Durante los años ochenta y noventa, los ordenadores personales se caracterizaban por un diseño funcional y un color predominante: el beige. Aunque hubo algunas excepciones, como los iMac G3 de Apple con colores translúcidos, la mayoría de los fabricantes optaron por este tono neutro que ha dejado a los usuarios preguntándose por qué durante décadas.

Una teoría sugiere que Alemania pudo influir en esta elección debido a regulaciones laborales que exigían colores "claros" en los equipos informáticos de oficina. Estas normativas, adoptadas por otros países europeos, podrían haber llevado a la industria informática a optar mayormente por el beige. Además, este color era neutro y económico de producir, lo que lo hacía atractivo para los fabricantes que buscaban reducir costos en la fabricación de millones de unidades.

Beige: el color que marcó una era en la historia de los ordenadores, ¿por qué?

Otra teoría plantea que el beige permitía disimular la suciedad y el polvo mejor que otros colores, como el blanco o el negro. Esto era especialmente importante en entornos de oficina, donde los ordenadores estaban expuestos a un uso constante y a menudo descuidado. Además, el beige se asociaba con la calma y la simplicidad, cualidades deseables en un entorno de trabajo.

Aunque hoy en día el color beige puede parecer anticuado y aburrido, en su momento era considerado un signo de calidad y profesionalismo. La elección de este color para los ordenadores de épocas pasadas reflejaba la intención de los fabricantes de crear productos serios y confiables, diseñados para el trabajo más que para el entretenimiento.

Si bien los gustos y las tendencias en diseño han evolucionado con el tiempo, el enigma del color beige en los ordenadores clásicos sigue intrigando a los entusiastas de la tecnología. Aunque las modas cambian, la fascinación por este aspecto de la historia de la informática perdura, recordándonos que lo que hoy parece obsoleto alguna vez fue vanguardia.