Cinco años pasaron desde el atentado terrorista en Atocha, que el 11 de marzo de 2004 dejó un saldo de 191 muertos y más de 1.500 heridos. El hecho, que a la distancia parece lejano, es imborrable en las mentes españolas. Y especialmente en las de aquellos que por "el destino, las cosas de la vida o de lo que uno quiera creer" se salvaron por poco de la tragedia.

Federico Stebelski es un periodista olavarriense que en 2002 se embarcó al Viejo Continente buscando un futuro mejor. Todas las mañanas, alrededor de las 7, tomaba el tren en Atocha para dirigirse a trabajar en el reparto de folletos. Todas, menos aquella mañana. "Me retrasé un poquito, perdí el tren y opté por otra vía". Perdió el tren que explotó y hoy, cinco años después, "todavía se me pone la piel de gallina cuando me acuerdo".

Stebelski vive en Madrid junto a su familia. Con papeles en regla y un trabajo mejor, está más afianzado que entonces. El jueves, en diálogo telefónico con EL POPULAR Medios recordó las horas trágicas del 11-M, a las que recuerda "como si eso hubiese pasado hoy. El miércoles estuve en Atocha en el mismo horario, justo en el momento que se cumplían los cinco años del atentado. Sigo utilizando el transporte público, porque aquí funcionan de muy buena manera".

Primero recordó que "aquel día, a un compañero le pasó de perder justo el tren del atentado. Lo corrió para subirse, pero se le cerraron las puertas en la cara. Yo directamente me había retrasado, y como vi que lo perdía, opté por otra vía. Cuando salíamos de Atocha se sintió algo, pero no alcanzamos a ver qué había pasado. Nos enteramos enseguida porque todos los trenes se pararon pocos minutos después, ante el temor de no saber qué podía pasar".

Federico todavía siente que salvó su vida "por esas cosas del destino, la casualidad o de lo que uno crea. Pero parece que no era ese día en que nos tocaba a nosotros vivir la tragedia. Es así de duro y difícil de pensar, inclusive ahora cuando ya pasó tanto tiempo".

Este miércoles, Federico sí subió al tren que partió desde Atocha. "La gente iba con la cabeza gacha, no se escuchaba ni un ruido. Hubo muchísimo control policial, algo que ya se venía viendo desde los últimos días. Paran a la gente que va con mochilas, hay muchísimos controles cuando llega cada aniversario".

El viaje tuvo también para él sensaciones especiales. "Se me ponía la piel de gallina de pensar lo que me evité aquel día. Pero sí recuerdo perfectamente lo que ocurrió, porque en la Argentina teníamos otro tipo de violencia, pero no de esa magnitud. En el trabajo nosotros suspendimos las tareas y recuerdo que teníamos cerca el hospital 12 de Octubre, uno de los más grandes de Madrid, y ahora me vuelve a la mente ese ir y venir constante de ambulancias", rememoró.

Y contó que horas después del atentado, "con esa inconsciencia nuestra, ese mismo día, cuando habilitaron el Metro, recuerdo subirme a un vagón en el que no había absolutamente nadie. Ese día no hubo gente que escuchara música, ni que leyera, ni nada. Sólo miraban el suelo. Todos íbamos pensando que le podría haberle tocado cualquiera. Y a uno siempre le dan vueltas en la cabeza esas cosas. Por haber respetado un paso de peatones, o por haber esperado un semáforo llegué tarde a la estación, y sólo por eso me salvé...".

Como periodista, Federico hace hincapié en el tratamiento que los medios le dieron al atentado en los días posteriores al 11 de marzo. "Se han cuidado muchísimo las imágenes. Inclusive, en el día posterior al atentado, muchos canales transmitieron imágenes de los trenes. Pero nunca más se vio la imagen de una víctima, ni de sangre, ni de los vagones con cuerpos. En algún momento se filtró algo por Internet, pero enseguida se paró. Eso ha ayudado mucho a la gente. Aunque el hecho está bien presente, y nunca se olvida en la memoria colectiva, tampoco se está machacando a la gente con imágenes de cuerpos mutilados, ni nada por el estilo".

Para él, eso sirvió "paro no tenerlo sólo como un hecho policial, sino como un suceso que tuvo que ver con la actividad política. Porque luego se comprobó eso en el juicio a los autores materiales, los que quedaron vivos, los que no se suicidaron en el piso en Leganés. Y que todo tenga su explicación también ha ayudado".

Desde adentro, Federico ve mejor la actitud del gobierno español para con los sobrevivientes y los familiares de las víctimas. "Por su experiencia con la ETA, aquí tienen instituciones muy fuertes de ayuda a las víctimas de ataques terroristas. A los españoles los respaldaron con ayuda económica, con pensiones, rehabilitaciones. Hay gente que sigue con baja en el trabajo por depresión. Mucha gente quedó alterada por lo que le tocó vivir y esas personas también tienen asistencia de parte del Ministerio de Salud. Después estaba el caso de los inmigrantes, que por el lugar y la hora fueron los más damnificados. Como estaban sin papeles, a la mayoría se les concedió automáticamente el permiso de residencia, el permiso de trabajo y la nacionalidad a los descendientes de los muertos. Alrededor de 2 mil personas obtuvieron sus papeles a raíz del atentado".

El miércoles se cumplieron distintos actos y actividades especiales en conmemoración del atentado. "Pero a mí lo que más me conmocionó fue que en las estaciones de cercanía, desde donde salía la gente, se colocaban velas. Especialmente en la zona del barrio del Pozo, que es en las afueras de Madrid, donde murieron 67 personas. Los propios vecinos hicieron el homenaje y una marcha por las calles en memoria de las víctimas. Ese fue el homenaje que más vale, porque se realizó a pie de calle y porque fue hecha por familiares, amigos y sobrevivientes de la tragedia. Todos piden que no se olvide esto, porque hay familias que quedaron destrozadas, a pesar de la ayuda psicológica y económica que da el Gobierno".