El reconocido economista Gonzalo Chávez trazó un diagnóstico sobre la situación económica y política del país, advirtiendo que Bolivia avanza como “un tren sin frenos y en bajada”, en medio del deterioro económico, el colapso institucional y una ciudadanía que aún aguarda respuestas en el horizonte electoral del 17 de agosto.

“La economía se deteriora, las instituciones se derrumban, y la ciudadanía resiste en silencio, aferrada a la última esperanza, las elecciones”, afirma Chávez en un extenso análisis difundido este lunes, donde destaca que si bien no hay protestas masivas aún, no es por falta de rabia, sino porque la población ha postergado su grito “para ese quirófano electoral que podría, con suerte, reanimar la democracia y la economía boliviana”.

El escenario más optimista, según Chávez, es simplemente “llegar”: llegar al 17 de agosto con la economía hecha trizas, la institucionalidad colapsada y un pueblo exhausto pero con fe en el milagro del voto. El escenario más oscuro, en cambio, es el de siempre: el estallido social, la violencia, el caos y un país incendiado donde las decisiones no se toman en la Constitución, sino en la calle o incluso en los cuarteles.

Frente a este panorama, Chávez plantea una salida incómoda pero racional: blindar el proceso electoral como un deber histórico, no como un acto político. Según su análisis, una caída del Gobierno, por más debilitado, errático e incapaz que parezca, significaría un derrumbe total de la economía y de la frágil democracia.

“El Ejecutivo debe hacer lo que promete en cada discurso: gobernar. Recuperar las rutas bloqueadas, ejercer soberanía en el Chapare, y hacer cumplir la ley donde hoy solo manda el vacío”, remarca. A la vez, llama a la Asamblea Legislativa y a los candidatos opositores a respaldar activamente al Tribunal Supremo Electoral (TSE) y aislarlo de presiones judiciales.

Chávez propone medidas urgentes y concretas que podrían implementarse sin necesidad de reformas legislativas:

  • Eliminar el aumento salarial en el sector público.
  • Congelar el gasto superfluo.
  • Detener de inmediato el financiamiento del BCB al Gobierno central.

Estas decisiones, sostiene, no son una solución estructural, pero permitirían “evitar que el paciente se muera”. A cambio, el Legislativo debe habilitar la aprobación de créditos pendientes que podrían inyectar aproximadamente 300 millones de dólares líquidos al sistema económico nacional, ayudando a aliviar la escasez de divisas y mejorar el suministro de hidrocarburos.

El resto de los créditos, afirma, “llegarán, si llegan, pero para otros gobiernos y otras gestiones”. Mientras tanto, insiste en que el país necesita señales claras de racionalidad y compromiso con la estabilidad.

Chávez también lamenta la ausencia de mediadores legítimos, como la Iglesia, la Defensoría del Pueblo o la cooperación internacional, que en el pasado sirvieron como válvulas de diálogo. “Hoy el vacío es total”, denuncia. En su análisis, la clase política está atrapada entre tuits incendiarios y el oportunismo electoral, mientras el país se precipita hacia un abismo que, advierte, “ya no será una tragedia inevitable, sino una decisión colectiva”.

El texto concluye con una advertencia contundente: “Aunque duela, aunque huela mal, aunque implique sostener a un gobierno que se cae a pedazos, si esos pedazos caen hoy, nos sepultan a todos”.