El presidente brasileño, Lula da Silva, ha tomado decisiones significativas que han llevado a la creciente influencia de empresas chinas en la economía de Brasil. Aunque el país no ha formalizado su adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, las acciones recientes del Gobierno de Lula sugieren una alineación cada vez mayor con los intereses chinos.

Uno de los movimientos más destacados ha sido la concesión de derechos a la gigante State Grid Corporation of China para operar la infraestructura eléctrica en el sureste de Brasil durante los próximos 30 años. Esta empresa, bajo el control del Partido Comunista Chino, ahora tiene el control directo del suministro de energía para ciudades clave como Brasilia y San Pablo.

La Agencia Nacional de Energía Eléctrica (ANEEL) respaldó esta operación, estableciendo restricciones en la licitación que favorecieron a las empresas chinas. Esto ha llevado a preguntas sobre si las decisiones regulatorias se alinean con intereses geopolíticos en lugar de criterios de eficiencia y mercado.

Además, Lula ha cedido cuotas de mercado a empresas chinas en sectores clave como la siderurgia y la industria automotriz. Esto ha llevado a una competencia desigual con empresas brasileñas y ha resultado en la pérdida de empleos y reducciones en la producción nacional.

A pesar de las expectativas de una reforma tributaria que beneficiaría a la industria nacional, el Gobierno socialista de Lula mantuvo los incentivos fiscales para las inversiones chinas hasta 2032, en lugar de reducir impuestos para las empresas brasileñas.

En el sector agrícola, se ha acordado que Brasil entregará tierras consideradas degradadas a China a cambio de un compromiso de exportar la producción agrícola exclusivamente a China durante los próximos 30 años. Esto ha generado preocupaciones sobre la dependencia de Brasil de China en este importante sector.

A pesar de que el gobierno anterior de Jair Bolsonaro había puesto en marcha un programa nacional de recuperación de tierras, PronaSolos, sin influencia extranjera, ahora se cuestiona por qué Brasil opta por ceder parte de su producción nacional a los chinos en lugar de invertir en su propio programa de recuperación de tierras.

Estas decisiones de Lula están generando un debate en Brasil sobre la dirección de la política económica del país y su relación con China, con críticos preocupados por la creciente influencia china en sectores estratégicos de la economía brasileña.