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El día arranca a las 7 para Marianela: levanta a Santiago, Lucía y Franco. Les prepara té con leche ("les encanta") a los más grandes y la mamadera al que llegó "de casualidad" a agrandar la familia, que tiene casi dos años. Los cambia entre algunas quejas porque es mejor seguir durmiendo, ata los cordones, prepara las mochilas, ayuda a cepillar los dientes, se asegura de que los tres salgan abrigados y parten a las 8 menos cuarto a la escuela, jardín y maternal. La mayoría de los días son iguales, salvo cuando el papá no trabaja de mañana y también se suma a la tarea. Marianela va a trabajar, vuelve al mediodía casi todos los días, retoma sus tareas algunas tardes y se reencuentra siempre cerca de las 4 con cada uno, para revisar cuadernos, llevarlos a básquet o gimnasia deportiva, preparar la cena, acomodar algo de la casa y organizar con quien los cuide para ir dos o tres veces por semana a caminar o al gimnasio. Marianela es una de las miles que hoy celebran el Día de la Madre o de la familia -tal como se ha instalado en el calendario escolar-. Es una de las tantas que se agota con cada jornada pero que agradece cada noche la posibilidad de abrazar a sus hijos, darles un beso y tenerlos en casa. Y se suma a las miles que hoy aseguran que lo mejor que les dio la vida son esos seres chiquitos que le demostraron que hay un amor distinto, sano, puro y eterno. Por eso, hay motivos más que suficiente para que haya festejo.

Mamás "culposas"

Hoy la mayoría de las mamás trabajan, buscan éxito profesional, luchan por crecer en sus trabajos y a la vez quieren tener tiempo para charlar, pasear o jugar con sus hijos. Una realidad que se ha transformado e instalado con el paso del tiempo.

En medio de tantas tareas, a las que se suman las domésticas que no han sido relegadas, hay cierto "sentimiento de culpa", coinciden la psicóloga Valeria Di Giano y la licenciada en Antropología Social Ludmila Adad. Si bien cada caso cuenta con sus particularidades (esta nota refleja parte de una realidad), "desde las representaciones sociales y culturales el 90% trabaja y vivencia la mirada de su propia madre (hoy abuela) que viene con otro tipo de crianza. Y nos dicen muchas veces explícita o implícitamente ´capaz que están caprichosos porque te necesitan más tiempo en casa´", remarcan.

Para Ludmila Adad, "no hemos sido las mujeres quienes definimos el rol que queremos desempeñar, siempre ha sido la cultura hetero-patriarcal, que incluso las mujeres hemos reproducido. Eso nos liga al ámbito doméstico, al cuidado de los hijos y aun hoy se sigue esperando de nosotras que además de ser exitosas en ámbitos laborales, también lo seamos en nuestro rol de madre. Y cuando nuestros hijos no tienen por ejemplo buenos desempeños escolares, es nuestra responsabilidad. Cuando hay logros, se considera que son gracias a una crianza en común".

Esta naturalización de lo que debe cumplir la mujer-madre está tan instalada que no es fácil desterrarla. Por eso la maternidad puede ir del disfrute de la simpleza que encierra pronunciar una nueva palabra o una travesura al cansancio o pérdida de paciencia que asusta a más de uno. ¿Es posible ser una madre todoterreno y no morir en el intento?

Valeria Di Giano sostiene que "las mamás nos volvemos cada vez mas potentes porque somos cada vez más conscientes de nuestras propias potencialidades. Nos hemos dado cuenta que cantidad de tiempo no siempre es calidad". Y para no ir de un extremo al otro ni caer en abocarse solo o a los chicos o solo al trabajo, la psicóloga recomienda algo simple pero que no siempre se aplica: "que encontremos en el trabajo un bienestar y no una pesada carga. Que uno pueda decir voy al trabajo y eso me hace feliz y si no está bien, salir de ese lugar. Y si no puedo porque es mi fuente de ingresos, enfocarlo desde otro lugar. Lo primero que tenemos que hacer es ser felices, estar felices con lo que hacemos. Eso no es buscar el ideal sino impactar en el mundo y pasar en los sujetos de manera positiva".

La maternidad se da por elección consciente o inconsciente. Y no importa las edades en las que llega un bebé. Desde el primer instante en que conocen a sus hijos, hay un sentimiento que las mamás comparten y que apenas pueden describir. "Para mí la maternidad es la capacidad de amar a alguien más que a uno mismo... es imposible decir con palabras, siempre estaría incompleta la descripción", asegura Fernanda, mamá de Uma y Ringo.

Idealizar

Ser "madre orquesta", cumplir varios roles y funciones e intentar abarcar tanto tiene sus riesgos. Puede generar estrés y frustración porque finalmente no se logra hacer todo. Entonces la maternidad pasa de ser fuente inagotable de alegrías a una pesada mochila que cuesta cargar.

"Es que cualquier cosa en la vida que idealicemos se cae, por eso no es bueno idealizar la maternidad. Ser madre no es lo mejor que te pasó en la vida, lo mejor que te pasó es el sentimiento del hijo, de tener una persona a la que amás incondicionalmente, ahora eso no quiere decir que debas dejar de lado tus emociones. Enojarte todo un día no te hace peor madre, lo bueno es que uno pueda reflexionar sobre lo que está haciendo", asegura Valeria Di Giano.

Hay algo que las madres deben aprender: "a decir necesito que me ayuden y también a dejar de ser mártires. Dejar de renunciar a todo por los chicos. El estar bien de una mamá implica que debe dedicar tiempo a sí misma, a su descanso, alimentación, ocio. Así se puede estar bien con los hijos".

Se puede parir o adoptar. Engendrar con amor, con especulación o con descuido. Encarar el desafío sola, con un hombre o una mujer. La maternidad va más allá de eso porque implica un gran compromiso. "Es una responsabilidad que asumís para toda la vida con otro ser humano del que no te separas más". Por eso "ser madre es una función, un rol de todos los días, con un disfrute y una entrega muy fuerte", asegura Valeria Di Giano. Y así lo sienten quienes hoy celebran el privilegio de aprender cada día con sus hijos.

La casa... ¿de la mujer?

El avance en el campo profesional no quitó la responsabilidad doméstica a las mujeres. Aun hoy, más allá de los logros alcanzados, hay roles que socialmente se siguen endilgando a las mujeres. "Las conquistas que las mujeres tenemos a partir de nuestra participación política abrió muchas perspectivas de tutela de nuestro cuerpo y de liberación pero me parece que todavía hay maternidades culposas, incluso en las más formadas. Se requiere de un cambio cultural y de cargar nuevos sentidos al rol de la maternidad y de la mujer", asegura Ludmila Adad.

Incluso la posibilidad de ser parejas homosexuales y que existan dos mamás para un hijo es una realidad que se hace visible, pero que aun carga con prejuicios. "Es un camino que hay que desandar. Hoy hay otros tipos de familias, pero el prejuicio incluso está más fuerte en las propias mujeres", asegura la investigadora mamá de Martiniano (11) y Agostina (7).

En parejas heterosexuales hay una realidad también evidente: la mujer debe pedir ayuda a su pareja. "Y a veces los esposos dicen ‘yo te ayudo...’ pero no somos las mujeres las que decimos ‘yo te doy una mano con los nenes’. Entonces, cuando no tenemos colaboración hay que buscarla y ponerse en situación y decir: ‘estoy cansada, yo hoy no cocino, no lavo’. ¿Cuántas nos animamos a eso? Pocas. A veces es necesario decir hasta acá llegué", sintetiza Valeria Di Giano.

La voz de ellas

"Lo mejor que me dio la vida". "Una gran responsabilidad". "Amor infinito". Las mamás describen sus sentimientos y a todas las une el amor por ese hijo o hija que es su mayor orgullo.

"Ves como crece y te parece que nació ayer, querés que se detenga el tiempo para disfrutar cada momento de felicidad con ella. Me sorprendo de cuánto aprende y cuánto crece sin darme cuenta. Cuando nos acostamos abrazadas es lo mas lindo, me siento plena de poder disfrutar cada instante", asegura Denise, mamá Chiara.

Berenice asegura con sinceridad que Genaro "es lo más maravilloso que me pasó. Nunca esperé sentir este amor tan nuevo que es incondicional, que con un beso o abrazo hace que se pase todo. Que es muy difícil nadie te lo dice: difícil los límites, eso que a los demás parece siempre salirle. Yo aprendo con él cada día, muchas veces debo tener mucha paciencia pero también me enseña a demostrar todo mi amor. Es saber que siempre vas a estar para él haga lo que haga y aprender a soltar también estos bebés que nacen dentro nuestro y después hay que dejarlos vivir solos e independientes".

"Se te llena el alma cuando lo ves reír, cuando ves en los ojos tanta magia y ternura en ellos. Y la alegría más grande es cuando te dicen por primera vez mamá", asegura Brenda, mamá de Martina, quien coincide con Anabela, feliz con Felipe y Martino: "ni sé hasta dónde soy capaz de dar por mis hijos. Es el cansancio más hermoso de todos los días, la paciencia más placentera. Cuando se trata de un hijo cualquier sacrificio vale la pena y la verdad es que no quiero que abandonen el nido jamás". Laura sintetiza el sentimiento que las embarga: "Yo a Augusto lo siento el amor más puro, noble y desinteresado. Mi complemento de alma y corazón".