y otro mes con la familia de mamá en Mar del Plata. Y vivíamos en Buenos Aires, que es totalmente diferente; íbamos a un colegio con doble escolaridad, así que lo más verde que veíamos era el césped de una plaza.Venir a Olavarría y encontrarnos con todos los primos, los tíos y la abuelaza Yiya era lo más lindo de todo para nosotras. No nos queríamos volver a Buenos Aires. Inclusive tengo el recuerdo de disfrutar cosas del campo que son inolvidables. El campo siempre fue un punto de encuentro y de diversión, más allá de que nuestros padres se reunían para definir cosas de negocios", contó Carolina, quien era y es muy entendida en caballos pero para comenzar a acercarse al campo hizo un curso de administración agropecuaria a distancia.
"Papá falleció en 2013 y ya estábamos las dos viviendo en Olavarría, así que ahí hubo que decidir qué hacíamos. Fue un golpe perder a papá, así que hablamos con amigos, con gente cercana, que nos aconsejó desde el mayor cariño y muchos nos decían que nos convenía arrendar y con ese dinero tener una buena vida, tranquila. Era una opción, por supuesto. Inclusive papá nos decía que arrendáramos cuando estuviéramos a cargo. No quería que pasemos por cosas duras como pasó él, pero lo decía para protegernos. Pero finalmente no le hicimos caso y nos hicimos cargo del campo" señaló Carolina.
"Eso sí, siempre unidas. En sus últimos días nos dijo que siempre nos mantengamos así. Y seguimos así, en todo momento" afirmó Lucrecia, quien agregó que "a veces hay cosas que se complican, pero sentimos que el campo es lo nuestro. Podríamos trabajar en relación de dependencia, pero no. Cuando uno tiene lo suyo y se puede ocupar, es lindo, es distinto, tiene otro gusto. A veces hay inestabilidad, porque acá no hay plata segura a fin de mes. Si acá sale algo mal, quizá estás unos meses complicado. Tenés muchas satisfacciones pero también hay un riesgo muy grande".
"Recibimos el campo con las vacas, con los terneros, era una empresa y hubo que sanear deudas como cualquier productor. Estamos recontra agradecidas de lo que recibimos y nos sentimos muy agradecidas a papá porque fue una lucha muy grande para él para llegar a tener lo que luego recibimos", agregó.
"Ahora que nosotras estamos con el campo entendemos muchas cosas que nos decía papá. Lucrecia tiene una hija, Vicky, que es la luz de nuestra familia, y las cuatro con mamá somos muy pegadas. Siempre pensamos en que esto crezca para que el día de mañana continúe" comentó Carolina.
"Es que una le pone el corazón. Es el trabajo, pero también es una parte tuya. Para mi, el campo es una parte nuestra, de lo que somos, de nuestros orígenes, de la familia. Lo sentimos muy fuerte y lo hacemos con mucho cariño, poniéndole mucho esfuerzo", remarcó Lucrecia.
"Creo que tiene un plus y es que viene de familia. Sabemos que en esa manga que la venimos acomodando y arreglando, allí mismo estuvo mi abuelo y luego mi papá, tiene la marca que puso él. Hoy está una y mañana queremos que estén nuestros hijos. El campo tiene eso de especial. A veces va mejor, a veces peor, a veces te equivocás, a veces sale bien, pero esa garra la ponemos siempre, porque es un lugar que tiene historia" dijo Carolina.
"Cada una tiene su formación y eso ayuda, pero vamos aprendiendo juntas. Tenemos mucho por hacer. Hoy tenemos un campo con un plantel de cría, en campo natural, y hoy un 70 por ciento ocupamos y el resto lo arrendamos en lo que es cría. La parte de chacra la arrendamos porque no es nuestra especialidad. Quizá el día de mañana podamos tener la pastura y en vez de vender el ternero, hacer la recría; veremos. Hoy decidimos vender el ternero y no hacer todo el proceso. Acomodamos la casa chiquita que está allí para nosotras, un lugar que fuimos poniendo en orden, y tratamos de invertir en el campo en la parte productiva, en acomodar los alambres, acomodar la manga, siempre invertimos. Se nos rompieron un par de molinos y hubo que solucionarlo, y los números son altos. Nos da alegría ver cuando vamos haciendo cosas", explicó Lucrecia.
"Es ahí donde sentís y ves la continuidad, porque una recuerda el proyecto, se da cuenta de la necesidad porque ahora es una la que trabaja, y entonces acciona y viene la continuidad de lo que hizo papá y el abuelo. Nos pasa que en los proyectos Lucrecia es muy organizada y a veces no coincidimos porque tenemos distintas visiones, así que hay que empezar a ceder. Pero tenemos la suerte de tener un vínculo excelente, nos ponemos de acuerdo. A veces hacemos lo que pensó una de nosotras, pero si sale mal, igual está todo bien. Nos respetamos mucho en ese sentido" agregó Carolina.
"Es que si bien somos distintas, nos complementamos muy bien. Nuestro vínculo de hermanas y de amor es muy fuerte. Eso lo tenemos claro. Hemos discutido, por supuesto, pero las cosas se resuelven en el día y llegamos a buen puerto. Hace seis años que trabajamos en el campo, y nos cuidamos y nos respaldamos en todo momento" comentó Lucrecia.