El 2 de diciembre de 1942, un equipo de científicos liderados por Enrico Fermi regresó del almuerzo y observó cómo la humanidad creó la primera reacción nuclear autosuficiente dentro de una pila de ladrillos y madera debajo de un campo de fútbol americano en la Universidad de Chicago. Conocido este evento como la creación del Chicago Pile-1, se celebró en silencio con una sola botella de Chianti, porque los que estaban allí entendieron exactamente lo que ello significaba para la humanidad, sin necesidad de palabras.

Hoy, algo nuevo está sucediendo y con el mismo sigilo que el caso anterior, está cambiando al mundo para siempre. Al igual que una palabra susurrada en un idioma extranjero, es posible que en realidad ya hayamos oído el término "Inteligencia Artificial", generalmente abreviado en inglés como AI y que lo hayamos ignorado, quizás por falta de interés o quizás porque nos imaginamos que es algo muy difícil de entender. Sin embargo, es sumamente importante que entendamos a qué nos referimos al hablar de AI, ya que no estamos hablando de un futuro lejano, sino de eventos y consecuencias que tienen impacto en el presente inmediato. Así, de la misma forma en que la economía globalizada será sacudida, la forma en que vivimos e interactuamos dentro de ella está por cambiar de forma radical.

En pocas y simples palabras, el AI consiste en el aprendizaje automático realizado por computadoras. Sólo debe "alimentárselas" con millones de datos y luego la tecnología comenzará a calificar la información, entrecruzarla y sacar todas las conclusiones posibles.

Mucho se ha hablado ya del próximo arribo de los autos autónomos al mercado masivo de consumo, señalando siempre que esto ayudará a reducir las víctimas fatales por accidentes viales, algo que debería ser aplaudido, ya que anualmente totalizan más de 1 millón de personas a nivel mundial y en el 94% de los casos se debe a errores humanos. Sin embargo, esto cambia la lógica del mercado de forma drástica, acá y en todo el mundo. En Argentina actualmente se debate el ingreso de Uber al mercado local de forma ilegal, enfureciendo a los taxistas aunque conquistando a sus usuarios por sus precios más bajos. Bien, pues, para mi, si bien esa discusión es relevante en el contexto actual, deberíamos preguntarnos qué pasará cuando finalmente llegue la movilidad autónoma en el transporte. Quizás por una vez podamos adelantarnos a los hechos y no correr siempre desde atrás. Los vehículos autónomos no sólo atentarán contra el trabajo de los taxistas o remiseros; en Estados Unidos ya hay camiones autónomos de gran porte que han completado sus rutas y pruebas de modo eficiente, mientras la empresa Waymo ya lleva más de 6 millones de kilómetros recorridos a modo de test con sus unidades autónomas.

Para que entendamos la gravedad del asunto me gustaría señalar el desarrollo del software de AI llamado Amelia, que analizó y aprendió cómo realizar el trabajo de los empleados de call centers (telemarketers y atención al público), mejorando con cada atención realizada.

Inicialmente Amelia sólo pudo resolver 1 de cada 10 llamados recibidos durante su primer semana, mientras que luego de 3 meses de aprendizaje el programa fue capaz de resolver 6 de cada 10 llamados, lo que en el corto plazo puede poner en riesgo la fuente laboral de varios millones de personas en el mundo. Pero el golpe no termina allí. Cada persona desempleada es una persona menos consumiendo bienes y servicios básicos, desde golosinas en un kiosko, a servicios de transporte, casas de comida y ropa, generando quizás un efecto dominó en algunos sectores de la economía. Esto mismo se puede replicar en otros tipos de trabajos, ya sea cocinar una hamburguesa, limpiar, construir un puente, brindar indicaciones a personas o ventas de retail.

Un mundo con Inteligencia Artificial de punta nos obliga a reconsiderar distintas cláusulas de nuestro contrato social. ¿Qué haremos entonces con esta nueva masa de desempleados a nivel mundial? ¿Peligran nuestros propios trabajos? De momento deberíamos comenzar a re-entrenar nuestra fuerza laboral, actualizar los planes de educación para que incluyan tanto materias de robótica y programación, pero también habilidades blandas o sociales, que quizás sean las más difíciles de reemplazar por una cuestión lógica de entender la empatía hacia el otro, algo que aún las máquinas parecen no lograr con determinada facilidad. Quizás hasta terminemos siendo obligados a cambiar nuestro modelo de organización social y productivo, ya que la automatización lastimará a la sociedad si ésta no se adapta a sus cambios ya que frenar el avance tecnológico no es una opción.

Es aconsejable que, sin caer presos del pánico, comencemos a indagar sobre estos hechos y sus potenciales riesgos, para descubrir alternativas de forma inmediata para juntos poder hallar respuestas y soluciones a estas cuestiones.

(*) Futuro licenciado en Relaciones Internacionales