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Uruguayo hasta la médula, de esos que aman el mate a toda hora, sello característico de los hermanos orientales. Pero ama a la Argentina. Y se siente identificado en esta tierra que le permitió llegar a lo que siempre había soñado, desde los siete años, en su Minas natal, en el departamento de Lavalleja.

Roberto Peña (34 años), que de la mano de Marcelo Tinelli alcanzó la consagración en televisión con los personajes de Tony Blair ("lo hice sólo dos programas, pero fue increíble cómo pegó en la gente...", reconoce) y principalmente Francisco De Narváez, en "Gran Cuñado", donde el "votame, votate; alica, alicate", todavía repite la gente cuando lo cruza, lo saluda, lo abraza, se saca fotos y le arranca un autógrafo y una sonrisa.

No tiene problemas Roberto en parar de hacer la nota, firmar un autógrafo; seguir hablando de su vida en Uruguay, parar otra vez y sacarse una foto con dos mujeres que le dicen que lo aman y que las hace reír siempre, y continúa intentando terminar un café -en el hall del hotel Boulevard, en pleno centro de Mar del Plata, hasta donde fue para hablar en forma exclusiva con EL POPULAR- y seguir contando lo que soñaba hacer, siempre con el respaldo de sus padres Luis Alfredo Peña (64) y Ana Elena Chappe (61), quienes criaron a este botija en la tranquilidad de Minas, donde también supo jugar al fútbol.

"Era puntero derecho en el Lavalleja FC; jugué en contra del Loco Abreu, cuando él estaba en Nacional. Yo era puntero derecho, rápido, muy rápido, de esos que iban hasta el fondo de la cancha y tiraban el centro. Pero ya desde los 7 años sabía lo que quería hacer, y no era el fútbol precisamente", cuenta acerca de su frustrado intento como futbolista.

-¿Eras de los que en la escuela levantaba la mano para participar de los actos?

-Sí, era de esos justamente. Era el caballito de batalla de todas las maestras. Y siempre conté con el apoyo de mi mamá que me llevaba en moto, cuando yo tenía 7 años, para que fuera a estudiar. Una vez, con un par de vecinos y mis viejos formamos un grupo humorístico. Laburábamos por el pancho, la coca y la entrada para ir al cine. Empezamos doce y quedamos cuatro, con papá y mamá por supuesto.

-¿Gracias a Marcelo Tinelli sos lo que sos?

-Sí, sin dudas. Yo miraba el programa siempre desde Uruguay. Desde el 96, cuando hacía "Ritmo de la Noche" y "Show Match", así que junté material, lo edité y me vine a Capital Federal. Es que acá, en la Argentina, hay muchas más posibilidades de crecer para cualquier artista. Yo había estudiado en el teatro de arte dramático, pero me aburrí; fueron dos años, aunque debo reconocer que Eduardo Squinca fue quien me marcó; un capo realmente.

¿A qué edad te viniste a la Argentina?

-Tenía 20 años. Hacía un programa de cable, y estaba casado, ya con una hija, Carolina, que ahora tiene 13 años. También había hecho de todo, porque con mi viejo y mi hermano trabajaba en la construcción, desde los 15 años. Le ayudaba, era peón de albañil, pero llegaba todos los días dormido. Imaginate, con 17 años salía todos los días.

-Pero no te podés quejar, te fue bien...

-Sí, estoy muy feliz en la Argentina. Hace 14 años que estoy, y volví a casarme, con Valeria Schultheis, con quien tengo dos hijos (Abril, de 3 años, y Santino, de 6 meses). Yo amo a este país, porque me dio muchas alegrías, la gente es increíble, muy afectuosa, me grita en la calle, me saluda, a veces no puedo creerlo.

-¿Qué te dio Tinelli?

-Me enseñó y me preparó en todo. Tiene un equipo excelente, se rodea de buena gente, desde los productores hasta todos los que trabajan detrás de cámara. Es un grupo espectacular. Es un grande en serio, tiene una gran cabeza y bien ubicada, todo pasa por él, todo lo decide él y está bien que sea así, porque Marcelo es quien marca el rumbo.

-¿Y por qué te alejaste de Tinelli?

-Porque quería crecer. Me fue bárbaro, hice personajes como De Narváez, Cecilia Bolocco, Nico Repetto, Marley, los Jaimitos, Enrique Iglesias, Tony Blair, pero llega un momento en que hay que despegar. Yo siempre le agradezco a Marcelo la oportunidad que le dio, pero yo también di lo mío, todo sumó para los dos, pero no voy a estar toda la vida y a cada rato diciéndolo. Ya está, y me fui. Fue una etapa que terminó.