En los primeros cinco meses del año el PBI se expandió un 8,6 por ciento comparado con idéntico período del año pasado. Si bien persiste la desconfianza respecto de las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), lo cierto es que estudios privados confirman que la actividad está en un proceso de franco crecimiento, más allá de que se coincida o no con las cifras exactas.

Previsiblemente, en este contexto es difícil contener los precios, ya que la puja distributiva cobra renovados bríos cuando se registran aumentos del consumo. Sin embargo, precisamente cuando mejora la actividad se va diluyendo uno de los factores que más contribuye a la inflación: el pánico.

Además de las cifras del PBI hay otras noticias que confirman el buen momento por el que atraviesa la economía nacional, como el récord histórico que alcanzaron las reservas de divisas, el aumento en la calificación de la deuda soberana y, por consiguiente, se mejora también la nota de la banca privada del país.

Las exportaciones crecieron en volumen y precios y la suba de las importaciones también es un dato que marca un nivel de crecimiento más alto de lo previsto.

De todos modos, la percepción de la gente aún no registra la bonanza reflejada por las estadísticas, a juzgar por los testimonios que se pueden leer o escuchar en los sondeos periodísticos. Pero es fácil advertir que ha bajado el nivel del malhumor popular que fue tan evidente durante 2008 y 2009.

Este nuevo escenario debiera permitir a todos los actores de la política argentina elaborar con mayor tranquilidad tanto sus estrategias electorales como, lo más importante, sus propuestas para mejorar la realidad del país. Sería ideal que en los discursos electorales con vistas a las presidenciales del próximo año los candidatos no apelaran ni al miedo ni a intentar demostrar que el adversario es nefasto sino que, simplemente, ellos son mejores.

Es cierto que a fuerza de fracasos y desencantos la sociedad argentina terminó por aceptar como naturales los discursos apocalípticos o mesiánicos. Cuando ese tipo de argumentos electorales queden definitivamente atrás el pueblo argentino habrá alcanzado el suficiente grado de madurez democrática como para construir el país adecuado a sus aspiraciones y potencialidades.