Tá “Nada puede perdurar, a excepción de la trasformación”
El plan de la mariposa
Se ha escrito y dicho de todo. Se han reproducido fotos y discursos hasta el hartazgo. La muerte es siempre la muerte y tiene ese componente de infinito dolor occidental.
Partió, vaya a saber a qué lugar, barrió los lugares comunes de la corrupción latinoamericana, fue admirado por las izquierdas y mencionado con cierto cuidado por las derechas. Legalizó la interrupción voluntaria del embarazo a los setenta y seis y el cultivo de Cannabis a los setenta y siete; hizo del progresismo algo más que un discurso, una política pública que mejoró cientos de vidas.
Se tenía que ir, era tan necesario como biológico, lo quisieron matar miles de veces, lo chuparon doce años y se salvó de pedo. En el epílogo de un cáncer terminal balbuceó: "cuando mis brazos se vayan, habrá miles de brazos sustituyendo la lucha". La otredad por encima de la individualidad.
Rompió protocolos obvio, y dejó dicho que lo enterraran junto a una bola de pelos. Nos hizo acordar aGaleano, laburó las utopias. En Cuba Silvio y en Argentina León le dedicaron solo unas estrofas, porque sabían que era austero hasta para los homenajes. Hizo todo lo que la prensa tradicional afirma además de romper con el adultocentrismo, propio de la gerontocracia política: “van a envejecer y van a tener arrugas, y un día se van a mirar en el espejo y tendrán que preguntarse, ese día, si traicionaron al niño que tenían adentro.
En fin, además de todo lo otro, la humanidad puede ser ese nombre tan propio y tan colectivo: no hay Pepe sin Lucia. Es un montón, es bien de bien.