En la Argentina, unas 1.100.000 personas no tienen trabajo y ya son el 9,1 % de la PEA
La población económicamente activa (PEA) es de casi 13 millones de personas, de las cuales el 9,1 por ciento se encuentra sin trabajo. La pobreza se encuentra en un 33 por ciento y las devaluaciones del peso afectan notablemente la composición social. La tasa de indigencia mide la cantidad de personas con ingresos por debajo de la Canasta Básica Alimentaria, y cerca de 700 mil salieron de la indigencia en el último año.
Durante el primer trimestre de este año, la tasa de actividad es del 46,7 %, mientras que la tasa de empleo es del 42,4 % y la tasa de desocupación, como decíamos, alcanza el 9,1 %, es decir, un equivalente a 1.100.000 personas sin trabajo. En este caso, la población económicamente activa alcanza la cifra de 12.931.843 personas.
Lo concreto es que se registra un aumento significativo en la tasa de desocupación con relación al trimestre anterior, mientras que las tasas de actividad y empleo no presentan diferencias estadísticamente significativas.
El mundo del trabajo
La estructura ocupacional cuenta con un 9,1 por ciento de desocupados abiertos, un 15,3 de ocupados demandantes de empleo de los cuales un 6,8 por ciento corresponden a subocupados demandantes y un 8,5 % a otros ocupados demandantes.
También están los ocupados demandantes (5,5 %), subocupados no demandantes (2,9 por ciento) y otros ocupados no demandantes disponibles, que suman un 2,5 por ciento. En tanto, los ocupados no demandantes ni disponibles representan un 70 por ciento.
La Población Económicamente Activa (PEA) está compuesta por los ocupados y los desocupados. Este último grupo presiona activamente sobre el mercado laboral en búsqueda de una ocupación. Los ocupados que, si bien tienen un empleo, buscan activamente otro (ocupados demandantes). También se encuentran aquellos ocupados que no demandan activamente otro empleo, pero están dispuestos a extender su jornada de trabajo. Son los subocupados no demandantes, y otros ocupados no demandantes disponibles.
El dato relevante es que, durante el primer trimestre de 2018, se sumaron al ejército de desocupados abiertos lo que revela la crisis del país en lo que va de este año pese a los pronósticos de inflación absolutamente utópicos del Gobierno de un 10, primero, y luego un 15 por ciento anual.
Sobre un total de 44 millones de habitantes, un 25,7 de las personas son pobres (unos 11,3 millones de argentinos), mientras que un 4,8% de las personas son indigentes (casi 2,1 millones).
En tanto, el 17,9% de los hogares argentinos se encuentran por debajo de la línea de pobreza mientras que un 3,5% de hogares argentinos se encuentran por debajo de la línea de indigencia. En tanto, el déficit habitacional argentino ronda los 4 millones de viviendas, de lo cual un millón y medio se necesitan construir y dos millones y medio no alcanzan los niveles de calidad para una vida digna.
Los datos de la crisis
Según los datos del Indec, la pobreza bajó en 6 puntos respecto del segundo semestre de 2016, de lo que se infiere que 1,9 millones de personas salieron de la pobreza, y cerca de 700 mil de la indigencia en el último año. También cayó el nivel de indigencia en casi cinco puntos.
Cabe decir que el Indec mide o determina la pobreza en base al parámetro: "Ingresos" con que cuenta cada habitante. Recordemos que la tasa de indigencia mide la cantidad de personas con ingresos por debajo de la Canasta Básica Alimentaria, que sólo incluye las necesidades esenciales alimentarias.
La tasa de pobreza, en cambio, mide la cantidad de personas que tienen ingresos por debajo de la Canasta Básica Total, que amplía la Canasta Básica Alimentaria con la inclusión de bienes y servicios esenciales no alimentarios (vestimenta, transporte, educación y salud, entre otros). Por lo tanto, por la oscilación de la moneda, la tasa varía temporariamente. A tal punto, que una devaluación de la moneda, aunque leve, inmediatamente opera en contra de aquél con ingresos reducidos (ya que eleva precios de la "canasta alimentaria", y disminuye el poder adquisitivo real del ingreso), determinando de un día para otro su caída por debajo de la línea de pobreza. A modo de ejemplo de las consecuencias del valor de la moneda en la composición social podría verse el efecto de un dólar que cotizaba a 18,65 pesos a fin de 2017 a uno de 31,5 de hoy, con una devaluación de casi el 70 por ciento. Entonces, la inflación interanual trepó al 31,5 por ciento.
Las nuevas proyecciones sobre el índice de pobreza se encuentran en torno a un tercio de la población, es decir, alrededor del 33 %. Tanto el salario como los ingresos por jubilaciones y pensiones se han depreciado en términos reales durante el corriente año, lo cual implica un descenso en cuanto al poder adquisitivo de los sectores menores ingresos.
La alta inflación y la importante caída en el nivel de actividad económica presuponen que el salario o ingresos reales de la población también mantendrán un comportamiento decreciente, lo cual sin dudas empeorará los mencionados niveles de pobreza e indigencia.