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Son esas definiciones a las que cuesta otorgarles visos de verosimilitud aún cuando aparecen en las películas de Hollywood, de alto o de bajo presupuesto, de finales de NBA o de campeonatos colegiales.

Pero pasó, en el Parque Carlos Guerrero y le dio a Estudiantes un triunfo espectacular sobre Villa Mitre 82-80, en la noche que el estallido final en el Maxi alcanzó una intensidad sonora como hacía tiempo no se registraba.

Este partido sí merece arrancarlo por el desenlace, o por los segundos finales. Porque fue un partidazo, pero lo mejor, lo más emotivo, lo que sacudió las bases de ese gigante de cemento estaba reservado para el cierre.

Después estar arriba casi toda la noche, algunos errores propios y unos cuantos aciertos de este muy buen equipo que es Villa Mitre lo pusieron abajo 74-72 con muy poco por delante, y reaparecieron todos los fantasmas de Racing de Chivilcoy, Plottier y Central Entrerriano de Gualeguaychú.

Dos puntos abajo (76-78), con sólo un minuto en el reloj, Pennacchiotti falló una volcada increíble por pensar más en las puteadas de la gente que en su equipo y le dio otra vida a Estudiantes. Que Arese supo aprovechar las dos veces que debió ir a la línea de personales.

Entonces otra demostración de que en el básquetbol algunos segundos pueden ser toda una vida. Que puede suceder las cosas inesperadas, capaces de convertir un buen partido, cambiante, atractivo, entre dos buenos equipos, con muy buenos jugadores, en una noche inolvidable.

Con Estudiantes 80-78 arriba ya era suficiente para algunos corazones vulnerables que la terna arbitral requiriera el VAR basquetbolero para verificar si el tapón de Galardo en la bandeja de Franco Amigo había sido antes o después de que la pelota tocara el cristal.

La incertidumbre, la espera, los dos planteles alrededor de la mesa de control esperando, la gente tirando la presión desde los cuatro costado no pudo revocar lo irrevocable: había sido después. Quedaban 80 iguales y "sólo" 8 segundos allá arriba.

En cualquier otro juego, destino de suplementario. En el básquetbol pueden pasar muchas cosas; cambiar las sensaciones y convertir una noche cualquiera en un recuerdo para siempre.

Sacó Arese desde el costado, Sandrini se jugó la personal. La pelota dio en el aro, las manos de Henrich no lograron capturar el rebote y cuando la pelota se iba de la llave, con la luz roja a punto de encenderse, corriendo para el aro de la cancha golf, Brocal cacheteó de espaldas y la clavó.

Estalló el Maxi; la carrera loca del pibe chaqueño sólo se frenó ante la inminencia de los carteles publicitarios, y despareció tapado por un scrum todo negro.

Estudiantes no merecía perder un buen partido, enaltecido por la jerarquía de un rival que conoce muy bien el libreto y mostró tres o cuatro individualidades que rindieron a gran nivel: Gutiérrez en la conducción, Harina con su temible lanzamiento desde posiciones exteriores, Heinrich con su tirito de cuatro metros y la presencia intimidante de Pennachiotti en la pintura.

Buena defensa, jaula sobre Pennachiotti, ataques rápidos, precisión en los lanzamientos exteriores (grandes aportes de Sandrini y Brocal) le permitieron a Estudiantes llevarse el primer cuarto por 24-15.

Dominante lo vio el segundo cuarto. Buen ingreso de Rodríguez, pero Harina desde afuera y Pennachiotti adentro empezaban a hacer daño. Un triplazo de Harina desde la mitad de la cancha los mandó al descanso largo 47-40.

En el comienzo del tercer cuarto mandaron las imprecisiones. Galardo, importante fajándose con Pennachiotti en defensa, desperdició cuatro situaciones en apariencia de fácil resolución, respondidas en la contra con aciertos ofensivos Villa Mitre.

En un par de ataque a Estudiantes no le alcanzaron los 24s del reloj, y a 3m para el último break los bahienses se pusieron a 2 (57-55), aunque el bata lo cerró 64-59.

En el cuarto final pasó de todo, y no sólo en el final. Con señales negativas: triple más falta personal a Harina y cuatro puntos (69-67), doble y falta a Gutiérrez (70 iguales). Y los fantasmas sobrevolando en el Maxi.

Como se pudo, el resto del final está contado en el principio.

Aunque pasará el tiempo, unos cuantos recordarán "la noche que le ganamos a Villa Mitre sobre la chicharra, cuando Brocal la embocó con las dos manos, de espaldas al aro" y algunos se reservarán el legítimo derecho a pensar en que el tiempo suele agrandar las cosas.

Que esos finales sólo pasan en las películas de Hollywood.