Vidas privadas, vidas públicas: esferas que se entremezclan
¿Cuándo la vida privada se mezcla con la pública? ¿Es diferente la vara moral de la esfera íntima de la que se utilizará para gobernar desde el poder? Divorcios, amantazgos, hijos no reconocidos, abortos. El gran debate en torno de la delgada línea de la privacidad para los hombres y las mujeres del poder.
Faltaban 37 días para las elecciones del 24 de octubre de 1999. El título de tapa de Página/12 era, aquel día de septiembre, "yo tuve un aborto", con una gran foto de Zulema Yoma en una declaración periodística que rebotó en todos los medios, en el contexto de una acérrima campaña antiabortista del PJ. "No voy a ser cínica. Yo tuve un aborto. Me lo hice porque Carlos Menem me apoyó. El estuvo de acuerdo. Inclusive, yo no conocía a nadie en La Rioja (para que me lo practicara) y él me acompañó", respondió a la periodista Mariana Carbajal. Eran tiempos en los que Menem se desvivía por congraciarse con el Vaticano, que le entregaba una medalla por su postura contra el aborto. "Soy antiabortista, por principio y convicción", respondió el entonces presidente al diario Clarín sin siquiera ruborizarse después de las palabras de Zulema. Indudablemente, había un problema de incompatibilidad entre el decir y el hacer.
¿Tienen derecho los hombres y mujeres del poder a mantener resguardada una parte de su vida en la esfera de lo privado? La respuesta es relativa. Es decir, sí lo es en tanto no entre en colisión -como en el caso de Menem en su campaña antiabortista- con sus prácticas privadas.
Cuando la revista Caras se hizo eco de la noticia sobre la separación de la gobernadora María Eugenia Vidal de su marido, el intendente de Morón, Ramiro Tagliaferro, la nota oscilaba entre que el hecho era "inesperado" y que "ya existían indicios previos a la separación". Pero hay un tercer párrafo imperdible: "Tras bajar 15 kilos en muy pocos meses, más allá del desgaste físico propio de la candidatura, María Eugenia Vidal, estaría somatizando sus problemas conyugales. Sin embargo, la ruptura con el actual intendente de Morón, fue un baldazo de agua fría que sorprendió en todos los ámbitos, no sólo en la política. Es que su compañero de vida, quien la apoyó y acompañó en cada paso de su carrera, con quien formó una familia- tuvieron a Camila, María José y Pedro- de un momento para el otro, se fue de su vida". Si somatiza o no somatiza, si adelgazó porque estaba angustiada, porque se puso a dieta o porque está estresada; si Tagliaferro "se fue de su vida", hubo una decisión compartida o ella le puso fin no es un problema de los ciudadanos de la provincia que Vidal gobierna ni del resto de los habitantes de la Argentina. Como tampoco lo es la campaña desde pseudo medios periodísticos enunciando que estaría por dejar el cargo por sufrir ataques de pánico. Cuestión que huele más bien a campaña sucia, del mismo tenor de las que se solían hacer contra Cristina Fernández por miles de razones que poco tenían que ver con su programa político o sus determinaciones presidenciales.
En todo caso, la separación de Mariú V. y Ramiro T. debería ser objeto de trabajo periodístico por otras razones que muy poco tienen que ver con aquello que la prensa amarilla pone bajo la lupa. Es decir, lo sería si la separación fuera un hecho desde hace meses, en los tiempos en que la imagen de familia feliz era utilizada como fotografía de campaña. No mucho más.
En el prólogo del libro "Menem. La vida privada", de la periodista Olga Wornat, la entonces periodista crítica del neoliberalismo Sylvina Walger recordaba cómo el periodismo francés debió cuestionarse intensamente haber silenciado las movidas estatales de su país para proteger a Francois Miterrand del impacto público de tener una hija extramatrimonial. Y cómo "los prejuicios -muchas veces fundados- respecto de las intromisiones en la intimidad, han dejado en manos de una prensa de corte sensacionalista la función de recordar que la vida privada de los políticos tiene relación con su actuación pública".
No siempre se trata de una doble vida. Más bien, suelen existir máscaras prolijamente armadas para seducir al electorado o para -ya una vez en el poder- mantener niveles de aceptación. En eso la ultracatólica postura abortista de Menem es el ejemplo más claro. Pero no sólo. La revista Semanario, de perfil sensacionalista, sacó a la luz que "Karina Rabolini y Daniel Scioli hace años que están separados como pareja, aunque se quieren, y sólo aparentaban ser un matrimonio feliz por política, por una sociedad política". Y analiza que la irreversible derrota y el cierre definitivo del camino a la Casa Rosada por parte del ex gobernador fue lo que los terminó liberando del secreto necesario.
En el libro "Mujeres casi perfectas", de Gerardo Young, se lee que cuando "a poco de llegar a la vicepresidencia, Scioli fue marginado del corazón del gobierno de Kirchner y librado a su suerte", Karina "resultó decisiva. Le aseguró espacio en las revistas del espectáculo y la frivolidad y la moda y lo metió en programas de tele a los que otros políticos no hubieran aspirado nunca". Y más adelante escribe: "No hay dudas, no las hubo nunca, de que Karina fue para Scioli un gran valor agregado, quizás el verdadero valor agregado". Había que exprimir hasta el hartazgo (que llegó tras la victoria de Macri) la relación de pareja.
Eso sí. Si hubiera un Oscar, un Pulitzer o un Martín Fierro a la gran mezcla de esferas pública y privada, no hay dudas de que –con alfombra roja y todo- se le entregaría a Menem. En junio de 1990 dijo al ex jefe de la Casa Militar que "cuando vuelva quiero que todo esto esté solucionado. Esta casa es mía". Así ordenaba a Andrés Antonietti desalojar a Zulema de la residencia de Olivos. Y que, ante cualquier duda, llevara un tubo de gas paralizante.
Milagros en campaña
Los tiempos informáticos y la multiplicidad de voces que desnudan secretos arduamente sostenidos han volcado, en ocasiones, largos debates sobre la vida sexual de gobernantes, en ciudades, provincias y país. Discusiones eternas en redacciones periodísticas sobre si es un tema de vida pública o no el reconocimiento o la falta de reconocimiento de un hijo/a, el pago o no de cuotas alimentarias, las infidelidades y los infinitos detalles que conforman la cotidianeidad de un político. ¿Cuál es el límite para la privacidad? ¿Es privado el no reconocimiento de un hijo pero no lo es ser un golpeador? ¿O viceversa?
"Un hombre en campaña política no tiene nada privado", twitteaba Milagros Vega, el personaje de la previsible serie televisiva Milagros en campaña. Especialista en formatear políticos, su meta era transformar en presidente de la Nación al candidato Andrés Quiroga, representado por el excelente actor Osmar Núñez, que tenía tanto carisma como un maniquí. Esta cronista no puede decir si consiguió o no la meta porque era demasiado predecible la miniserie. Pero sí que Milagros Vega era capaz de transformar un dolor cualquiera en el cuerpo de Quiroga en un superado cáncer que lo convirtiera en una suerte de hombre que venció a la muerte. Y si alguien vence a la muerte, cómo no va a poder sacar un país adelante. Moraleja: todo sirve.
Macri, Perón y después
Cada personaje desde el poder construye su propia imagen. ¿Es casual el estereotipo sobre el que se montó Mauricio Macri junto a la estética Juliana Awada –a pesar de las causas por utilizar talleres clandestinos en la marca de ropa familiar- y a la pequeña Antonia?
En un perfil publicado en el suplemento Las12 del diario con el mismo número, se leía en febrero pasado que "la hija mayor de Macri se llama Agustina Argentina, como la patria que su padre vino a llenar de globos. El presidente dijo estar muy preocupado por su futuro sentimental, ya que tiene 34 y sigue sin novio. Gimena, la que le sigue, era hasta hace poco ayudante de cátedra del UNA (Universidad Nacional de las Artes), uno de los lugares que más graffitis anti Macri debe tener en esta ciudad. Francisco, el menor, tiene un perfil hippie que lo excluye de los comentarios públicos del padre. Pero ninguno de ellxs sirve para la postal con perfume a realeza que intentan armar desde la campaña los Awada-Macri, una familia ensamblada que tuvo la gracia de tener una hija mujer para delicia de los trol, de Susana Giménez y de toda la pirotecnia mediática que se aprovecha de este aspecto tan Hello! que emana la flamante política de Estado".
La construcción, el armado público no son modernidades propias de estos años. Ni tampoco la dificultad -muy humana por cierto- de construir perfiles paralelos al de la privacidad. No se salvaron en sus avideces y deseos hombres clave en la historia nacional, como Hipólito Yrigoyen o Juan Domingo Perón. Yrigoyen, con esa imagen intachable, honesta, dejó una ristra de hijos sin reconocer (Ver "Historias de amor de la historia argentina, de Lucía Gálvez). Y aquel Perón que -después de la muerte de Evita- se llevó a vivir con él a Nelly Rivas, una nena de 14 años, militante de la UES, que después del golpe del 55, con el general ya exiliado, fue llevada a un asilo para prostitutas menores de edad.
La vida privada y la pública se entremezclan, se enlazan, se invaden, se ensucian mutuamente. ¿Acaso no lo sabe Martín Redrado a quien Sergio Massa le bajó el pulgar para candidato a jefe de gobierno porteño por su relación extremadamente pública con la mediática vedette Luli Salazar? ¿O Insaurralde no fue plato preferido de la comidilla pública y política por la relación con Jesica Cirio?
De todos modos, la gran pregunta es: Redrado (más allá de todo el abanico de daños que podría hacer en el poder) ¿afecta a alguien por formar pareja con una vedette? O Vidal ¿modifica su programa político y sus prácticas de poder al divorciarse de Tagliaferro? ¿Tuerce al separarse sus promesas de campaña?
Cuando Jorge Rafael Videla concurría a misa todos los domingos, defendía la figura de familia occidental y cristiana y decía "Dios sabe lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Yo acepto la voluntad de Dios. Creo que Dios nunca me soltó la mano", mandaba -con el aval y el plan económico de las grandes empresas- a desaparecer a 30.000 personas.
Simples historias ensambladas de esferas privadas y vidas públicas.