Claudia Rafael

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Fue engullida por la nada y ya nunca más se supo de ella. Tenía 39 años. Alguna vez, el escritor Alvaro Abós describió que "Cecilia era una mujer hermosa. Había teñido de rubio su pelo oscuro. Delgada -pesaba 51 kilos-, de boca sensual y ojos intensos, su risa era luminosa". Cecilia Giubileo era médica y hacía ocho años que trabajaba en la Colonia Montes de Oca, un lugar nacido como "abierto y transformador" en el tratamiento de los frenasténicos -como se llamaba a la oligofrenia en la antigüedad- que luego pasó a ser considerado un depósito humano.

Esta semana se cumplieron exactamente 25 años de su desaparición. Una causa penal plagada de irregularidades no pudo, no supo, no quiso echar un poco de luz sobre lo ocurrido. Todo, a dos años del final de la última dictadura militar. Con lo cual en aquel momento, no sólo se barajó como hipótesis que ella hubiera descubierto una red de tráfico de órganos humanos, de sangre sino inclusive, que la colonia hubiera sido utilizada como destino final de desaparecidos durante el terrorismo de Estado.

La colonia había sido creada por el médico Domingo Cabred en 1906 y habilitada en 1915 en las cercanías de Luján. Ocupaba 266 hectáreas y buscaba romper con la política de aislamiento y reclusión para enfermos psiquiátricos y tener una institución de puertas abiertas.

Los archivos revelan que esa noche hacía frío y el clima estaba atravesado por esa típica humedad de esa zona de la provincia. Y que una densa neblina bajaba del cielo.

Pruebas contaminadas

Habían pasado 15 minutos del lunes 17 de junio de 1985. Cecilia Giubileo vestía un jogging azul, campera celeste, zapatillas blancas. La ficha del hospital indicaba que había tomado su turno en la colonia a las 21.15 del domingo 16 de junio. Esa noche atendió a un paciente con fiebre elevada y una bronquitis. A las 0.15 del lunes, cuando se cruzó con un enfermero de apellido Novello habrían intercambiado -según relatos periodísticos- una breve conversación:

-¿Alguna novedad, doctora?

-Vengo del pabellón 7. Atendí una urticaria gigante.

Una de las versiones planteó que un paciente llamado Miguel Cano, al que le tenía muchísima confianza, la había acompañado hasta la Casa Médica, que quedaba a unos 500 metros de ese pabellón. Otros lo negaron de plano. Su auto, un Renault 6 de color blanco, quedó definitivamente estacionado afuera de la Casa Médica.

Al día siguiente, comenzó el trabajo de refacción y pintura en ese lugar. Que a pesar de ser el último destino de Giubileo antes de su desaparición, no fue preservado ni por la justicia ni por la policía.

La causa recién se abrió quince días más tarde. Demasiado tiempo. Demasiada contaminación de pruebas.

La ciénaga

Marcelo Parrilli fue el abogado del caso Giubileo y en entrevista con "Bajofondo" (FM 98POP) dijo que "fue una investigación que empezó muy tarde. Lamentablemente, recién a quince días de la desaparición la policía y el juzgado que intervinieron comenzaron a tomar algunas medidas, porque inicialmente partieron de la base de un alejamiento voluntario. En esos quince días se perdieron pruebas que evidentemente hubiesen servido mucho para avanzar en la investigación".

La historia "de la Giubileo" -como se la conoció en aquellos días- esconde infinitas irregularidades y con el correr del tiempo se fue transformando en un emblema. No sólo por lo escabroso del caso en sí, sino por todo aquello que terminó desnudando. Corrupción, malos tratos, violencia institucional. Se conocieron por aquellos días fotos de internos desnudos caminando por los pasillos, en condiciones de internación muy ajenas a la dignidad.

Los relatos de la época llegaron a reproducir las consultas a parapsicólogos que indicaban qué pistas había que buscar. Pero también, que el destino final de Cecilia Giubileo podía haber sido la ciénaga que ocupaba 20 de las 266 hectáreas.

Parrilli definió que "la ciénaga era el lugar más lógico para ocultar un cuerpo. Y parece increíble que un instituto neuropsiquiátrico funcione en un lugar donde hay una ciénaga enorme pero esto es así. Nosotros pedimos en su momento que la ciénaga fuera dragada. Primero nos dijeron que no había posibilidades técnicas de hacerlo y, finalmente reconocieron la verdad: que no estaban dispuestos a emplear los recursos económicos necesarios para dragarla. Alegaron problemas presupuestarios y ese lugar, que era el más evidente, jamás se investigó".

Y agregó que "la investigación, para que nos ubiquemos, ni siquiera ha considerado hasta el día de hoy que Cecilia Giubileo haya sido víctima de un delito. El caso Giubileo está caratulado como averiguación de paradero, de manera que ni siquiera hay una acción penal desplegada".

Las hipótesis

Francisco Merino fue novio de Cecilia Giubileo durante largo tiempo y en una entrevista con Página 12 publicada el domingo pasado reconoció que ella le había contado que "el trato a los enfermos mentales era desastroso". Pero que, la última vez que hablaron "me contó que en la colonia habían empezado a perseguirla porque quería denunciar algunas irregularidades. Me dio a entender que a los muchachos les sacaban las córneas y luego los mataban en una caldera. También hablaba de órganos. Estaba muy asustada". Actualmente camarista, Merino reconoció también que nunca declaró ante la Justicia por miedo.

Parrilli dijo en "Bajofondo" que "es una pena que no haya ido a declarar en su momento. Quizás ahora se presente a declarar. Porque si se presenta en el Juzgado 2 de Mercedes, que llevó adelante la causa, se puede reabrir en dos minutos. Puede ser un comentario que le haya hecho ella. Nosotros nunca logramos detectar ahí un caso concreto de tráfico de órganos. Tampoco era el eje de nuestra investigación. Puede haber existido porque era un lugar absolutamente irregular. Donde es muy difícil saber qué consecuencias son producto de ilícitos, cuáles producto de falta de medios, de negligencias, de imprudencias. Desde ya, creo que dentro de la colonia, el tráfico de órganos era imposible pero sí era posible sacar a las personas de ahí y eventualmente someterlas a operaciones en otro lado porque de esas personas no se ocupaba absolutamente nadie. Es una de las hipótesis. Ahí adentro también había robo de medicamentos, de alimentos, de combustible para las ambulancias. Ilícitos había en gran cantidad, de los cuales cualquier persona podía tomar conocimiento y cualquier persona podía ser objeto de una venganza o de una medida para que nadie hablara".

En definitiva, lo que rodeó al caso Giubileo fue un pacto de silencio propio de estructuras en las que todos tenían qué ocultar. Y hablar de más podía significar perjudicarse a sí mismo.

Pero también se tejieron infinitas teorías. Algunas sin el más mínimo asidero. Otras, con cierto anclaje en la realidad. Era una médica. Trabajaba en un instituto psiquiátrico. Su auto quedó estacionado en el lugar. Su cuenta bancaria no registró movimiento alguno. La caja de maicena en su departamento de Luján con 4.000 dólares estaba intacta. Se la devoró la tierra como en una suerte de Triángulo de Bermudas bonaerense.

Eso sí: las autoridades de la colonia le iniciaron inmediatamente un sumario interno por abandono de puesto de trabajo. Como ocurrió a varios desaparecidos, entre ellos, a la sobreviviente Adriana Calvo de Laborde, cesanteada de la Universidad Nacional de La Plata por la misma razón mientras estaba secuestrada durante el terrorismo de Estado.

Cecilia Giubileo sigue aún hoy siendo un misterio. Tiempo después, llegó una grabación a manos de su madre en donde una voz femenina decía "estoy bien, estoy viva. No me busques más". Las pericias posteriores determinaron que no se trataba de su hija. La médica cumpliría 64 años en 2010.