"No se sale ileso como institución de la muerte de quienes la habitan"
Para Claudia Lajud, educadora, ex vicedirectora provincial de Psicología y antropóloga, "no se sale ileso como institución de la muerte de quienes la habitan". Analiza en detalle cómo actuar desde el día después. Y cómo es imprescindible dar cuenta desde el Estado y transformar en aprendizaje la tragedia completamente evitable.
Es una marca que quedará para siempre. La vicedirectora y un auxiliar de una escuela del Oeste del conurbano murieron dentro de la institución. Un símbolo ineludible de la desidia y del abandono. Y de cómo la infraestructura ha sido una pata flaca (y demasiadas veces engordadora de bolsillos empresariales) para el sistema educativo. Cómo se sigue. Y cómo impacta en las prácticas institucionales: muchos consejos escolares, incluyendo Olavarría, decidieron controles en el consabido "día después".
Claudia Lajud fue durante cuatro años vicedirectora provincial de Psicología. Transitó durante años el rol de inspectora del área y es antropóloga, investigadora del CIE (Centro de Investigación Educativa), capacitadora de Flacso y activa integrante de Che Sida. Y analiza a fondo lo ocurrido.
-¿Qué significado e implicancias tiene lo que ocurrió en la previsible tragedia de Moreno?
-Creo que hay que tener en claro que es una tragedia que enfrenta a un colectivo de chicos y chicas, de docentes y comunidad a una experiencia tan dolorosa. Como es perder a un auxiliar y a una docente. Eso queda en la memoria institucional. Por otro lado, como decís, es previsible. Todos sabemos que la cuestión de la infraestructura de la provincia de Buenos Aires y no sólo, deja bastante que desear. Pero hay cuestiones que tienen que ver con la infraestructura a largo plazo y otras que tienen que ver con la infraestructura política de cuidado diario. Porque cuando empiezan las clases, todas las instituciones escolares deberían tener los calefactores y los sistemas de calefacción revisados. No puede ser que un director pase horas escribiendo cartas y demandando algo que tiene que ser una política de cuidado de la dirección general de Cultura y Educación. Después podremos discutir si el gobierno anterior hizo las obras de infraestructura, los edificios necesarios y si se vinieron abajo durante largo tiempo pero la cuestión del gas, del agua y de la electricidad es básico. Y no puede ser que un director, una directora, un auxiliar estén dedicando horas a estas cuestiones cuando tienen que cuidar el proceso pedagógico, cuando tienen que proponer trabajos y proyectos a su equipo docente. Lo que ocurrió era previsible y el Estado es absolutamente responsable. No queda margen para estar indagando tanta cosa. Vamos a escuchar si se hicieron o no las notas, si se sacó la llave del gas o no…
-Indudablemente debiera haber una política preventiva y de control estatal porque sino nos zambullimos nuevamente en la lógica de una tragedia como la de Once…
-Es que hay políticas de cuidado anual. Hay cosas que tienen que ver con el mantenimiento cotidiano de las instituciones. Pero por otro lado pensaba cuánto alejamiento y desconocimiento de la realidad de las instituciones educativas tienen en estos momentos quienes están a cargo de la dirección general de Cultura y Educación. Hace poco un grupo de docentes de la dirección de Psicología estuvimos en el Concejo Deliberante diciendo justamente que largan resoluciones y normativas que van en contra de la construcción histórica que se ha llevado a cabo a lo largo de estos años simplemente por desconocimiento y es muy preocupante. Hoy no hay horizonte en educación. Hacer política educativa no es echar la culpa a los otros, recortar presupuestos. Eso es disciplinamiento.
-Después de lo que pasó en Moreno, ¿Cómo se trabaja con quienes quedan en una institución que implosiona de esta manera?
-En 2012 hicimos un esfuerzo muy grande en la elaboración de una guía de orientación para situaciones de conflicto y vulneración de derechos. Una guía que incluso Unicef tomó como modelo. Donde tomábamos una serie de cuestiones que aparecían en el escenario escolar y sobre las que los docentes necesitaban poder tener un mínimo encuadre de trabajo para salir adelante. Y ahí aparece el tema del fallecimiento de alumnas y alumnos como también de docentes o padres en el escenario escolar. Y aprendimos muchísimo porque no es que se nos ocurrió a un grupo de iluminados. Sino que fue una guía de consulta permanente con el territorio donde la gente fue diciendo qué le pasaba, qué cosas afrontaba en su trabajo día a día, para poder pensar en qué respuestas posibles se le puede dar desde una política de cuidado. Ante un fallecimiento, como el que ocurrió ahora, hay que trabajar muchísimo el día después. Y ver cómo acompañamos a las familias, a las y los docentes, cómo trabajamos con las y los alumnos para que puedan entender algo de lo que sucedió. Cómo ponemos palabras, cómo escuchamos y qué escuchamos que nos están diciendo los que habitan la escuela.
-En lo concreto, ¿cómo se aborda?
-El área de psicología comunitaria y pedagogía social es fundamental en este momento. La mayoría de estos equipos saben cómo y hacia dónde orientarse en una situación tan traumática. Esta escuela tiene en su historia la muerte de dos personas y hay que entrar a una institución al otro día con la muerte de dos personas. La verdad es que exige un trabajo finísimo y va a tener que asumir características diferentes a lo largo del resto del año. No es un trabajo que inicia el día después y termina ahí. Es un trabajo que va a tener que tener una atención muy especial sobre los síntomas institucionales que se van a ir presentando a lo largo de este ciclo lectivo. Y necesita de mucha presencia de personas que saben trabajar en procesos de alta complejidad y necesitan como mínimo un abordaje que dé cuenta de lo grupal de los niños y niñas, de lo institucional y de lo comunitario. Entendiendo que esto no lo va a poder hacer sólo el área de educación. Indudablemente se va a tener que trabajar en forma intersectorial con el campo de la salud, de desarrollo social.
-¿Cómo se le explica a un chico una muerte dentro del edificio al que concurre a diario para aprender?
-Siempre hay que explicar aquello que ellos necesitan. No dar más indicaciones ni discursos de los que ellos están solicitando. Y a veces las explicaciones no tienen que ver con las palabras sino con generar espacios donde de alguna manera se puedan expresar. Algunos lo van a hacer con el dibujo, otros con palabras, otros con silencios. Hay que tener una escucha muy atenta de cuáles son los síntomas que se van manifestando en los grupos de niñas y niños. Lo que no podemos hacer es hacer de cuenta que no pasó nada. Seamos claros en esto: el docente que quedó en la institución perdió un compañero, una compañera. Perdió a alguien con quien transitaba la cotidianidad de su escuela. Entonces no es poca cosa. Tenemos que saber cómo están esos docentes, cómo los fortalecemos, cómo esos docentes que son los que tienen este acercamiento con sus alumnas y alumnos van a enfrentar el día después. Qué palabras van a poner, si es que lo pueden hacer. Y si no, tendremos que ir pensando cómo vamos reemplazando y fortaleciendo a estos docentes que van a tener estas dificultades. Hay que poder hacerse cargo de decirles a los alumnos y alumnas que no va a estar más la vicedirectora que ellos tanto conocían ni tampoco el auxiliar que habitualmente veían en su vida institucional. Y después hay que ponerle el cuerpo a los reclamos de la comunidad. Hay que poder escucharlos. Hay que poder leer entre líneas qué están diciendo. Porque los padres confiaban en este espacio. Y es un espacio de cuidado que es el Estado mismo. Que tiene que estar para cuidar. Pero además la escuela es el espacio donde se aprende. Entonces cómo hacemos para que este aprendizaje, este dolor tan grande sea aprendizaje para la vida ciudadana.
-Justo en un contexto en el que los equipos orientadores estaban en vilo…
-Es así. Y es muy duro y se necesita de todos los equipos institucionales con la presencia de personas que fortalezcan a los docentes, que los acompañen, para que puedan dar respuesta a la comunidad de alumnas y alumnos y sus familias. Necesitamos los equipos interdisciplinarios en cada institución y no se puede pensar en recortes. No sólo por esta situación sino por la cotidiana vulneración de derechos de las pibas y los pibes. La actividad de un equipo orientador escolar es muy compleja porque justamente trabaja con la complejidad, no trabajan con situaciones en las que no pasa nada. Y entender la complejidad social, hacer la lectura y traducirla en las mejores experiencias educativas requiere de la presencia del Estado no recortando cargos o distribuyendo la miseria sino aumentando las plantas orgánicas de los equipos.
-Exactamente al revés de lo que se busca…
-Es que es importante pensar o visualizar cuál es la política pública que encaramos como sociedad. No se trata de llegar a una dirección o a un cargo de gestión y refundar las cosas sin reconocer nada. Se trata de llegar, ver qué hay que fortalecer y cómo seguimos implementando las mejores políticas. Me parece que, como sociedad, nos tenemos que amigar con el Estado. Porque nos enojamos continuamente con aquellos que representan al Estado en sus funciones. Y no estoy diciendo que no haya problemas pero el tema es pensarlo como política pública y no como sujetos individuales que hacen bien o mal las cosas.
-Es que te terminás quedando en el deseo de que justo te toque alguien con una mirada cálida, contenedora…
-Ante un suceso como el de Moreno, que es responsabilidad del Estado –y de eso no me cabe ninguna duda- hay mucho trabajo por hacer. No se sale ileso como institución de la muerte de quienes la habitan. Y hay que ponerle el cuerpo, la cabeza, el corazón para diseñar las mejores intervenciones.
-Esta escuela va a tener siempre ese sello. Son esas marcas como la de Maritza Prezzoli en Olavarría o la masacre de Carmen de Patagones…
-Sí, claro. Son para siempre. De los cuatro años de gestión en la provincia recorrí distritos que desconocía. Y muchos de esos acercamientos tenían que ver con situaciones tremendas: de suicidios, de catástrofes naturales, de abuso, de todo tipo de violencia. Y nada vuelve a ser igual para una institución después de un suceso traumático. Y necesita que eso sea trabajado. No puede quedar un fantasma dando vueltas. Para además, aprender de estas situaciones. No puede volver a suceder. Tiene que tener una respuesta importantísima desde el Estado. El Frente Docente presentó 46 situaciones graves del estado de las conexiones de gas en escuelas de la provincia y creo que se quedan muy cortos. Hay 136 distritos, con 20.000 instituciones educativas y salvo las últimas, de reciente creación, están venidas abajo y tienen poco mantenimiento. Tenemos que poder habitar escuelas donde no vayamos a perder la vida.
-¿Qué pasa si es al revés? ¿Si no se la utiliza para el aprendizaje?
-La escuela debe poder visibilizar esta cuestión a sus comunidades. Que tienen el derecho de asistir a una escuela donde estén dadas las condiciones para dar clases. Mirá qué sencillo. Y es responsabilidad del Estado. Incluso para la educación privada. Yo hace mucho tiempo que no estoy en el cargo cotidiano en la escuela y pasé a otro aspecto de la carrera docente. Pero hay cosas de la escuela que no olvido. El registro que uno tiene de la vida cotidiana de la escuela es lo que te lleva a pensar y a diseñar cuáles son las mejores políticas a desarrollar con lo que tenemos. Y esto lo he discutido con compañeras y compañeros. Es muy difícil que alguien que llega a la dirección general de Cultura y Educación que nunca transitó una escuela de nuestra provincia pueda tener registro de las sensaciones, emociones y aprendizajes dentro de la escuela. Cuando yo escuchaba que habían ido a prender la cocina para el desayuno… si vos me preguntás qué me acuerdo de mis tantos cargos docentes, nunca me voy a olvidar de la sopa de verduras que preparaba la cocinera del centro 802. Ese registro olfativo, gustativo y las ganas de llegar que yo tenía sólo lo podés tener si atravesaste esa experiencia. Y yo estoy convencida de que el docente, cuando cocina, cuando calienta la leche, educa. No creo que esté alejado de su encuadre de trabajo. Y sirven de aprendizaje.
-Se enseña desde la olla…
-Nunca me gustó eso de cuestionar "tenemos que darles de comer". Sí, hay que darles de comer; tenemos que cuidarlos. Es nuestra responsabilidad como agentes del Estado. Como le pasa a un médico cuando tiene que hacerse cargo de situaciones que van más allá del encuadre de su profesión. Y con las orientadoras sociales trabajábamos mucho esta idea. Así como el Diego dice "la pelota no se mancha"… bueno, el guardapolvos sí se mancha. Se mancha de caminar por los barrios, de buscar a las alumnas y alumnos que no van a la escuela, se mancha de tuco cuando les damos de comer a los chicos, se mancha con los pegotes de ellos. Lo bueno es que se manche de eso y no de sangre.