Silvana Melo

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Malena no llegó a cumplir un año. Murió el sábado por la tarde a los diez meses en el Servicio de Pediatría del Hospital Municipal. Su historia, pequeñita como ella misma, es una historia de deficiencias sistémicas. Una familia en extrema vulnerabilidad, nómade, deambulante, llegada desde otra ciudad de la Provincia, con actitudes y explicaciones extrañas ante una situación límite, y un estado al que tantas veces le falta una pata a la hora de sostener en pie una vida tan frágil como una vela en el viento.

Eduardo y Milagros (todos los nombres contenidos en esta nota son ficticios) llegaron desde una ciudad de perfil similar a Olavarría a mediados del año pasado. Alquilaron una piecita a Marcelo Benítez, el primero acaso en notar alguna anomalía en el comportamiento familiar. Fue quien llamó al Servicio Local varias veces cuando oía llorar interminablemente a la beba (él mismo lo aseguró públicamente en EL POPULAR Medios el 23 de febrero) y, según denunció, no recibió respuestas.

Desde ámbitos judiciales se asegura que "en la familia se pudo intervenir poco y nada". Pero es interesante hacer una diferenciación entre la instrucción de la causa penal que se abrió a partir de una denuncia por presunto maltrato y el trabajo del juzgado de Familia, que intentó buscar alternativas para el amparo del hermanito de Malena y determinar si Eduardo y Milagros pueden cuidar a sus hijos o sufren de alguna patología psicosocial que enciende alertas e incertidumbre sobre el destino de los niños.

En la ciudad de donde llegaron, ya existía una medida de abrigo para Lucas, el hermanito de Malena, que está por cumplir tres años. Cuando volvió con ellos, se lo trajeron para Olavarría y aquí nació Malena, en un parto domiciliario, sin que su entorno se diera cuenta de que Milagros estaba embarazada. Malena nació en noviembre y en enero cayó por primera vez en Pediatría por una infección "a causa del cordón mal cortado". Pero volvió a irse con ellos cuando estuvo en condiciones de externación: no había ningún antecedente que encendiera alarmas.

Paro y fracturas

El 14 de febrero, cuando apenas había vivido tres meses, Malena ingresó a Pediatría con un paro cardíaco, sin respiración y seis fracturas costales. Ante las dudas que generó el estado de la chiquita y la denuncia posterior, las pericias de la instrucción penal determinaron que no existió violencia contra su pequeño cuerpo, sino que las fracturas "fueron producidas por las maniobras de reanimación".

EL POPULAR habló al menos con tres médicos que estuvieron en contacto con la bebé en su ingreso y negaron tajantemente que puedan existir fracturas torácicas a partir de las maniobras de reanimación. A todos les queda la sensación interna de que Malena habría sufrido un maltrato tal que le generó las quebraduras costales y posteriormente el paro. "Entró casi muerta", dice uno de los médicos, todavía impresionado. "Cuando la ingresamos tenía inestabilidad costal. Seis costillas fracturadas por aplastamiento". En el mismo hospital hubo entre 15 y 20 minutos de maniobras de reanimación, pero no se conoce a ciencia cierta cuánto tiempo estuvo la nena en paro y sin respiración "hasta que sus padres se dieron cuenta" y durante el tránsito hasta Pediatría.

Esa prolongación en el tiempo le produjo un daño neurológico irreversible. "Era una plantita", dijo uno de los profesionales, profundamente conmovido. Malena estuvo en terapia intensiva tres meses y luego en terapia intermedia; entre el Juzgado de Familia y el mismo Hospital armaron una red de cuidados y atención que logró que la bebita estuviera acompañada las 24 horas.

Ni los médicos ni los diferentes actores judiciales pudieron sacar nada en limpio del diálogo con los padres. "En estos casos suele haber disociación entre lo que se explica y lo que pasa", sostuvo otro de los médicos, a quien nunca le cerró la explicación paterna. Por eso para todos "fue una sorpresa cuando desde la Justicia Penal dijeron que no hay elementos para imputar a los padres". Cada uno desgrana una historia que define a una familia sin herramientas, socialmente estragada y psicológicamente en crisis sin que se haya determinado si sus limitaciones pasan por una patología psiquiátrica o derivada de algún tipo de adicción. Por eso se considera que las pericias psiquiátricas son fundamentales para aclarar una historia sumida en la oscuridad. Pero la Justicia también está en crisis. Y este tipo de pericias sufren demoras de meses.

"Cuando hubo que hacerle una traqueotomía (a Malena), se los llamó y dijeron que después iban al Hospital porque estaban ocupados. Pero que no estaban muy de acuerdo con hacerle (la intervención)". Se hizo finalmente con autorización judicial.

Familias

Cuando Eduardo y Milagros llevaron a la bebé a Pediatría, ese 14 de febrero, iba con ellos Lucas, de dos años y medio. Su estado de descuido y desaseo implicó que la Justicia de Familia lo derivara al Hogar Namasté. Los padres de Malena y Lucas son, originariamente, de Corrientes. Allí pudo ubicarse a una hermana paterna que no mantiene vínculos con la familia. Pero cuando supo de la internación de Malena y la institucionalización de su hermanito, decidió llevárselos a ambos. Lucas, muy retraído, sin hábitos de sociabilidad, se fue con ella. Sin embargo el traslado de Malena fue imposible. Por un lado por el peligro de moverla en su estado y, por otro, por la infraestructura -fundamentalmente humana- que se desarrolló a su alrededor y que difícilmente pudiera repetirse en una ciudad más pequeña y con menos herramientas tecnológicas y profesionales. La tía es docente especial y tiene cuatro hijos. Dice haber soñado con tener seis y ese número se completaba con sus sobrinos. Pero Malena no pudo. Ella se quedó en Pediatría y "fue adoptada por todas las enfermeras".

La chiquita llegó al Hospital con la ayuda del dueño de la habitación que alquilaban. El mismo que llamó al Servicio Local y no tuvo respuestas. "Ellos llegaron de la calle y ahí se dieron cuenta de que levantaron a la nena y no reaccionaba", relató a EL POPULAR en febrero. En ese momento "llamamos al patrullero y le iban dando oxígeno por la boca y tocándole el pechito, algo que me sugirió el oficial de policía. Encontramos la ambulancia en el camino y ahí la agarraron los médicos".

Benítez, por pura cercanía, pudo observar el comportamiento de Eduardo y Milagros. Los vio desamparados e impotentes en ese desamparo: "No sabían de la asignación por hijo ni del pago prenatal". Sus enormes limitaciones imponen una intervención del Estado para el cuidado de los chicos que puedan aparecer. Porque más allá de que Lucas esté con su tía, hay serias presunciones de que Milagros tiene un nuevo embarazo. Y la historia de Malena no debe repetirse.

Eduardo asegura que él es un elegido de Dios, que no quería tener hijos por temor a la genética de su esposa, que la chiquita sufrió el paro "porque en casa había una pérdida de gas", que mientras él miraba un partido de fútbol "la voz del estadio decía que a Malena algo le iba a pasar". Se trata de una historia sumamente compleja, de una familia en extrema vulnerabilidad y se vuelve imprescindible no despegar los ojos institucionales de los chicos que aparezcan. Si Milagros está embarazada nuevamente, la memoria de una beba de tres meses en paro cardíaco y con seis fracturas costales debe ser mucho más que un capítulo aterrador del diario del Servicio de Pediatría del Hospital. Debe ser el aviso de que hay algo en esta historia que el Ministerio Público no alcanzó a ver, que el Estado pasó por alto, que interpela a las instituciones. Un aviso claro de que hay alguien que debía crecer, jugar, rasparse las rodillas, tener miedo de la oscuridad y soñar con ser maestra o astronauta. Pero no pudo.